Manuel Scorza, el escritor que retrató a Castillo en la figura de Garabombo, el invisible
Por Norman Petrich | Foto: Alberto Viñals
Desde que se confirmó el balotaje entre Pedro Castillo y Keiko Fujimori la idea me daba vueltas, pero Sandra Russo se adelantó con un nota impecable que me hizo pensar desistir en el intento de plasmarla. En el medio nos dejó Horacio González y recordé esa larga respuesta a Vargas Llosa en la que, entre otras cosas, le decía “deberé insistir una vez más que donde usted, Vargas, ve barbarie, hay civilización” y entonces me decidí no ha profundizar lo que bien marca Russo sobre la obra de Manuel Scorza, sino a buscar esos detalles que la ilustran. Que enseñan cómo el negacionismo de la oligarquía peruana rompe los espejos para no verse reflejado en ese indio, maestro que se convertirá en el presidente del Perú, si es que no logran sacarle la legitimidad de su triunfo. Y, tal vez, la metáfora más exacta conseguida por Scorza en la saga de los 5 libros que componen “las baladas” o “cantares” y que también es conocida como “la Guerra Silenciosa” que se le ajusta en mayor medida sea la figura de Garabombo, el invisible.
-Bajé a quejarme a la prefectura.
-¿Y?
-No me vieron.
¡Pero yo lo veo!
-Es que usted es de nuestra sangre, pero los blancos no me ven. Siete días pasé sentado en la puerta del despacho. Las autoridades iban y venían, pero no me miraban.
-Achau- se estremeció el Ladrón de Caballos.
-Al comienzo no me di cuenta. Creí que no era mi turno. Ustedes saben cómo viven las autoridades: siempre distraídas. Pasaban sin mirarme. Yo me decía “siguen ocupados”, pero a la segunda semana comencé a sospechar y un día que el subprefecto Valerio estaba solo me presenté. ¡No me vio! Hablé largo rato. Ni siquiera alzó los ojos. Comencé a maliciar. Al fin de la semana mi cuñado Melecio me aconsejó consultar a Victoria de Racre.
El Abigeo y el Ladrón de Caballos dejaron de masticar.
-¿Y qué dijo Doña Victoria?
Era una mujer tan temida que ningún comunero osaba nombrarla sin ostentoso respeto.
-¡Que me había vuelto invisible! ¡Alguien me había hecho “daño”!
El escritor limeño pone en manos de la magia o la hechicería la realidad de aquellos que pertenecen a las poblaciones originarias: la invisibilidad. El desprecio de quien ve en esa forma de vida sólo el retraso del progreso. Ni siquiera la consideran parte de su historia. Si se pudiera, sería algo que debe ser borrado. Pero ¿qué pasa cuando el “dañado” descubre que puede hacer una diferencia con eso que carga como un mal?
-Hay que recuperar las tierras por la fuerza. Somos dueños legítimos. Tenemos los títulos de 1705.
-Para qué nos sirve -dijo Coris- Don Juan no puede viajar. Vigilan su casa día y noche. ¿Para qué nos sirve tener títulos?
Melecio Cuellar lo salpicó con su carcajada.
-¡Los títulos ya están en Lima!
-¿Cómo es eso? Los vigilantes siguen a Lovatón día y noche. ¿Cómo ha salido?
-No ha salido.
-Entonces, ¿cómo sacaron los títulos?
-Garabombo los sacó. En pleno día, en las barbas de los matones, sacó el título. Yo lo vi. Los Solidoro y los Herrera vigilaban la casa de Lovatón desde la cantina de los Cisneros. Pero Garabombo entró.
-Imposible. No dejan pasar ni a una hormiga.
-Garabombo es mejor que hormiga. ¡Es invisible! En pleno día atravesó el pueblo y subió a Chipipata. En Manchayaco esperaba una comisión que viajó de Lima. En este momento los residentes en Lima tienen la copia.
Los hombres temblaban.
-¿Es cierto?
Se volvieron hacia Cayetano.
-¿Es cierto lo que dice Melecio, don Amador?
-Es cierto. ¡Garabombo es invisible! Hace años que se infectó con esa desgracia. Pero ya no es una desgracia. Es una ventaja…
-Achachau…
-¿Por qué te asustas? Alégrate. Porque como invisible Garabombo se movilizará a su gusto. ¿Quién podrá agarrarlo? Ahora mismo recoge firmas para destituir al personero Remigio Sánchez.
-Mientras ese amamantado de serpiente siga con el cargo no avanzaremos.
-¡Perderá el cargo! El reglamento de la Dirección de Asuntos Indígenas dice que si los dos tercios de los miembros de una comunidad solicitan la destitución, se puede convocar a nuevas elecciones.
-Nunca por nunca los hacendados permitirán que nadie recoja firmas. ¿Quién entrará a las haciendas?
-¡Justamente Garabombo recoge las firmas! No encuentra obstáculos. La semana pasada estuvo en Chinche y en Pacoyán. ¡No lo vieron!
“Pedro Castillo, un hombre del país invisible, rural, pobre, con sombrero blanco y un liderazgo en ascenso, puede convertirse en el próximo presidente. Castillo, quien durante la primera vuelta electoral figuraba en la categoría ‘otros’ en las encuestas electorales, era conocido centralmente por su dirigencia en la huelga docente de 2017, emergiendo producto de esa crisis y de sus aciertos. Su liderazgo irrumpe en una situación de profunda desigualdad social entre las provincias y la capital, y al interior de la misma Lima, como lo muestra, por ejemplo, el contraste en la zona de Miraflores y los cerros de Villa María del Triunfo”, describe Marco Terruggi a quien será el próximo primer mandatario de Perú y su figura parece salida de los libros de Scorza.
Moviéndose entre los suyos, amalgamando sus fuerzas, sin ser tenido en cuenta por los que ostentan el poder por ser indio, maestro rural y pobre. No fue una huelga lo que hizo comprender a Garabombo la verdadera naturaleza de su enfermedad, sino la cárcel.
“No lo veían porque no lo querían ver. Era invisible como invisibles eran todos los reclamos, los abusos y las quejas. En el Frontón -esa isla infausta donde han blanqueado los cabellos de generaciones de rebeldes- comprendió la verídica causa de su mal”.
Sin embargo, las reacciones que provocan ambos nombres cuando empiezan a ser repetidos por bocas de muchos parecen calcadas. “En el Perú tenemos dos amenazas terribles -explicó Fujimori al agradecerle el apoyo a Vargas Llosa-. Una es la pandemia. La otra es el comunismo” “Si este candidato sube a la presidencia, la catástrofe que van a soportar todos los peruanos será inconmensurable”, afirmó el autor de Pantaleón y las visitadoras. “Hoy enfrentamos una grave amenaza, al comunismo le tenemos que ganar”, aseguró Álvaro Vargas Llosa, hijo de Mario, “la causa de la libertad es hoy Keiko Fujimori”. Incluso llegaron a acusar al candidato de Perú Libre de terrorista o cercano a Sendero Luminoso. Manuel Scorza escribe:
Hojeando el expediente, otro investigador preguntó:
-¿Hay muchos apristas en Yanahuanca?
Garabombo se quedó en la luna.
-¿Hay muchos comunistas en tu provincia?
Para contestar algo, informó:
Papas, camotes, ocas, habas, eso crece en nuestras tierras, señor.
Lo que Vargas Llosa ve, cree ver, o dice que cree ver como una ideología extranjerizante que viene a traer la peste, es algo que los habitantes del Perú más profundo ya practicaban antes de escuchar hablar de progroms, soviets y camaradas.
-La comunidad nos dio la vida. Hemos crecido comiendo su comida. Somos deudores. El sol que nos calienta, la luna que nos enfría, el agua que nos refresca son prestados. ¿Se puede o no se puede derramar sangre por nuestra tierra?
Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo el invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977) y La tumba del relámpago (1979) son los nombres de los 5 libros que componen la saga que refleja el batallar de los pueblos perdidos del altiplano por recuperar sus tierras. “Es la crónica exasperantemente real de una lucha solitaria: la que en los Andes Centrales libraron, entre 1950 y 1962, los hombres de algunas aldeas sólo visibles en las cartas militares de los destacamentos que las arrasaron. Los protagonistas, los crímenes, la traición y la grandeza, casi tienen aquí sus nombres verdaderos… Ciertos hechos y su ubicación cronológica, ciertos nombres han sido excepcionalmente modificados para proteger a los justos de la justicia”, supo escribir Scorza ante la salida del primer libro de estas baladas.
Pero en el caso particular de Garabombo, lo realmente central de su historia no es lo que le sucede cuando es invisible, sino lo que le pasa a todo el pueblo cuando deja de serlo. Casi tanto como sus descendientes, ahora, dejaron de escuchar los apocalípticos augurios que señalan “el desastre que se avecina” para creer que si ese maestro guía, ellos van a estar.
-Yo represento, señor -murmuró, tranquilo, Garabombo.
El Subprefecto Valerio parpadeó y sólo después de un instante que duró meses, lo reconoció.
-¿Cómo estás Garabombo? ¿Tú mandas?
-Aquí nadie manda, pero yo represento. ¡Hable conmigo!
¡Lo veían! La multitud exhaló algo tramado por el alivio, el regocijo y la angustia. ¡Lo veían! ¡Garabombo cumplía su promesa: era visible! ¡Nadie los derrotaría! Se verificaban las promesas. “Ni herbolarios ni brujos me curarán. El día que ustedes sean valientes me curaré. ¡El día que comande la caballería comunera!”.
Que se repitan esas valentías en esta nueva oportunidad que tiene Perú, y que el final de esta nueva historia sea la que se viene soñando desde esos días.