Succession: el detrás de escena del poder
Por Facundo Bazán
La premisa general sobre la que gira Succession era apenas la puerta de entrada a la historia que consiguió el año pasado siete Premios Emmy, incluyendo mejor serie dramática: Un hombre aferrado a la dirección de su emporio empresarial. Sus inescrupulosos hijos, nacidos y criados bajo la sombra de su despiadado padre, y una serie de diversos personajes alrededor del dinero, el poder y la influencia que genera el patriarca de esta disfuncional familia. Tras una larga espera de dos años, la producción de HBO estrenó su tercera temporada.
Nos encontramos con una estructura que plantea el desencadenamiento de eventos en forma de dominó que harán tambalear los cimientos de una de las empresas de medios y entretenimiento más grandes del planeta. Para el espectador, todo inicia con Logan Roy (Brian Cox), anciano cruel e inescrupuloso, que ejerce de dueño y CEO del conglomerado Waystar Royco. Al presentar tanto recelo para delegar el mando, no parece haber una opción viable para el momento de la sucesión, a lo que se suman sus problemas de salud.
La brecha con sus hijos es insondable. Él amasó una fortuna de la nada y, en cambio, la generación posterior nació con la vida resuelta en lo económico. Roman (Kieran Culkin), el menor, es un joven irresponsable y con poca capacidad de liderazgo. A pesar de tener todo lo necesario para competir por un lugar de relevancia, da por sentado que a través del nepotismo no deberá esforzarse por nada en la vida. Shiobhan “Shiv” Roy (Sarah Snook) es la única hija y, aparentemente, la más apta. Es la más independiente y logró forjar una exitosa carrera en la política. A su vez, es de los personajes más interesantes por sus contradicciones, ya que se ve arrastrada a la guerra por la sucesión sólo para ser dejada de lado por su condición de mujer.
Por otro lado, Kendall (Jeremy Strong) es el aparente sucesor natural, pero detrás de su fachada de empresario exitoso se esconde una persona rota. Carga con un historial de adicciones y una falta de seguridad producida por estar constantemente a la vera de su padre y de una avaricia que está lejos de coincidir con su capacidad de liderazgo. Por último está Connor (Alan Ruck), el mayor y el menos tenido en cuenta en los asuntos empresariales y familiares. Si bien parece ser el más inofensivo, el vivir rodeado de los privilegios derivados de la cantidad obscena de dinero que manejan los Roy le produjo una abstracción total de la realidad, al punto de no llegar a entender cómo funciona el mundo en el que vive. Por ejemplo, lo lleva a pretender candidatearse a la presidencia de Estados Unidos para que “los ricos ya no paguen impuestos.”
¿Qué la hace una serie tan atractiva?
La mayoría de los sucesos que tanto nos divierten y llaman la atención son los mismos que nos indignan de los poderosos de la vida real. Multimillonarios que no tienen tapujos en ostentar su poder, prometiendo fortunas a niños de clases humildes por logros deportivos y llegando incluso a la crueldad de romper cheques en la cara de un chico que no pudo batear una pelota en un juego. Todos y cada uno de los personajes de Succession presentan características que los hacen despreciables por sí mismos.
Pero entonces, ¿por qué no podemos dejar de estar hipnotizados por ellos y el mundo en el que viven? El secreto está, muy probablemente, en el equipo detrás de cámara, con los productores, Adam McKay y Will Ferrell. En 2018 McKay escribió y dirigió Vice, donde seguimos una maratónica carrera a la vicepresidencia de Estados Unidos y a encabezar la llamada “Guerra contra el terror” contra Afganistán e Irak. Hizo lo propio en La gran apuesta para abordar, con tono humorístico y pedagógico, el camino a la explosión de la burbuja inmobiliaria del 2008. Ferrell en los últimos tiempos también se ha ocupado de la sátira política y social. Por eso su sello se ve en la forma de retomar elementos de la vida real de una manera divertida y llevadera sin perder cierto dramatismo.
El otro pilar sobre el que se apoya la serie es el de las actuaciones. Cada uno de los actores que forman parte del elenco son capaces de llevar adelante ese juego tan característico de producirnos odio, amor, ternura y vergüenza ajena, proponiendo un recorrido que va desde la auto superación al patetismo. Esta cuestión se evidencia en el primo Greg (Nicholas Braun), que pasa del desempleo a mano derecha de Tom Wambsgans (Matthew Macfadyen), pareja de Shiv.
De esa manera, llegamos a la tercera temporada entre traiciones, negociaciones, encubrimientos y otras prácticas. En Succession no importa cómo haya terminado el capítulo anterior. Con cada episodio se presenta un nuevo desafío, una nueva “rosca”, un nuevo enemigo al que abatir, una nueva empresa que comprar.
Succession como crítica social
La última característica que la lleva a ser una gran producción es que, a pesar de ser ficción, le sobra verosimilitud. Si discutimos dónde está el poder realmente, acá vemos a Logan hablando, presionando y hasta ofendido con el presidente cuando no le responde. ¿Cuántos Logan Roy existen en la vida real? El primer ejemplo podría ser Rupert Murdoch, magnate del conglomerado Fox News, o nuestro equivalente criollo, Héctor Magnetto.
Lo más interesante de la serie es su capacidad de dejarnos pensando sobre lo frágil que es en realidad el mundo en el que vivimos. Muchos nacen, crecen y mueren en la pobreza, mientras otros viven en la más descarada de las opulencias. Sólo bastaría uno de estos millonarios de mal humor, enfermo o en retirada para causar un crack en nuestra economía. ¿Dónde está el poder real en el mundo y en nuestro país? Si con más del 40% de pobres estamos discutiendo el congelamiento de precios en algunos productos y hay quienes se resisten, quizás por ese lado se pueda encontrar la respuesta.