Gerardo Ciancio: “Montevideo es una ciudad de lenguaje”
Por Hernán Casabella
Foto: Paola Scagliotti
Nació en el barrio Parque Rodó de Montevideo, muy cerca del estuario o el “mar” como le llamamos acá. Recuerda que durante años jugó a las muñecas con sus cinco hermanas en un viejo altillo de la casa de sus viejos. Siempre le tocaba la muñeca más maltratada, es decir, vieja y casi de descarte. La pelota vino años después, con su hermano y la férrea voluntad de su padre para que fuera hincha del Club Nacional de Fútbol (y de River Plate en la orilla bonaerense). Hoy en día es Profesor de Literatura egresado del Instituto de Profesores Artigas y Máster en Educación (Universidad Complutense). Realizó cursos de capacitación en temas de Educación en la Universidad de Beijing (2011) y en Kiushu, Japón adonde llegó dos meses después del tsunami en 2012. Se desempeña como Director de un liceo de Bachillerato en Montevideo. Ha publicado los libros de ensayo La crítica literaria integral (Academia Nacional de letras,1997), La ciudad inventada, (Academia Nacional de letras, 1997), La cultura en el periodismo y el periodismo en la cultura. De Mario Benedetti a Maldoror (Universidad de la República, 2007), Soñar la palabra (Planeta, 2012); y de poesía Arquitrabe (Editorial Aedas, 2010), Cieno (Editorial Yaugurú, 2011) y Haikus de Kiushu (Editorial Yaugurù, 2017). Este año la Intendencia Municipal de Montevideo publicará Linaje, libro que obtuvo el Premio Onetti de Poesía en 2020.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?
GERARDO CIANCIO: Quizá no recuerdo exactamente el primero. Tengo mis dudas. Pero recuerdo un libro que por su tema, diseño, ilustraciones y calidad, me impactó mucho y lo leí completo. Era una extensa crónica de la conquista de México por parte de Hernán Cortés y sus escasas tropas españolas. Ese encuentro violento y con visos cuasi míticos entre dos culturas tan diferentes me marcó mucho. Poco tiempo después, leí Tabaré de Zorrilla de San Martín, lectura que mi madre me sugirió. Yo tenía siete años.
APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)
GC: Acá opino como Jorge Luis Borges: si hay que abandonar la lectura, se abandona, sin mayores remilgos. Ahora bien, eso se da de bruces contra mi disciplina de lector-crítico que se empecina en leer todo el libro, sin cejar esfuerzos.
APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?
GC: Que circulen es lo importante. ¿Cómo? No interesa demasiado. El libro busca a su lector, legal o furtivo no es la cuestión. Y en eso estoy alineado con Roberto Bolaño. Claro que, en mi fuero interno, no me gusta robar ni que me roben libros. Pero cuando tenés una biblioteca más o menos voluminosa, es decir, miles de libros en los estantes, hay una cierta vigilancia o control que se pierde. Y eso es lindo: a veces, podés encontrarte en tus propios anaqueles con libros que no sabías que los tenías, hallazgos regocijantes en tu propio yacimiento.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?
GC: Más que libros, me interesan autores, muchos, quizás demasiados para enumerar. Siempre tuve un ojo puesto en la poesía argentina, y eso se refleja en mi biblioteca. Allí Borges se pasea por varios estantes, pero no le quita su importante espacio a Perlongher, Urondo, Walsh, Thenon, Biagioni, Bellesi, González Tuñón, Juarroz, Ortiz y una serie de poetas, particularmente del siglo pasado, que me constituyen como lector y autor.
APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?
GC: El Quijote, la Divina Comedia, La Odisea y la poesía completa de Lezama Lima. No obstante, si me exilian a la isla, pido para llevarme toda mi biblioteca, aunque sea un despropósito.
APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificado?
GC: No por el momento.
APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?
GC: El último capítulo de la segunda parte del Quijote, la muerte del loco lindo. La muerte de un lector apasionado y de una idealista contra vientos y molinos.
APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?
GC: Creo que en la infancia. Escribía en hojas sueltas breves textos. Luego, en la adolescencia, escribía sobre misterios bíblicos, ovnis, historias de horror, poemas y un diario personal que perdí. Por suerte.
APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?
GC: No. Funciona a impulsos, hasta ahora, por lo menos. Hay como un “ser” que te tienta: una expresión, una palabra, un sueño, un recuerdo, una anécdota. Luego, sin saber bien cómo, deviene la escritura.
APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?
GC: Habiendo lápiz y papel, alcanza.
APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?
GC: Un problema sin resolver. El lenguaje inclusivo tiene raíces ideológicas y retóricas, no es necesariamente un asunto gramatical. Intenta denunciar una historia de dominación patriarcal, visibilizar uno de los grandes temas de la humanidad (que es femenina). Hace poco leí un artículo que demuestra cómo en la preshitoria no sólo el varón salía a cazar fuera del “hogar”. Hay vestigios antropológicos de mujeres cazadoras. Hay un relato construido desde una masculinidad monopolizante. Quizás sea hora de narrar desde otro lugar para construir un presente y un futuro diferentes. La literatura también es una herramienta de cambio.
APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?
GC: Son espacios de difusión, de encuentro y de intercambio. Ojalá siempre existan en el centro, los barrios, en los pueblos. Mucha gente llega al fenómeno literario por estas vías, y eso los hace muy válidos.
APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?
GC: Tuve una etapa donde el insomnio me llevaba a sentarme a leer en la biblioteca de mi casa. Luego usaba esas mismas horas de desvelo para escribir. Por suerte ahora duermo, luego existo. Los vicios y las virtudes son categorías que prefiero eludir.
APU: ¿A quién relees periódicamente?
GC: Consulto mi Borgesteca, a Lezama, a Whitman y a otros poetas que me gusta releer. También disfruto releyendo los trabajos críticos de Harold Bloom. Me ilustran y divierten.
APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?
GC: A muchos, pero ahora pienso que Juan L. Ortiz amerita una reedición. Una buena muestra de los autores llamados “del grupo de Boedo”, y quizás la obra completa de Emeterio Cerro.
APU: ¿Qué opinas de la literatura argentina de la última década?
GC: La literatura argentina siempre fue un lugar de aprendizaje para los lectores y escritores de este lado del río, es decir, para los uruguayos. Creo que en los últimos años hay una explosión de la poesía muy interesante, diversa, polifónica.
APU: A calzón quitado, ¿lees a tus contemporánexs o solo lees las contratapas?
GC: Como he trabajado muchos años en la crítica, soy un lector disciplinado del interior de los libros contemporáneos. Se aprende mucho al mirar y leer a los costados.
APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?
GC: Acabo de terminar la última novela de Mariana Enríquez, un shock de horror, novela negra, esoterismo, narrativa neogótica y lenguaje, muy bueno.
APU: La ciudad inventada es un ensayo que recorre Montevideo a través de la historia de la poesía y las letras de canciones ¿es posible conocer esta ciudad a través de las palabras?
GC: Montevideo es una ciudad de lenguaje. Ya en su nombre, como lo quiere la leyenda “Veo un Monte”, o como escribió Borges hace casi 100 años: “ciudad que se oye como un verso”.
Cuando trabajé en ese libro, descubrí que desde siempre los poetas tematizan a Montevideo en su obras y canciones. Recuerdo que ya en las invasiones inglesas de comienzos del siglo XIX, un poeta de origen catalán le habla a la sufriente e invadida ciudad de San Felipe y Santiago.
Hoy, Montevideo está en las palabras de los poetas, los baladistas, los raperos y los letristas de carnaval. Es una ciudad dicha y escrita, además de ser un topos geográfico.
APU: Soñar la palabra fue el primer galardón en la convocatoria del Premio Internacional de Ensayo Mario Benedetti del año 2011, ¿qué te llevó a su poesía y no a su narrativa, por lo que fue más consagrado?
GC: Precisamente, hay poco material crítico sobre la poesía benedettiana. Quizás se conozcan textos mutados en canciones o letras de canciones del propio Mario, interpretadas por diversos autores, especialmente, de nuestra región rioplatense y de España. Pero su obra poética, dilatada, diversa, despareja, es de una gran coherencia. Hay que pensar que fue escrita entre 1940 hasta bien entrada la primera década de este siglo. Y en ese enorme lapso de tiempo trabajó el verso libre, el soneto, el haiku, la novela en verso y otras formas y formatos poéticos que lo erigen en un referente de nuestras letras.
APU: Con Arquitrabe te largaste a editar un primer libro de poesía cuando el mundo literario te tenía asociado a la crítica, podemos decir que te mantuviste largo tiempo en una suerte de silencio de tu propia voz poética ¿qué te impulsó a largarte con todo en un estilo neobarroco?
GC: Un amigo fallecido, el poeta Enrique Bacci, conocía mis escritos poéticos. Él me manifestaba siempre que los debía “asomar”, publicar, etc. La posibilidad del anonimato en el concurso literario del Ministerio de Educación y Cultura fue la oportunidad de “sacar” esos textos al “afuera”. Durante muchos años venía leyendo y releyendo a Góngora, Lezama, Perlongher, Kozer, Zelarayán, etc. Esa biblioteca barroquizada me tomó de la mano para escribir por un camino donde la comunicación no era prioridad. El lenguaje y sus diversos juegos y driblings me interesaban más, sin desconocer que detrás siempre hay mensaje.
APU: ¿Tu libro Cieno es una continuidad de Arquitrabe más “embarrado” todavía? ¿Cómo ves Cieno a la distancia?
GC: Es un libro que quiero, que guardo con cariño pero al que no volvería. Es hijo del insomnio del que hablaba, de la impotencia frente a la muerte y otras situaciones, de la rabia por tratar de embretar lenguaje en la hoja. Sentía que el lenguaje percude todo lo que toca, o toca todo lo que percude, no sé. Eso quería ponerlo sobre blanco. Ahí está. Sigo disfrutando la circunstancia que, casi desde el secreto, desde el mero anonimato, obtuvo el Premio nacional de poesía. También por eso guardo tres ejemplares, trillizos de la alegría escritural.
APU: En Haikus de Kyushu hay un salto del exceso de lenguaje a la mayor austeridad posible. Contamos ese proceso.
GC: Exacto. Desde la adolescencia me interesa la filosofía de Oriente, ya sea por la filosofía en sí misma, por las artes marciales, por la poesía oriental. Desde hace unos años me proveo de cuanto libro de haikus y otros géneros japoneses puedo obtener. Hay algo prístino y profundo en la escritura poética de esa región del mundo. También hubo una búsqueda en mí en el sentido de encontrar formas más transparentes del lenguaje, cubiertas de velos, pero transparentes al fin. Todo ello se potenció con una estadía en el sur de Japón, en la isla de Kiushu, poco después del gran tsunami que asoló la región del noreste japonés. Durante esas semanas, mi amor por la cultura japonesa, su escritura, sus costumbres, se acrecentó. Hubo como un despojarse de la excesiva retórica barroca, una necesidad de jugar en el tablero de tres (haiku) o cinco líneas (tanka). UN desafío.
APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?
GC: Entre 1996 y 2005 coordiné talleres literarios en cuatro localidades del interior del país. Eran talleres de escritura creativa centrados en la poesía. Creo en ellos como espacio de aprendizaje. Luego, si aparece una poeta o un poeta, es otra cosa. La dinámica del taller colabora en ello, motiva, es un acicate.