Shogun: la violencia de las palabras puede ser más peligrosa que una katana

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Shogun: la violencia de las palabras puede ser más peligrosa que una katana

09 Agosto 2024

A fines de febrero se estrenó en Disney+ la serie estadounidense Shogun, drama histórico basado en la novela homónima de James Clavell de 1975 -y una readaptación de la que se intentó en 1980-. Con el peso, de antemano, de ser comparada con grandes producciones recientes, Shogun recibió diversos elogios, que destacan tanto su dirección y guion como sus actuaciones y fidelidad, y alcanzó además 25 nominaciones a los Premios Emmy. 

La tira, que fue estrenando sus capítulos semanalmente, los cuales eran complementados con un podcast en paralelo, nos sitúa en 1600 y sigue el ascenso al shogunato -gobierno económico y militar de Japón- de Yoshii Toranaga (Hiroyuki Sanada), inspirado en Tokugawa Ieyasu, figura central del feudalismo nipón, quien lucha por sobrevivir en medio de conspiraciones y enemigos en el Consejo de Regentes. En paralelo, un barco holandés naufraga hasta las costas del pueblo y John Blackthorne (Cosmo Jarvis), uno de los marineros, podría ser la ventaja que Toranaga necesita en su disputa de poder.

A medida que Blackthorne -inspirado en un comerciante y, quizás, el único desfase en términos históricos, dado que su relevancia es posterior, no previa como se narra- redefine su experiencia a raíz de una cultura totalmente diferente, conocemos la tercera pata de esta tríada protagonista: Lady Mariko (Anna Sawai), una mujer con habilidades invaluables pero lazos deshonrosos que la ponen a prueba, se convierte en la intérprete entre ambos. A su vez, tenemos a Lord Ishido (Takehiro Hira), quien anhela ser el máximo representante en el pueblo y, por lo tanto, es el principal rival de Toranaga, nuestro personaje principal.

Shogun está a la altura de las grandes producciones, ofrece un viaje como pocas pueden marcado por su gran calidad en términos visuales, artísticos y verosímiles. Cada elemento ayuda a sumergirse en un mundo complejo y en constante movimiento. El uso de la violencia, aunque no excesiva, es fundamental para escenificar un conflicto inminente. Hay disputas palaciegas, honor, venganza, y traiciones. Es una adaptación que, a base de disfrazar aburridas transiciones con tensión física y psicológica, le agrega épica a lo rudimentario y, para gran parte de su audiencia, supera con creces a la original.

La miniserie de 1980, rodada en tierras orientales, en su momento fue celebrada en Estados Unidos pero no tuvo la misma reacción nipona. En la actual, no sólo el elenco y los diálogos son en su mayoría japoneses sino que se narra desde ese punto de vista y, al evitar excesiva occidentalización, es aclamada por su autenticidad. De hecho, ese contraste y la denuncia de prejuicios resulta de lo más estimulante. Eso sí, ya sea por el reparto bien amplio o por diferencias culturales e idiomáticas, al principio no es una historia fácil de seguir. De todas formas, el atractivo y la seriedad del guión te obligan a quedarte.

En Shogun hay espacio para todo: giros, estrategias, guerras, romance y más, todo en el contexto contradictorio de un Japón asediado por la religión y el imperialismo. La riqueza de la fotografía y el vestuario, y de la estética en general, ayudan a comprender la posición y la evolución de los personajes. Las interpretaciones son otro de los puntos fuertes, incluso hay quienes cumplen la función de ser la vía de escape humorística. Sin embargo, quizás Jarvis es el punto más flojo, ya que queda atascado en su planicie y repetición inicial. Cabe aclarar, para finalizar, que la gran cantidad de reparto japonés es un hecho sin precedentes en una producción estadounidense de esta naturaleza.

A fin de cuentas, más allá de pasajes predecibles o sorprendentes, su mejor arma es el tiempo que se toma para desarrollar la trama. Es una serie documentada, escrita, dirigida e interpretada a la altura, que destaca por su calidad en todo aspecto, que, por sobre todo, sostiene fidelidad al texto original, al punto que cierra la historia al final del libro. Quizás por eso Justin Marks y Rachel Kondo, cocreadores, se mostraron dubitativos ante la intención de Disney de extender la tira por dos temporadas más. La adaptación llevó casi diez años de trabajo en total para recrear con precisión el mundo y la cultura de Japón en el SXVII.

Ahora, con ese dúo de entregas confirmado, no hay vuelta atrás. Lo cierto es que encontrará más tracción como mapa de ajedrez político que como mundo de batallas. Ya se ha dicho, no es tanto Game of Thrones sino que se acerca más a Succession o House of cards. Es un escenario donde la violencia está siempre presente, donde una simple cantidad de palabras puede ser más peligrosa que una katana. Con ese perfil y esa fama a cuestas, Shogun se prepara para disputar los Emmy con The bear, otro éxito reciente.

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