Manuel Álvarez: “Mi idea es trabajar un universo donde haya personajes que se repitan y se crucen”
Manuel Álvarez es escritor, editor, autor de (entre otros) Nadie sale de acá, que es un libro de cuentos, y En ninguna parte, novela. En conversación con AGENCIA PACO URONDO se refirió a las estructuras que utiliza a la hora de construir su narrativa y sobre su libro recién salido, Una nube viene.
Agencia Paco Urondo: María Negroni decía que hay como dos orígenes del inicio de la escritura, uno es la lengua materna y el otro la biblioteca ¿Estás de acuerdo?
Manuel Álvarez: Está bueno lo que dice Negroni, estoy de acuerdo. En mi caso, se da un poco las dos cosas. Lo de la biblioteca viene más por mi viejo que siempre fue bastante lector. No tanto de de ficción, sino más de filosofía. Me acuerdo que, cuando era chico, me daba libros de Nietzsche, por ejemplo, y yo no entendía nada. Esas cosas que, sobre todo en la adolescencia, uno se pierde bastante. Después, tuve la suerte de que mi hermana mayor (que también es escritora) leía muchísimo y yo quería imitarla porque veía que disfrutaba y me parecía alguien superculta. Me acuerdo perfecto que me dio El juguete rabioso siendo muy chico, tendría 15, era la época que empezaba a leer fuerte. Empezaba a salir Harry Potter y yo lo leía. Y a Roberto Arlt por ella.
Me interesó mucho lo de la lengua materna porque creo que la narración me viene así, de mi vieja. Ella es una gran narradora oral, obviamente no escribe, pero es alguien que te toma cuando cuenta una anécdota, está siempre contando historias. A mí me inspiró y me inspira bastante para escribir. Eso sí, me siento más vinculado a la biblioteca, siempre estoy leyendo, es algo que me que me apasiona y me da placer.
APU: Tiene que ver con esta idea de que no se puede distinguir el escritor del lector, es un camino que va en conjunto, pero ¿cómo tomás la decisión de escribir, publicar y editar?
M.A.: Cuando uno es tan adicto (en el buen sentido) a la lectura, como decanta, en un momento te encontrás con la mano escribiendo. Tengo que pensar un origen del escritor; el del lector lo tengo muy claro, el que te conté antes. Empecé a escribir tarde, a partir de los 20 me empecé a animar. A los 25 arranqué con un taller. Hoy, hay chicos que escriben bárbaro desde los 18. Estudié Abogacía, soy abogado, trabajo como tal porque como escritor solamente no puedo vivir, pero me daba cuenta que no me apasionaba. Así fue que me fui animando a mostrar lo que escribía. Escribía blogs y no me leía nadie. Después, por recomendación de mi hermana, fui a un taller a principios del 2010 con Silvina Giaganti. Como soy medio fanático de los policiales quería escribir uno que fuera mi primera novela, y terminó siendo A ninguna parte. Tengo muy arraigado esas lecturas de Chandler, por ejemplo, que me encanta.
APU: Por lo que decís, fue importante esa idea de taller, de interactuar, compartir esa instancia donde uno empieza a mostrar y escuchar las primeras opiniones.
M.A.: Es colaborativo. Y además, es también sentirse valorado, en un punto. Que lo que uno escribe tiene cierto impacto en otras personas, eso envalentona. En mi caso fue así. Creo que alguna vez hablé con vos y te conté cómo fue lo de la novela, que estaba viajando en subte y leí en un diario que te daban, la noticia que después terminé ficcionalizando.
APU: Eso inicia A ninguna parte ¿Cómo fue la construcción de los personajes?
M.A.: Lo bueno que tiene la novela es que, justamente, el espacio para trabajar los personajes es una cuestión de longitud. En los cuentos es todo mucho más situacional. En la novela uno puede trabajar introspectivamente a los personajes. Quería que el principal fuese un imitador de Marlowe, el detective de Chandler, un tipo que
está atravesado por la literatura y se termina creyendo que es un Marlowe. Porque si bien él se ve más como un intelectual, está armado para la aventura; sale y se manda cagadas, se cree que por tomar whisky va a resolver un caso, una especie de detective fallido, el escritor detective. Cuando leí la noticia en el diario de que había un sepulturero, me hice un poco el perfil y pensé que Varela era un personaje que ya estaba escrito, era agregarle un poco de misterio, todo el trasfondo de Malvinas.
Para mis novelas me armó todo un boceto con los nombres de los personajes, hago como un identikit de cada uno, una línea temporal y pongo puntos de referencia que son escenas que quiero trabajar. Me gusta no sólo contar una historia, sino también trabajar en la construcción de una escena de esa historia.
APU: Este detective parece seguirte ¿Puede aparecer en otras novelas?
M.A.: Todo lo que tengo escrito se vincula. Para alguien que leyó A ninguna parte, hay más de un guiño en Una nube viene. De hecho, mi idea es trabajar un universo donde haya personajes que se repitan y se crucen, incluso de generaciones anteriores. Pero sí, a Zinder lo pensé como alguien que vino para quedarse, que esté, incluso cuando no está. Esa es la idea con él y con su árbol genealógico. Con Zinder me pasó algo muy loco, es anagrama de Renzi, el alter ego de Piglia, pero no fue buscado: es el segundo apellido de mi viejo.
APU: ¿Vas nutriendo este tipo de personajes en cosas que escuchas, estás como en alerta?
M.A.: No sólo para Zinder, para cualquier personaje que escribo. Uno escribe no sólo con las manos, también con los ojos y los oídos. Y sí, va evolucionando, hay muchas cosas de la construcción de Zinder que se me van apareciendo a medida que voy escribiendo. A veces tenía una idea y después el personaje pidió ir para otro lado, me pasó con varios en esta nueva novela.
APU: ¿Cómo fue el pasaje de la novela a cuento?
M.A.: La respuesta es bastante simple y es que nunca dejé de escribir cuentos. Incluso, cuando estoy escribiendo novelas como me pasa en el último tiempo, en algún momento freno y voy por un cuento. Ocurre, a veces, que escribo un cuento y lo dejo ahí reposando porque pienso que puede ser una historia para una novela. Por cierto, escribo cuentos desde antes de ir a talleres, que no se los pienso mostrar a nadie. Leía Cortázar, quería imitarlo y no hay nada peor que eso, te sale desastre. Por suerte, eso fue cambiando y nadie los leyó más que yo.
“A Zinder lo pensé como alguien que vino para quedarse, que esté, incluso cuando no está”.
Sí veo las diferencias. En el cuento uno tiene que ser mucho más sincrético. Es trabajar una escena, que sea el lector quien termine de completarlo. Escribir cuentos me sirve, también, para escribir novela. Me dan ideas que me terminan sirviendo. Esta última novela partió de un cuento que escribí hace muchos años y que no iba para ningún lado, pero si no hubiese escrito ese cuento no hubiese tenido esa escena.
APU: Borges decía que el texto, te deja ¿Cuando decís “esto ya está”?
M.A.: Esta respuesta la tendría que dar mi socio, el otro editor, Denis, porque yo seguiría corrigiendo, soy muy obse, me cuesta soltar un texto porque siempre le veo cosas por corregir. No estoy seguro, pero sí me pasa que siento que lo tengo que soltar cuando hago una lectura y estoy satisfecho. Después, por ahí, lo vuelvo a leer y siempre siento que tengo que corregir, que no estoy tan satisfecho, pero ya esa es mi señal de largada. Después, cuando digo “ya está”, me sacó un peso. Con la última novela no dormía bien porque pensaba en una coma del final, si había que sacarla. Me desperté, la saqué, y a la tarde me dije que estaba bien y la volví a poner. Además, cuando el libro está en físico, no lo vuelvo a leer.
APU: ¿Tenés rutina para escribir?
M.A.: Para A ninguna parte sí tenía una rutina muy clara, trabajaba de 8 a 12, ponele, y a la tarde leía lo que había escrito, hacía correcciones. Así, todos los días. Algo que me sirve mucho es ponerme en el Word en mayúscula lo que quiero seguir trabajando al día siguiente, para no para no olvidarme. Al otro día retomo a partir de ahí.
Para esta novela ya estaba trabajando full time, así que escribía a la tarde y mucho los fines de semana a la mañana. No tengo preferencia de escritura a la noche o a la mañana, sí siento que estoy más lúcido a la mañana.
APU: ¿Cómo fue tu ingreso a la edición? ¿Sentís que te ayuda en tu tarea de escritor, también?
M.A.: Siento que me ayuda. Y a veces me abruma, porque leer para publicar es otra cosa, como que tenés que estar mucho más fino. En cuanto a cómo entré, fue absolutamente impensado. Nunca se me había ocurrido. Es más, se le ocurrió a Denis Fernández, quien también escritor, editor y fundador de Marciana. Creo que con mi novela ya son 23 títulos, es un montón. Con Denis nos conocimos porque él había leído una de las reseñas que escribí y me trajo un par de libros de la editorial. ¡Me trajo todo el catálogo! Y me dijo que por mi manera de leer le podía hacer muy bien. Siento que estamos conectados. Le dije que sí, porque la editorial me gustaba ya desde antes, la verdad es que funcionamos superbien, somos dos escritores que editan y eso te da un changüí y me parece que se nota en la curaduría que hacemos del catálogo.
APU: Había leído que tu último libro tiene algo que ver con tu abuelo.
M.A.: Mi abuelo les decía a sus hijos que tenía una novela escrita, era algo muy reiterativo, les contaba la trama a grandes rasgos. Era muy querible, medio chanta, un charlatán. Mis tías y mi viejo no le creían mucho. Pero fue un relato que caló en ellos. Después de que me la contaran, dije “bueno, la voy a escribir yo”. Es una manera de continuar, de alguna forma, las historias que contaba mi abuelo. Es la primera vez que me pasa que lo escrito fue pensado, por lo menos a grandes rasgos, por otro. Mi viejo está superemocionado. Lo que traté de hacer es ver qué llevó a mi abuelo a tramar eso, cuál era el espíritu de esa época en que mi abuelo decía que había escrito la novela. Hace unos años que lo jodo a mi viejo con que mi abuelo se parecía mucho físicamente a Saer. Una vez le mandé una foto y no lo podía creer. Jugué con eso en la novela, una contextualidad con La ocasión. De hecho, el título sale ahí: una nube viene, hermano, a oscurecer la mañana.