Fortalezas interiores para apropiarse de un mundo hostil
Por FerKan
Suena paradójico que desde un libro alguien proponga que la intemperie sea un lugar seguro porque lo que consideramos en la actualidad como exterior, desde hace mucho tiempo, se ha convertido en un espacio lleno de peligros e incertidumbres, territorio hostil donde la multiplicidad de estímulos abruma a las personas. De todas maneras, se sabe que la poesía funciona como un abrecaminos, una forma de amplificar los sentidos, a partir de la metáfora se pueden construir otros universos, transformar lo que estaba quieto o sin cuestionamiento.
Luciana Ravazzani, en su nuevo libro compuesto por 73 poemas breves sin título y organizado en tres partes, tiene la habilidad de escribir versos que pueden conmover y transformar al mismo tiempo, sin que haya una actitud estridente, una pose altisonante.
En la primera parte, El interior de las cuevas, demuestra que se puede reflexionar sobre la muerte (…) “La muerte se alarga una tarde en mi ventana, / me mira mientras hago un crucigrama”. O también puede aferrarse a un objetivo del espacio exterior como si fuera un cuerpo en la intimidad con el que sentirse seguro: (…) “Pasa un avión. / Tiene cálidas luces íntimas / anhelar el cuerpo caliente de un avión”. Al final brinda una orientación más precisa acerca de esa intemperie de la que quiere apropiarse la poeta, porque no es que quiere jugar con la paradoja e invertir el sentido de la palabra y convertirla apenas en un refugio, sino que cuando plantea: (…) “Pero sin asilos para estar más lejos, / asilos para asir / fuertemente todos los pasos, / también los que se dan en falso, / asilos para asir” (…) es un intento firme y sincero de hacer pie en el afuera a partir de una mirada previa que descubre los vericuetos del alma con profundidad. Y en este contexto de luchas en el que las mujeres actuales quieren hacerse oír y participar con fuerza en la vida social, la poesía de Ravazzani parece ir en esa dirección, en tomar para sí lo que lo corresponde, incluso su objeto amado, pero sin proclamas y con su voz casi susurrando al oído.
En la segunda parte, Documental romántico, profundiza en los sentimientos de pareja, aborda algunos tópicos románticos, como la muerte, la noche, la eternidad o la felicidad, pero lo hace con sencillez y justeza, sin caer –vaya paradoja– en la idealización romántica del amor. (…) “Cuando me acostumbré / a mirarte todas las veces igual y distinto, / pienso en una casa, un martillo, cosas menos desesperadas, / alguna paloma ligera.
Incluso se permite la ironía desdramatizadora: Cuando sentí que ni lágrimas ni fondo del mar / documental romántico en el medio. (…) Y de nuevo la manifestación explícita interior-exterior: “Un interior abierto. / Yo quería exterior / de calles de tierra, / de clubes de fútbol (…) Y como si esto fuera poco termina con versos más esclarecedores que confirman lo que se viene diciendo: (…) “La intemperie es un lugar seguro / si está embriagado de vos (...) Es el mundo abierto y yo un arbolito adaptado a tu piel.
En la tercera parte, Hace lejos, es más breve pero no menos intensa. Aquí Ravazzani, contrariamente a lo esperado, se vuelve más introspectiva, con sus recuerdos de vida cotidiana y de niñez: “En mi infancia una melancolía se me acercó / me dijo que iba a soportarla mejor “(…) Estos versos casi finales no desmienten lo que se viene sosteniendo en este texto, porque ese mirarse adentro no significa una ruptura con el deseo de habitar el mundo exterior. Ravazzani, como poeta y como mujer, utiliza la introspección como una forma de tomar impulso y lanzarse a la intemperie en efecto catapulta, sabiendo que allí afuera no la espera una vida sin riesgos, pero sí sabiendo que es más seguro sobrellevar los momentos desapacibles después de conocer su interior y rodeada de sentimientos profundos. Y en épocas de auge neoliberal que desintegra la vida de las personas, este libro despliega amor como gran carta de triunfo. Y en medio de tanta dureza el derecho a la felicidad debería considerarse como la base mínima para reconstruir cualquier vínculo humano.
La intemperie es un lugar seguro / Luciana Ravazzani – 1° ed. CABA: Del Dock, 2019. 96 páginas.
Biografía:
Luciana Ravazzani nació en Buenos Aires el 31 de mayo de 1981. Es licenciada en Psicología. Publicó los libros de poemas El ombligo de las naranjas (Pánico el Pánico, 2011); Intenciones de hablarte (Pánico el Pánico, 2012); Desde las bisagras (Ediciones en Danza, 2015) y en narrativa Recién despierta (Alción Editora, 2017).
Participó de la antología de relatos e imágenes (8cho&ocho8) (Arset ediciones, 2014). Con el colectivo literario “Las Claudias” publicó el e-book Pelos (Outsider, 2015) y Retrato de Claudia Bollini (Unrío ediciones, 2017)