Dossier Fractura: Días de tinta y ron
Por Juan Cruz Guido
“¿Lo huelen? Es el olor de los canallas. Pero también de la verdad. Hay olor a tinta”
The Rum Diary
Hunter Stockton trabajaba como copista en la revista Times. En sus horas libres, después de desgrabar entrevistas, redactar horóscopos y demás vicisitudes de una publicación de interés general, el estudiante de periodismo transcribía febrilmente libros de Ernest Hemingway y Scott Fitzgerald. Tipeaba cada una de las letras que habían elegido para lograr un Adiós a la armas, Por quién doblan las campanas, El Gran Gatsby. Admiraba en los dos escritores estadounidenses, como él, la intersección entre periodismo y literatura. Relato y acción. Conseguir hablar, levantar una voz que, por no objetiva, rompa el paradigma del periodismo moderno y productivo. Lo real –autobiográfico- se diluía en una ficción que expresaba claramente un sentido ético. El héroe, por más que fracase, es ético. El fracaso, incluso, lo vuelve aún más ético.
En busca de esas aventuras, Hunter Stockton vuela, con apenas 22 años, a Puerto Rico. 1959. La colonia estadounidense en Centroamérica era un punto de operaciones vital del país en “su patio trasero”. Mientras el gobierno y sus agencias de inteligencia masticaban la revolución cubana y planeaban estrategias para derrocarla, los hoteles y casinos de la Cuba de Batista se mudaban a la vieja San Juan. La propia planta de ron Bacardi, comenzó a vender el clásico Havana Club aprovechando el bloqueo económico. Militares, financistas y muchos dólares para ser lavados y devueltos a los Estados Unidos desde paraísos fiscales de la zona. Ese era el panorama de la isla cuando Hunter Stockton aterrizó para trabajar como periodista deportivo en un diario en inglés, dentro de un territorio donde se hablaba español. El único fin del periódico era entretener a vendedores de autos usados de los Estados Unidos profundo, que iban en cruceros a vivir el Sueño Americano durante una semana y volvían a sus casas, asegurando que habían conocido “el Caribe”.
Hunter Stockon esboza una novela, influido por sus dos referentes, que no publicaría. El diario del Ron. Un periodista, Paul Kemp, comienza a trabajar en el San Juan Star como cronista en los bowlings, por donde pasaban “las langostas” que bajaban de los barcos y arrasaban con casinos, playas y bufetes. La ciudad, en cambio, no la recorrían “porque era muy peligrosa”. Ante esa decadencia consumista, el protagonista de la historia se decide a entregarse a largas fiestas y giras de ron por San Juan. Una detención por enfrentarse a la policía lo lleva a la cárcel de la que sale gracias a un ex colega. Un periodista devenido en relaciones públicas de un desarrollo inmobiliario. El ejército le venderá a ese consorcio unas islas, donde hay bases militares, para montar un hotel. El personaje paga la fianza de Kemp para que escriba una reseña beneficiosa.
El avance sobre los derechos de los puertorriqueños, el valor de la tierra en un paraíso natural. Kemp escribe: “Los seres humanos son las únicas criaturas de esta Tierra que proclaman tener un Dios, y los únicos que actúan como si no lo tuvieran”; cita a Oscar Wilde: “Conocen el precio de todo, pero el valor de nada”.
Los conflictos y contradicciones en el oficio periodístico. A la vez una óptica ética frente a una decadencia inaceptable. Se empieza a filtrar Hunter Thompson.
The Rum Diary, editado 40 años después, en 1998, es el libro que marca definitivamente la escritura de Hunter S. Thompson. Su lectura necesariamente política de la realidad. La noción de farsa y la exhibición de poder de un imperio en ciernes. La labor periodística siempre persiguiendo ese hilo.
A pesar de que la década del ´60, el rock y el movimiento hippie influirán en él en los años siguientes a Puerto Rico, Hunter nunca olvidará el abordaje político. La capacidad de señalar la degeneración política: la justificación de una guerra. “Nixon es un ladrón barato y un criminal implacable que mató más gente con bombas en Laos y Camboya que la que el ejército estadounidense perdiera en toda la Segunda Guerra. Cuando los estudiantes de la universidad Kent State en Ohio protestaron contra los bombardeos, él complotó para atacarlos y hacer que los mataran tropas de la Guardia Nacional. Algunos dirán que palabras como "basura" y "podrido" están mal en el periodismo objetivo. Lo que es cierto. Pero pierden el foco. Fueron los puntos ciegos incorporados a las reglas objetivas y el dogma los que permitieron que Nixon se arrastrara a la Casa Blanca en primer lugar" (Miedo y asco en la campaña presidencial, cobertura para la revista Rolling Stone, 1972).
Los pseudónimos (Paul Kemp, Raoul Duke, Dr Gonzo) van cayendo a lo largo de los años. Al final el héroe va a ser el mismo: Hunter Thompson. Dos actores de Hollywood, Bill Murray y Johnny Depp, lo interpretaron en vida. Era demasiado. Como su querido Ernest, puso punto final a la novela.