Mariano Abrevaya Dios: militancia y ficción
Por Boris Katunaric
Agencia Paco Urondo: El predicador invisible es una novela que tiene algo de autobiográfico, por lo menos cierto contexto político y social. También es, como lo dice Vanoli, un registro del primer kirchnerismo que empieza después de la disputa contra el campo, por la Resolución 125. ¿Cómo pensaste ese momento histórico para plantear una novela de ficción?
Mariano Abrevaya Dios: Mirá, cuando empecé a escribir el texto no lo hice tanto pensando en qué momento pararme para contar los hechos, sino que surgieron. No sé si en tiempo real, fueron dos o tres años después. Lo cierto es que empezó como un ejercicio. Yo estaba haciendo un taller literario, justamente con Vanoli, y hubo una consigna, una propuesta de escribir un texto de largo aliento. Yo decido tomar esa experiencia de la vida real para tratar de ficcionarla y me posicionó en el año en el que realmente sucedieron las cosas, que fue en el 2009. Con unos compañeros y compañeras militamos en La Boca, en un conventillo, con una referente de ahí, y empezamos a laburar con ella políticamente en el lugar. Bueno, todo eso derivó en una experiencia de vida real y colectiva que yo tomé para poder escribir mi texto de ficción. Y el esfuerzo del laburo fue justamente construir una historia que tuviese los condimentos necesarios para atrapar al lector -que tuviera belleza, que tuviera entretenimiento, que tuviese nociones- y a través de una historia de militancia política. Me parece que estoy atravesado casi por completo por la práctica política, por la militancia, y está bueno acercar de qué se trata militar un barrio. Acercarlo desde la literatura. Porque Argentina es un país que está politizado, somos un pueblo bastante politizado. Se me viene a la cabeza, perdón por la digresión, el documental brasileño Al Filo De La Democracia, donde nos cuentan la coyuntura de allá. Cuando uno lo ve es muy angustiante y a su vez tenés como un entusiasmo para la propia, porque acá nosotros evitamos una situación tan trágica como la de allá, que es que esté Lula preso, por ejemplo. Eso se explica en parte porque somos un país con una tradición de lucha y de organización muy importante.
APU: Hay una tradición muy grande de militancia, que en los 90 se vio un poco apagada, pero que resurgió muy fuertemente en el contexto histórico que vos narrás. Ahí creo que hubo un rebrote de la politización a nivel social y sobre todo de los pibes. Sabemos que los pibes de los barrios llegan de alguna manera a politizarse y dejan de ser tan excluidos como lo venían siendo.
MAD: Exacto, en los 90 justamente hay un descreimiento y una detonación hacia los partidos políticos. La política en general como práctica fue, creo, uno de los objetivos que se propuso aquel neoliberalismo ¿no? De hecho, el macrismo y Cambiemos en general también tiene como un desprecio a la práctica política y de hecho los sectores con los que ellos tienen afinidad son sectores muy despolitizados. La política se estigmatiza todo el tiempo. Y justamente me parece que el kirchnerismo uno de los grandes legados que deja es haber vuelto a poner en valor la práctica política como herramienta de transformación. Dante, el protagonista de esta historia, es un pibe que viene de los sectores medios, que alguna vez en su vida hizo capoeira, que toca percusión, estudia periodismo, labura en una redacción… Producto de aquellos tiempos de confrontación entre la política y las corporaciones, producto de este resurgir o reverdecer de la política de la mano de Néstor y Cristina -que fueron dos líderes excepcionales- este pibe, interpretación quizás de muchos otros y otras, se acerca a un espacio de militancia de política partidaria en La Boca y empieza a laburar. Y eso tiene muchas consecuencias sobre él. Ese es quizás uno de los valores que tiene el texto. En esta historia lo que intento contar también es que la militancia política en un territorio no es una panacea, tiene muchos costos y que militar en un barrio requiere de mucho corazón, mucha voluntad y mucho entusiasmo.
APU: Y las cosas que le pasan al personaje no tienen solamente consecuencias políticas, sino personales. Tu vida se encuentra atravesada por los conflictos del lugar en el que militás.
MAD: Y él paga caro muchas de las complejidades y contradicciones que hay. El interior de un espacio político está lleno de contradicciones, de disputas, miserias. No es fácil militar un barrio. La verdad es que hay que tener mucho coraje, mucha voluntad y mucha sensibilidad. Esto que alguna vez dijo Cristina, “La Patria es el otro”. Me parece que sin esos motores, en un país como el nuestro, puteado de un modo permanente por la desigualdad, la injusticia y por unas cuestiones más estructurales, es muy difícil tolerar una militancia política cotidiana en un barrio.
APU: Creo que lo decís en la novela, que hacen falta como cincuenta años de gobierno popular para que esto se revierta. Es una lucha constante estar militando y tratando de llenar los baches que la política, por más voluntad que le ponga, todavía no puede tapar.
MAD: Y todavía no había llegado el macrismo a hacerse cargo de la situación. Eran años de conquistas y avances, de hecho hay algunos puntos ahí, como anclas temporales, para situar al lector un poco en qué momento de la historia estamos y está, por ejemplo, el Fútbol Para Todos.
APU: La ley de medios, el Fútbol Para Todos, AUH...
MAD: Claro, fue ese año, fue el 2009. Fútbol Para Todos, por ejemplo, fue una medida muy celebrada por este grupo de militantes en la Boca, a una cuadra y media de La Bombonera. Y eran medidas que había que aprovechar en la calle, a una cuadra de la cancha, para tratar de contagiar, de comunicar o reforzar eso que estaba dedicado al pueblo.
APU: Justamente hablás del fútbol que, junto con la política, son los dos ejes centrales. Porque narrás los partidos, narrás las faltas, los goles, las puteadas. ¿Cómo laburaste todas estas narraciones, estos pequeños relatos de fútbol que están metidos dentro de la novela?
MAD: Sí, el fútbol es -aparte del juego más lindo que inventó el hombre, como me dijo una vez un amigo- un deporte muy popular. Y en los barrios, los espacios políticos, las agrupaciones, el fútbol suele ser un instrumento, un vehículo también de trabajo o de conexión o de construcción colectiva para los pibes. En este caso el personaje lo que hace es, a través de una propuesta que surge de la agrupación, hacerse cargo de un grupo de adolescentes y hacer una especie de trabajo técnico con ellos. Y se inscribe en un torneo de fútbol villero, porque la geografía en la que transcurre la historia es la zona sur de la ciudad, una zona históricamente relegada por las gestiones del macrismo especialmente. Así que el territorio del que trata el texto es toda la zona sur. lo que se va contando es cómo les va a estos pibes, y a él con ellos, en este torneo. Ganan, pierden, empatan. Se generan todo tipo de tensiones, ilusiones… Así que sí, el lector o la lectora que agarre el texto es bueno que sepa que se va a tener que leer algunas páginas en las que se narra, como decís, el devenir de un partido de fútbol. Yo soy consciente como autor de que al que no le gusta el fútbol quizás le estoy obligando a leerse algunas páginas donde el narrador está contando un partido. Pero bueno, en ese partido pasan otras cosas que también hacen a la historia de los personajes y a la relación entre los chicos y el técnico, que es el protagonista del texto.
APU: ¿Por qué se llama El predicador invisible?
MAD: El predicador invisible es un título que me propuso Hernán Vanoli, que era mi profesor. Fue mi maestro durante muchos años. Un tipo muy lúcido. A mí me gustó enseguida, porque los títulos tienen que, aparte de tener una lógica que los une a la historia que cuentan, tienen que ser gancheros y Hernán es un especialista en esto. Después, con los años, me hice esa pregunta: “Che, pero ¿El predicador invisible?”. Y se me generaba una contradicción, porque está en singular y yo estoy contando una historia colectiva, que tiene que ver con una historia de militancia política, en un barrio, en un determinado momento de nuestra historia. Y la política es colectiva, y acá yo estaba proponiendo algo personal. Pero bueno, el título me parece que hace referencia a que este pibe se esforzaba enormemente por hacer una prédica a favor de un proyecto de país, y de alguna manera se chocaba contra la realidad que muchas veces le devolvía una trompada. De una y de mil maneras: una actitud medio despreciable de parte de la referente con la que trabajaban, alguna miseria de parte de un compañero o compañera, un rechazo de parte de los pibes, un rechazo o la indiferencia de la sociedad ante la militancia que intenta contagiar su mirada del mundo... Entonces está este pibe dándose todo el tiempo la cabeza contra una pared, y eso tiene consecuencias. Me parece que está bien pescado de parte de Hernán el espíritu de lo que le va pasando a este pibe desde que empieza a militar en La Boca.
APU: Y también "invisible" porque puede ser pensado desde que es una historia más de los tantos miles y miles de militantes que hay, no sólo en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia, sino en el país. Me parece que es también una mirada más global. Por ahí "invisible" quiere decir que está desde arriba, ¿no?
MAD: Puede ser. Está lleno de pibes, de pibas y de gente más grande que milita en los barrios, en los territorios, en las universidades, el Estado o los municipios que realmente hace Patria todos los días y para mí es gente realmente admirable. Aún con todas las contradicciones que tenemos hacia el interior de las organizaciones y los espacios políticos, la política me parece que es la salvación que tenemos como pueblo. Se vuelve a poner en evidencia ahora más que nunca, después de la pesadilla macrista, que todavía no terminó. El peronismo está logrando de la mano de Cristina confluir en un espacio más amplio y arrebatarle el poder público a estos tipos. Y Alberto lo dijo: “Ganó la política”. Así que de mi parte hay una admiración absoluta con la dirigencia, y por supuesto con la militancia, que es la que sostiene las banderas en alto en el territorio.
APU: Eso es algo que, en este proceso neoliberal, creo que no han podido destruir, que no han podido casi tocar.
MAD: Bueno, ahí está lo que te decía de la democracia.
APU: Se hizo un laburo tan importante a nivel político y al inculcar la política en los pibes, que no se pudo desalentar a los militantes ¿no? Quedaron estoicos y son los mismos. No creo que haya variado mucho el número entre el año 2015 y ahora.
MAD: No, por supuesto que cuando uno revisa esos números, el 47% -que ahora quizás se acerca al 50% más o menos- lo que se maneja es que el 30% o 35% es como un núcleo duro que tenemos una mirada del mundo bastante clara, somos críticos con la realidad. Eso es producto para mí del legado que dejó el kirchnerismo y de todo lo que se avanzó en muchos sentidos en materia cultural. Y después está el resto, esa población que es un voto volátil, que acompañó a Macri y ahora acompaña a Fernández.
APU: Que miró la heladera y no el Facebook, digamos.
MAD: Claro, que aparte no sólo eso, sino que decidió darle un voto de confianza a Alberto y a Cristina, y no a Lavagna o a Espert. Pone el voto ahí porque sabe que hay una dirigencia que es capaz, que es responsable y que ya condujo el país. Me parece que las organizaciones populares, el movimiento sindical y demás tienen que atribuirse parte de ese triunfo, me parece que es justo. Y algo más, vos decías de la militancia que no claudicó, eso es clave, y también tenemos las organizaciones sindicales, el movimiento obrero, los movimientos sociales, la dirigencia que estuvo dentro del congreso, en la legislatura... Me parece que la Historia nuestra es de mucho dolor y de mucha sangre, de mucha persecución. En ningún otro país de Latinoamérica se castigó tan fuerte a los que luchan como acá, como fue con los desaparecidos, el robo de hijos, de bebés, bombardeo a la Plaza de Mayo… Pero también tenemos una historia de lucha, de victorias y de avances que quizás hasta explican por qué tanta saña con el peronismo especialmente. Y se abre ahora un nuevo capítulo muy interesante.
APU: ¿Qué pensás de esta tensión que hay entre la militancia y la escritura? ¿Cómo la pensás en términos de obra? Esta cosa de apostar a lo colectivo como militante, porque acá dice “Mariano Abrevaya Dios”, no dice “Unidad Básica Fulano de tal”
MAD: Sí, cuando escribís estás vos solo. Lo digo con contradicción y con tensiones esto que decís vos, porque en la política la salida es colectiva, como dijo Oesterheld. Pero acá yo como autor, como artista, también tengo pretensiones y también tengo una búsqueda que tiene que ver especialmente con lo estético en mi caso. Yo quiero escribir bien, quiero escribir lindo, pero también si a mí me fuese muy bien con la literatura, si ganase un premio, quizás el dinero de ese premio lo llevaría a la Unidad Básica en la que milito. No lo sé, pero hay un camino personal que tiene que ver con la escritura, que tiene que ver con una realización personal, con una búsqueda, tiene que ver con mi vocación o con un deseo… son cuestiones que todavía me las pregunto. Pero me parece que en este cruce yo tengo un objetivo que es muy noble que es que acá hay un texto que está propuesto como de ficción, no como un pasquín, sino un texto de ficción para poder contarle al mundo una historia de militancia política. Toda la complejidad que va atrás de eso, desidealizarlo, humanizarlo lo más posible y llevarte a vos, a tu mesita de luz, a tu colectiva, a la oficina, a donde sea, una historia en la que vos te acerques a qué significa desde una organización del campo nacional popular, del peronismo, del kirchnerismo, el militar un barrio lleno de carencias. Entonces me parece un cruce alucinante. A mí me encantaría poder escribir novela negra, me gusta mucho, tengo pendiente eso. Me gustaría escribir sobre lo humano, sobre el amor, sobre cosas quizás más banales o profundas o no, pero estoy muy pegado ya a la mirada política del mundo. Me parece que, aparte, probablemente se trate de uno de los primeros textos que hay que tratan de narrar al kirchnerismo -en una de sus tantas facetas- desde la ficción. Así que me parece interesante eso y solamente por eso tengo ganas de que el texto circule, porque narra un kirchnerismo.
APU: Y no tiene cierta pretensión de santificarlo o de hacer un análisis político profundo. El texto desacraliza un poco a ese lenguaje que tiene la militancia. Un poco cerrado, digamos…
MAD: ¿Medio críptico?
APU: No, sino como siempre poniendo el pecho. Como cantando la marcha todo el tiempo. Ese lenguaje no está. Si bien tiene algunas partes en donde habla la militancia, también le quita solemnidad al narrarlo desde el llano, al tener esa mirada de que no todo es lindo, no todo es pulcro, y no todo es bueno. Que suceden un montón de cosas, y más en los barrios más desprotegidos, donde pasan cosas que exceden a la militancia y que la militancia no puede resolver.
MAD: No lo puede resolver, y de hecho por eso te frustrás tanto y te angustiás y decís “No, esto no lo vamos a poder dar vuelta nunca, esto es irreversible”, como alguna vez dijimos nosotros. Y bueno, trata de eso, de poner un poco sobre la mesa ese tipo de debates o de discusiones. Y una cosita más, que no sé si la pescaste, el libro tiene algo de machiruleo .
APU: El machiruleo yo lo sentí muchísimo, tanto en las situaciones como en el lenguaje. Tanto del narrador, Dante, como en los compañeros hombres, en los compañeros varones. Esa decisión de poner eso en el texto ¿tiene que ver también con que en la época, en ese momento de la Historia, no estaba tan avanzada la lucha de las mujeres contra el patriarcado?
MAD: Está bueno que lo conversemos. Primero me hago cargo. Lo que quiero decir es que, primero, me hago cargo. Si bien es un narrador, que no tenía por qué ser exactamente lo que yo soy. Tiene que ver con eso, tiene que ver con la época. Si esto fuese escrito hoy tendría, por supuesto, otra mirada, otro abordaje esta cuestión. A mí me da un poco de cosa esta cuestión que salta medio evidente. Por suerte no me mataron, sí me lo comentaron. Hay algo que quedó viejo.
APU: Eso es lo que me pasó, es que siento que es una novela de otro momento. Ahí sí veo un quiebre entre esos años y estos.
MAD: Sí, por suerte. Hemos avanzado en ese sentido. Como hombre me genera como un rechazo. Y después hay algo que se me escapó de mí mismo. Esto te lo digo a vos como autor, que también me encontré con que quizás tuve o sigo teniendo algunos aspectos que encajan en la idea del machirulo. Esto de agarrar la cintura de la piba. Decir “Bueno, dame un beso” no nace, no existe eso ahora, en un boliche, no sé… Yo ya perdí un poco la noche, pero entiendo que son cosas que no funcionan más y me parece perfecto. Aparte yo milito y me parece alucinante todo el avance que están empujando las compañeras y demás. Y me parece más que justo. Pero bueno, quedó en evidencia ahí algo que yo, en ese momento, al escribirlo…
APU: Era algo que en ese momento estaba naturalizado.
MAD: Claro, de ahí venimos. Igual soy un tipo híper respetuoso, a lo sumo fui parte de una determinada cantidad de lógica, pero no es la época ahora. Como muchos varones trato de dejar atrás algunas cosas, que nunca las consideré graves aparte. Pero sí, quedó en evidencia algo de eso.
APU: También puede ser una forma de criticar estas prácticas. Estos pequeños gestos, digamos, siempre estuvieron dentro de la militancia y para las compañeras siempre resultaban incómodos.
MAD: En la militancia, en la oficina, en el grupo de teatro… Por suerte ha habido esta implosión y estamos reacomodándonos todos. Para bien, me parece a mí. Y acá, a lo sumo, lo que hay es un chabón que es medio cavernícola, que de alguna manera yo lo había pensado así. Eso sí quizás me incomoda un poco, pero bueno, es el narrador. Es el narrador, el personaje. Y también está claro que narra una época en la que esas cosas todavía no habían sido cuestionadas.
APU: Una última cosa que yo sentí en la novela, como progresión a lo largo de todo el relato, es la relación del narrador con las drogas. Y ahí yo veo que entre más cerca está de las drogas, peor es la situación o más conflicto hay, por lo menos. Digamos que va en un in crescendo y, al mismo tiempo que se van desarrollando esas cosas, el clima es más conflictivo.
MAD: Sí, ahí lo que va sucediendo es que cuanto más se frustra, cuanto más peliaguda se pone la situación -en este caso puntualmente con estos pibes- cuando se le empieza a desmoronar su laburo es cuando él empieza a recaer. Es como la metáfora perfecta de esto que yo te decía al principio de lo difícil que es: El tipo entra a militar a un barrio fresco, entusiasmado y termina dándose un palo de la concha de su madre ¿por qué? Porque, bueno, vas a militar a un conventillo de La Boca, hermano.
APU: Claro, y te terminás encontrando con una situación de violencia armada tremenda.
MAD: Sí, con los poli, con los propios pibes… Entonces, a través de la historia de él, lo que se trata de graficar son las dificultades que implica ir a militar a un barrio. Así que con el tema del consumo está eso. De alguna manera se cumple esta regla de la ficción de que el personaje, cuando arranca la historia, está en un punto y, cuando termina, la historia lo que hace es como darlo vuelta. Empieza acá y termina ahí. A este pibe le pasa eso por más que termina habiendo un epílogo, termina habiendo un suceso. No una bandera. Había dos finales: dejarlo así, como “bueno, andate a la concha de tu madre”; o “no, pará, levantémosla”. Porque aparte es un poco lo que también pasó. Y esto que hablabas vos del fervor que hubo o la cantidad de pibes y pibas que se sumaron a la militancia fue después de esto. Porque Néstor muere al año siguiente. Y ahí fue el grueso. Fue impresionante lo que pasó. Esto fue anterior.
APU: Todavía no había muerto Néstor, sí, yo me acuerdo que empecé a militar después de que murió.
MAD: Bueno, por eso, fue de a miles. Y muchos de esos, como vos decías antes, están hoy sosteniendo los espacios de militancia.