Alejandra Kamiya: “Si intentás ser honesta repetís tus temas, porque son los que te obsesionan”

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APU ENTREVISTAS

Alejandra Kamiya: “Si intentás ser honesta repetís tus temas, porque son los que te obsesionan”

30 Abril 2023

La escritora Alejandra Kamiya, autora de los libros Los árboles caídos también son el bosque, El sol mueve las sombras de las cosas quietas y el reciente La paciencia del agua sobre cada piedra, formada con el mítico Abelardo Castillo, dialogó con Agencia Paco Urondo sobre literatura.

Agencia Paco Urondo: Me gustaría empezar por ese primer momento, cuando aparece esa inquietud por escribir o contar historias y, después, decide dedicarse y empezar a publicar.

Alejandra Kamiya: Siempre escribí, fue como un hecho natural, no requirió de una gran decisión en ese sentido. Contar historias, también, es parte de mí. Sí hay un momento en el que me doy cuenta que eso es tan natural para mí, para otras personas no lo es. Hace algunos años tuve un bebé y eso cambió mucho mi rutina. Iba al supermercado, trabajaba y me dedicaba a él, en casa. Descubrí un concurso literario en el supermercado y me interesó el premio. Había un primer párrafo y tenías que completar una página con un cuento. Lo empecé a escribir ahí, pensé que había que presentarlo en el momento. Obviamente no era así, me explicaron las bases, mandé como correspondía el cuento (que era muy malo, además) y lo gané. Cuando fui a buscar el premio, las personas que obtuvieron el segundo y el tercer lugar se dedicaban a escribir. Todos me preguntaban hace cuánto que escribís, que tenés publicado. “Yo no escribo en ese sentido”, me decía. Y ahí fue cuando pensé que podía llegar a hacerlo. Mi mamá estaba leyendo un libro de Inés Fernández Moreno y me dijo “si vas a buscar alguien que te enseñe, ésta es una buena escritora”. La “googleé” y vivía a 10 cuadras de mi casa.

APU: ¿Y cómo fue ese encuentro? Llegaste a lo de Inés con ese cuento ganador, supongo. 

A.K.: No. Inés quería que se lo muestre y yo no quería, porque era realmente muy malo. El primer párrafo que te daban para continuar era malo. Intuí que tenía que ser malo todo el cuento, así que lo escribí a la misma altura del primer párrafo. Cuando se lo mostré, con la aclaración, me dijo que igual le servía porque era un modo de escribir que se parecía al modo que ella había utilizado cuando trabajaba en la industria publicitaria. Era como escribir con un objetivo, teniendo en cuenta tu interlocutor. Empecé con Inés, enseguida, y después me derivó con el que había sido su maestro, Abelardo Castillo.

APU: Terminaste con un gran maestro de escritores. Contame cómo fue esa experiencia.

A.K.: Fue lo contrario a lo que era el taller con Inés. Con ella era muy lúdico, relajado, amable, muy divertido. El taller con Abelardo era conocer el rigor de la escritura. Era palo y palo, otra forma que, de algún modo, se complementaba con el de Inés y que me sirvió mucho.

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APU: ¿Era grupal?

A.K.: Era grupal, alrededor de 10, 11 personas, todos alrededor de una mesa con un paño verde. Había una primera parte que la hacíamos en el living de su casa donde hablábamos algo como teórico y después pasábamos a la mesa donde, cada uno, leía y hacíamos una ronda de crítica. La crítica final era de Abelardo. A diferencia del de Inés, no se podía ser “amoroso” o excesivamente amable en la devolución, la idea era hacer una crítica dura que, a la hora de corregir, sirviera. Creo que Abelardo te juzgaba más por tu crítica que por tus textos.

APU: ¿Cómo fue, para vos, enfrentarte a esas primeras críticas?

A.K.: A mí me encantaba, el taller. Las críticas, o bien me servían, sentía que me daban en el medio del pecho, o las que no me servían sentía que me pasaban de largo. No son algo personal, están hablando del cuento, como si en una clase de tenis te dicen “levantá más el brazo”. Implica eso, nada más.

APU: ¿Cuál es tu materia prima, a la hora de escribir?

A.K.: Vivo bombardeada de materia prima, todo puede serlo. Desde una escena que veo en un bar, una película, o adentro de mi cabeza. Me preguntan mucho por lo autobiográfico, eso también puede ser un puntapié inicial, más o menos cambiado después. La única condición es que sea como un estímulo externo que tiene que ejercer como una clase de fricción con algo interno y eso lo convierte en materia prima de un cuento.

APU: ¿Ahí te sentás y tenés una rutina, una disciplina, o viene en cualquier momento?

A.K.: Empiezo como a trabajar internamente, da vueltas ahí y en algún momento entra como en ebullición y me tengo que sentar físicamente a escribir. El momento de estar sentada, escribiendo, para mí es el menos importante.

“Un estímulo externo que tiene que ejercer como una clase de fricción con algo interno y eso lo convierte en materia prima de un cuento”.

APU: ¿Por cómo vino elaborándose?

A.K.: Si, el trabajo anterior es como muy intenso.

APU: Elegiste un género muy difícil. ¿Hay algún tip, algún secreto que, para vos, tiene que tener un cuento?

A.K.: Saint-Exupéry tiene una frase que me encanta: “Un cuento está terminado no cuando ya no se pueda agregar nada sino cuando ya no se puede quitar nada”. Me parece perfecto, es exactamente eso. Hace poco, en una conversación con un periodista, él me decía “el cuento crece por despojo y la novela por acumulación”. Claro, entre las dos palabras, me inclino muchísimo más por despojo, me atrae mucho más. Entonces, no me parece raro que haya caído en ese género.

APU: Venimos hablando de procesos creativos, pero ¿cómo fue el de La paciencia del agua sobre cada piedra?

A. K.: El proceso creativo no es del libro, sino que cada cuento como que abre y cierra algo. Y llega un momento que hay como una sensación interna de que tengo un libro o cerca de él, que ya tengo que salir a encontrarme con lectores de nuevo. Junto y se forma como una especie de bola, con algunos huecos. En este caso, fue así. Escribí unos cuentos que encajaban y completaban esa bola.

APU: ¿Esto te lleva un tiempo regular?

A.K.: Eso lo fui viendo a posteriori. Me llevó unos 4 años, más o menos.

APU: Tus lectores creemos ver ciertos tópicos determinados ¿Los usás naturalmente o pensás en usarlos, cómo se va dando?

A.K.: Intento ser lo más honesta posible. Viste que siempre ocurre lo mismo, si intentás ser honesta repetís tus temas, porque son los que te obsesionan. Algo así como las sesiones de análisis, te dejan hablar de cualquier cosa y hablás más o menos siempre de lo mismo. Vi que no soy sólo yo. A todo el mundo, en el fondo, nos preocupan los mismos temas.

APU: Decías que siempre te preguntan por lo autobiográfico. Tenés ancestros japoneses, donde su cosmovisión del mundo se ve mucho en tu escritura…

A.K.: Ancestros suena como muy lejanos. Igual, para mí, aunque sean lejanos, incluso no conocidos, juegan en uno de algún modo. También tengo a mi papá, muy cercano, a quien miré toda la vida y de quien aprendí un montón de cosas. Seguramente juega. Lo que me pasó es que, a partir de la escritura, lo pude ver con más claridad. En general, hablo mucho con mi papá, pero no en el sentido de investigación, sino de la vida. Desde que empezó la pandemia vino a vivir a mi casa y hablamos mucho. De hecho, lo que estoy escribiendo ahora es acerca de conversaciones con él. Conversaciones casuales.

APU: ¿Surge por el lado del tiempo, de la vida y la muerte?

A.K.: Sí, pero a mí me interesa más cuando no es explícito y me resulta como más verdadero cuando se cuela en la entrelínea.

APU: ¿Qué te gusta, estás leyendo ahora o nos recomendás leer?

A.K.: Justo voy a dar un taller de lectura junto a Jorge Consiglio y al principio, cuando lo estábamos organizando, el primer modo que surgió fue como uno lo tiene clasificado. Por ejemplo, los americanos, los rusos, etc. Él venía de la radio de leer un cuento mío que es de perros, y medio en broma me dice “¿y si lo hacemos por temas?”. Le contesté “¿de perros?”. Y decidimos hacer un taller sobre perros. Por supuesto, el tema es una excusa. Entonces, estoy leyendo para ese taller, releyendo. Y, por ejemplo, arranqué con el que es, para mí, EL escritor de perros, Jack London. Elegí uno clásico, “Encender una hoguera”, y me mata como el primer día. Después, cosas más nuevas, porque siempre leo (como decimos entre amigos) “gente muerta”. Leí a Isabel Zapata y me gustó mucho. Me regalaron y todavía no leí uno de Erri de Luca, de quien creía haber leído todo; un amigo descubrió que no era así y me regaló La natura expuesta. Me compré, no pude dedicarle el todo el tiempo que corresponde, pero leí la primera página y me enamoré, el último de Roncino que se llama Una música.