Gisela Galimi: “Yo, la dramática, me siento leve entre esas letras”

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    Gisela Galimi
ENTREVISTA

Gisela Galimi: “Yo, la dramática, me siento leve entre esas letras”

26 Febrero 2023

Gisela Galimi nació en Lobos, provincia de Buenos Aires, en 1968. Recibió su licenciatura en Periodismo en la Universidad del Salvador. Es poeta y profesora del taller de Comunicación Oral y Escrita de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Palermo. A los 16 años ganó el premio Givre, de la poesía joven. A los 17 participó en el programa "Primavera en Libertad". Ha trabajado en Buenos Aires en los diarios: Ámbito Financiero, La Prensa y Clarín. Es autora de los poemarios Claroscuro y Colorado (2005), Para que nada cambie (2012), Memoria de la piedra (2015), Flamenquitos y otros poemas (2017) y Mi cuerpo ajeno (2019). 

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cuál fue el primer libro que leíste completo y sin obligación de hacerlo?

Gisela Galimi: Nunca sentí obligación por leer. Siempre fue para mí un disfrute total. El primero que leí sola fue a los 8, Mujercitas y lo volví a leer muchas, muchas veces.

APU: ¿Los libros se leen hasta el final o se abandonan? (Si abandonaste alguno, ¿cuál fue y cuál es la anécdota que valga la pena?)

G.G.: No asocio libro con obligación. Tampoco con leerlo todo de un saque o seguido. A veces empiezo dos o tres, los dejo, los vuelvo a agarrar. Muchas veces los dejo por ahí, los pierdo, inclusive, y después los sigo. En vacaciones no, en vacaciones me leo los míos y los de los demás. Si van conmigo a algún lugar tengan cuidado porque me presto sus libros.

APU: Los libros, ¿se compran, se regalan, se prestan, se pierden, se devuelven, se venden, se roban?

G.G.: Se gozan. Lo otro es consecuencia del estado de metejón con el libro y la posibilidad. Lo más bello es que circulen. En pandemia saqué al pasillo algunos míos e invité a los vecinos a venir a llevarse y funcionó bastante bien.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura argentina?

G.G.: Uy, qué difícil. Me gusta lo que sorprende, como Museo de la Novela de la Eterna, de Macedonio Fernández, o Venturini y su modo de armar personajes. También los cuentos de Cortázar y lo que cala despacio en el alma humana y te ayuda a comprender la naturaleza de las personas, como los cuentos de Abelardo Castillo.

APU: ¿Cuáles son tus libros preferidos de la literatura universal?

G.G.: Más difícil aún. Los clásicos rusos, El amor en los tiempos del cólera, los cuentos de Carver; Conversaciones en la catedral, de Vargas Llosa; Océano Mar, de Baricco; El Extranjero, de Camus; El vizconde demediado, de Italo Calvino. La lista podría ser interminable… En los últimos años leo más que nada filosofía.

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Para que nada cambie

APU: ¿Hay algún personaje de la literatura con el que te sentís identificada?

G.G.: Desde los ocho años siento que podría ser Jo, de Mujercitas. Pero me hubiera casado con Laurie. ¡Qué mal eso de renunciar al amor!

APU: Así de arrebato, ¿qué final te viene a la memoria?

G.G.: El de El amor en los tiempos de cólera. Ellos navegando en la barca, como se pueda y hasta que se pueda. Si eso no es un gesto de amor, no sé cuál sería.

APU: ¿Cuándo comenzó tu gusto por la escritura?

G.G.: No recuerdo no tenerlo. De niña, en mi casa, tenía unas enciclopedias con poemas infantiles y me los sabía todos de memoria. Y mi padre me leía a la noche Las aventuras de Isidoro haciéndome las voces de todos los personajes. Siempre leí y siempre escribí. Si prestás atención, la mayoría de los niños lo hacen. Solo que muchos padres le dicen a sus hijos que no digan tonterías…y los míos me compraron un cuaderno.

APU: ¿Tenés alguna rutina al escribir?

G.G.: En general, escribo de mañana. No sé si es rutina, es el momento en que suelo estar más despejada, más tranquila. Si es posible prefiero hacerlo antes de salir a la calle, o hablar con gente o escuchar música. Cuando suceden estas cosas es como que el pensamiento se me llena de otras mentes y otros ruidos y ya no fluye. Se traba algo entre la poesía y la realidad.

APU: ¿Tenés objetos fetiches que te sean vitales al momento de escribir?

G.G.: ¿La computadora puede considerarse fetiche? Ahora, en serio. No. Soy una escritora sin fetiches. A veces me gusta estar descalza. Pero simplemente porque a la mañana me gusta mucho estar descalza y sentir el frío del piso. Creo que es, más que nada, una coincidencia horaria.

APU: ¿Lenguaje inclusivo en la escritura sí o no?

G.G.: Sin juzgar. Yo no escribo en inclusivo porque, por generación, no me sale natural, pero lo respeto y lo utilizo cuando mi interlocutor me lo pide. La operación de escribir es tan maravillosa que yo creo que no debíamos excluir nada porque sí, ni usarlo porque sí. Todo depende de lo que estemos decidiendo y cómo queramos decirlo.

"Siempre leí y siempre escribí. Si prestás atención, la mayoría de los niños lo hacen. Solo que muchos padres le dicen a sus hijos que no digan tonterías…y los míos me compraron un cuaderno".

APU: ¿Cuál es tu opinión sobre las presentaciones de libros y los ciclos de lecturas?

G.G.: Jajaja ¿De las propias o de las ajenas?  Siempre que puedo, trato de convertirlas en conversaciones. No siempre puedo.

APU: ¿Cómo se lleva tu literatura con el insomnio, con las noches, con los vicios?

G.G.: Mi literatura es hija de la mañana y del trabajo. Es algo que sucede como un estado de gracia. De noche solo puedo pintarme y sonreír ¡y a veces ni eso! Admiro mucho a quien puede escribir de noche. Yo, a esa hora, ya conecté con la realidad y perdí la poesía.

APU: ¿A quién releés periódicamente?

G.G.: No tengo ninguna rutina de lectura. Más bien leo para escribir. Sigo temas, obsesiones, investigo. Entonces, a veces, vuelvo a leer textos como el ritmo de Octavio Paz porque me sirve para lo que estoy pensando. Pero sin ningún tipo de rutina. Ni siquiera pude darle los antibióticos a mis hijos a horario…imaginate con la lectura.

APU: ¿Qué tres autores argentinxs reeditarías?

G.G.: A Baldomero Fernández Moreno, tan olvidado. Ya con eso me contentaría.

APU: ¿Qué opinás de la literatura argentina de la última década?

G.G.: Me gusta la operación de escritura que hace. Esa escritura aparentemente más simple, sin tanta descripción, pero que de golpe te estalla. Samanta Schweblin, por ejemplo, o Venturini. ¿A Venturini la podemos poner como de la última década?

APU: A calzón quitado, ¿leés a tus contemporánexs o solo leés las contratapas?

GG: Leo, leo. Mi lectura es, sin embargo, estacional. En verano, que no tengo tanto trabajo, leo todo lo que puedo. En invierno releo libros para dar clases. Pero en poesía, en general, no recuerdo tanto autores como poemas y eso es maravilloso porque los poemas te acompañan.

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Mi cuerpo ajeno

APU: ¿Qué estás leyendo actualmente?

G.G.: Escribir en el agua, de John Cage y el último libro de poesías de María Casiraghi.

APU: ¿Cómo llegaste a tu primer libro?

G.G.: Mi primer libro es Claroscuro y Colorado. Un libro con suerte. Yo era bastante grande, tenía como 35 años y no había hecho nada con la poesía más que escribir y guardar. Un día me crucé casualmente con el querido Daniel Chirom. Me dijo que él era poeta, le dije que yo también y me incitó a hacer un libro. Él mismo me presentó a María del Carmen Colombo y ella a José Luis Mangieri. Entré a la poesía por la puerta grande y esas tres personas que admiro. Para organizar lo que había escrito hasta ese momento, dividí los poemas en Claros, Oscuros y Colorados, son poemas de mi vida hasta ese momento, el amor, los hijos, los amigos, mis padres…y así nació, rápido y sin dolor mi primer poemario.

APU: ¿Hacer un primer libro te cambia para el segundo? ¿Cómo supiste que estabas escribiendo otra cosa?

G.G.: Mi segundo libro fue Para que nada cambie. Ahí trabajé una escritura más recortada, con más edición, fruto del taller de María del Carmen. Poemas de amor y desamor. Un libro bastante triste que recuerdo con cariño. Definitivamente era otro conjunto porque respiraba distinto, tenía una voz diferente. Y una tristeza.

APU: ¿Y cuándo comenzaste a perseguir obsesiones como aconsejan los grandes poetas?

G.G.: Eso llegó con mi tercer y cuarto libro, ambos editados por Textos intrusos. El primero, Memoria de la Piedra, fruto de una obsesión: qué se hace con la piedra. Esa que nos sostiene y nos aplasta. Pensaba todo el tiempo en ese dilema. Un libro que quiero mucho, porque lo mastiqué investigando, observando y vibrando con el eco de la naturaleza. En cambio, Flamenquitos y otros poemas fue un libro más leve, un espacio de juego entre las palabras y la danza, cuando quise aprender a bailar y no pude, jugué con los sonidos. Pero también fruto de una obsesión, el flamenco y su desgarro. Un desgarro que me encanta porque yo, la dramática, me siento leve entre esas letras.

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Una palabra tuya

APU ¿Por qué, finalmente, escribiste sobre el cuerpo?

G.G.: Mi cuerpo ajeno, un libro sobre el cuerpo que no percibimos. El verdadero cuerpo, el de la piel para adentro. Necesariamente es un libro que se escribe con una cierta edad, porque el cuerpo se percibe en sus huellas. En el dolor de una rodilla gastada, en el recuerdo del parto, en la nueva forma de respirar, cuánto tuvimos que atravesar la tristeza. Esa interioridad me llevó a muchas preguntas y muchas respuestas sobre los sentidos y los sentimientos. Es un libro que va desde los pies a la cabeza. Es un libro importante para mí, porque implicó unir partes, rearmarse.

APU: Y del cuerpo a la lepra ¿Por qué escribir sobre un tema tan temido?

G.G.: Por obligación con mi propia historia y todos los que aún sufren. De chica tuve lepra. Mis padres guardaron el secreto, incluso para mí. Me curé y no tengo marcas, salvo las de comprender la importancia de cuidar, del amor y de sanarse. Creo que era una obligación con la vida contar eso. Para que la palabra no siga siendo discriminatoria ahora que la enfermedad se cura en seis meses. Por eso pensé que era importante recurrir a la belleza para contarla. ¿El resultado? Algo que alguien describió como una ficción poética.

APU: ¿Qué es lo próximo de Gisela Galimi que se viene para disfrute de los lectores?

G.G.: ¿Para el disfrute de los lectores? Jajaja no sé. Pero estoy escribiendo sobre la lluvia, o sobre la no lluvia. Algo entre distópico y esperanzador, tal como me levanto cada mañana... y también algo de no ficción sobre cartas de amor. Porque nos toca como redefinirlo, ¿no?

APU: ¿La escritura puede aprenderse en un taller?

G.G.: No sé si el taller te “enseña a escribir” te pone creo en estado de escritura, te alienta a avanzar, te enfrenta a otras voces. En definitiva, creo que un buen taller te hace crecer porque acompaña tu propia voz.

* Por decisión del autor, el artículo contiene lenguaje inclusivo.