Martín Kohan: “Desear lectores es un desafío del que no deberíamos desistir”
Por Boris Katunaric
APU: Hace unos días te escuché en una entrevista y decías que te definías como docente más que otras cosas. ¿Este libro puede ser una forma de sintetizar tu actividad docente?
Martín Kohan: En este punto. Es un libro que me propuso Ana Ojeda, la editora de Paidós. Cambia mucho cómo encarás un libro cuando va surgiendo por un impulso propio o cuando te lo proponen y, de alguna manera funciona genuinamente, si te la podés apropiar. En ese punto, ante la idea de hacer un ensayo a cien años de la vanguardia y hacer una vuelta a esa cuestión por donde yo quisiera entrarle. Hay una zona del libro que uno ha venido trabajando y enseñando que es el mapa del campo de cuestiones que involucra a las vanguardias. Después hay otras zonas, hacia la segunda parte del libro sobre discusiones en tiempo presente o análisis del estado de cosas que tienen un andarivel un poco distinto. En cualquier caso, para mí hay una inquietud que no se juega solamente en este libro sino cosas que yo, como tantos otros compañeros (no todos pero unos cuantos), le venimos dando vueltas que es encontrar zonas, registros, circuitos que nos permitan no quedar restringidos a la circulación estrictamente universitaria, que no la desmerezco ni la descarto y que participo activamente porque soy parte de la universidad, pero también poder encontrar otro registro que permita que eso que uno enseña o investiga en el ámbito académico admita también otro tipo de circulación y que eso no implique adaptar, ni simplificar ni vulgarizar ni pasar a la divulgación, no hacer una división del trabajo que supondría la sofisticación para el ámbito académico y las simplificaciones para afuera del ámbito académico, no caer en eso.
APU: ¿Cómo sería?
MK: Hay muchas experiencias que se me vienen a la mente pero hay una que puede resumir muy bien el problema: pondría los dos ciclos que Ricardo Piglia dio en Canal 7, que no eran sustancialmente distintas a las que él daba en la facultad, después por ejemplo, la interacción o la interlocución o lo que se plantea o lo que se pregunta, eso hace a la dinámica de la exposición, pero yo que vi esos programas y que tomé seminarios con Piglia, no había un reparto de subestimación que sería la versión exigente para la academia o la versión “for kids”, por decirlo así, fuera de la facultad, porque implicaría una subestimación como decíamos e incluso un poco de desprecio que es completamente ajeno a mi propósito. Sí encontrar un registro que permita que trabajemos, enseñamos, investigamos en la facultad pueda tener otra circulación y otra interpelación.
APU: Yo, que no soy un académico, con poca lectura académica o crítica, creo que es un libro que admite una lectura dinámica, no me resulta un texto académico.
MK: Ese tipo de formulaciones que parecen tomarse por objeto de amabilidad hacia lo que dan en llamar “lector común” en verdad involucran un desprecio que a mí me resulta, incluso, ofensivo. Por fuera de Fantino (no es nada contra él) pero cuando dice “explicalo como para que lo entienda mi tía” entonces yo digo ¿la tía de Fantino es tarada o qué? (risas). No lo comparo porque además Fantino es de Boca, así que no le voy a objetar nada. Es como la famosa Doña Rosa de Neustadt, muchas veces en la interpelación a los que trabajamos en la universidad, en el requerimiento de “escriban para Doña Rosa” o “escriban para la tía de Fantino”, eso que parece ser un gesto amable hacia ellos, de incorporarlos, de incluirlos, yo insisto en que les dan un lugar de desprecio agraviante.
APU: Es como las damas de beneficencia...
MK: Sí, en el gesto jerárquico del don vertical. ¿Por qué bajar el nivel? Sin dudas el registro no es el mismo pero esto o es ya una cuestión de crítica literaria o de la universidad, el registro no es el mismo al interior de cualquier campo de especialización, que es para aquellos que no estamos en el campo de especialización. Pero eso va desde el discurso de los sanitaristas o, para mí es el ejemplo máximo, que es el del periodista de tenis, que también tienen una jerga bastante exigente y que hay que adoptar e incorporar, es una competencia que uno tiene que adquirir si uno quiere entender lo que están diciendo. Entonces, en todo ámbito hay un lenguaje especializado y es razonable que así ocurra, el asunto es cómo lograr un juego entre ese lenguaje especializado propio de cualquier campo (sería preocupante que la universidad no lo tuviera) y la posibilidad de una producción de libros, de saberes, de intervenciones, de textos, de miradas, de lecturas críticas que puedan tener otra circulación, como decimos, más amplia. El punto es, me entusiasma la caracterización que hacés de la lectura, pero pretendería que sea un libro de lectura universitaria también. Por eso para mí no es un tema de división del trabajo, no es que tengo unas zonas de escrituras para la universidad y otra de lecturas simplificadas para las tías, porque yo tengo un buen concepto de las tías, sino textos que admitan una especie de condición anfibia, de tener distintos planos. Recuerdo que cuando daba clases en colegios secundarios aparecía la cuestión de si podíamos dar Borges en segundo o tercer año o no. El tema era que no lo iban a entender nada: nadie no entiende nada, siempre entendés algo y bastante más de lo que se podría llegar a suponer. Un poco de lo que plantea Ranciere en El maestro ignorante, les enseñan que no van a entender entonces no entienden. Ni no van a entender nada ni que el docente, o alguien, entiende todo. Todos entramos al texto en algunas franjas mayores o menores según la competencia de cada uno.
Pienso en una producción de escritura ensayística que rompa la dicotomía, que pueda atender al mismo tiempo las exigencias de una bibliografía universitaria sin expulsar a un lector que va a entrar desde otro lado, que va a hacer otros recorridos, que se va a auxiliar en una determinada frecuencia que no es mejor ni peor que la otra, es distinta. Textos que admitan una condición abierta o porosa o, incluso, anfibia. Podemos pensar en Piglia, en esas clases que estaban plagadas de referencias que probablemente un universitario detecta y un no universitario no detecta pero detecta otras, o se le activan otras resonancias y sigue esa clase en otra modulación y en otro registro que no es inferior al del universitario. Entonces producir intervenciones, textos, ensayos, que permiten esa apertura, ese es el asunto.
El problema en el ámbito universitario, en todo caso, no es el del lenguaje especializado porque no podría no haberlo, lo tienen todos, lo tienen los del servicio meteorológico, hablan ese lenguaje específico y es lógico que lo hagan porque son meteorólogos. El problema no es ese, el problema es la jerga, si eso se convierte en jerga, estamos en un punto distinto, ya no tenemos una dicotomía entre discurso especializado y la bajada demagógica para que entiendan las tías. Por eso la jerga es un problema al interior del discurso universitario. Insisto, la jerga lo que hace es mecanizar un juego de hermetismos que son completamente estériles. A diferencia del lenguaje especializado que puede llegar a tener niveles muy altos de sofisticación, y es lógico que así sea, el problema de la jerga es el tipo de relación que se establece con el lenguaje y con la escritura, pero ese problema está en el ámbito universitario también, es un problema en el discurso universitario también. Hay que evitarla, no porque impida la divulgación hacia afuera, hay que evitarla al interior del campo universitario también porque es una escritura de mierda (risas).
APU: Una de las cosas que pienso hace mucho tiempo es en dónde está la crítica y en dónde está la vanguardia. Y puntualmente la crítica que los lectores la empezamos a encontrar en estos textos que nombrás, Las tres vanguardias de Piglia, o los libros de Josefina Ludmer, pero todo eso se nos aparece lentamente y en un submundo muy especializado.
APU: Efectivamente es preocupante, yo que soy básicamente un docente, pero a continuación un crítico literario, me encuentro preocupado al lugar que la crítica literaria puede llegar a tener. Cuando uno piensa por lo pronto que un libro tan exigente o sofisticado como el de Josefina Ludmer sobre la gauchesca se publicó, si no recuerdo mal, en el año 85 (es decir, hace unos cuantos años pero no hace 150) en la editorial Sudamericana. Es decir que una editorial de las que llamamos grandes, el sello Sudamericana, publicó ese libro lo cual habla bien de la editorial pero nos plantea un interrogante sobre el estado de cosas respecto de la crítica literaria actual porque ninguna de las editoriales llamadas “grandes” tendrían hoy la disposición a publicar un texto de esa índole. Entonces, por un lado decididamente, y en relación a lo que vos planteabas, en tiempos en que los cambios en las posibilidades y condiciones de publicación habilitan, en principio diríamos para bien, que circulen muchísimas más escrituras, autores y textos, porque verdaderamente hay eso que hasta hace unos años era como una zona de resistencia alternativa de las pequeñas y medianas editoriales han proliferado para bien y multiplicado líneas y escrituras etc.
Para mí vuelve especialmente necesaria la presencia y la marcación fuerte de la crítica literaria, en términos de posiciones literarias a través de las lecturas, intervenciones desde la lectura y desde la escritura sobre estéticas, poéticas, luchas de líneas literarias. Me parece indispensable. Se publica muchísimo más y en lo propicio de que se publique muchísimo más está también el riesgo de que se vuelva efímero o que todo empiece a pasar de largo… o que se pierda. Entonces detectar, señalar, subrayar, destacar, no en la columnita de los destacados, no una crítica que en realidad no es crítica sino gacetillas de difusión editorial. Es decir, no la lógica de la promoción sino como crítica literaria, es decir, lectura, escritura, producción de sentido, definición de líneas, de poéticas. Para que no se limite al asunto de publicación, promoción, cobertura de prensa, siguiente tanda.
Porque en definitiva es eso, trazar líneas, conexiones, zonas, territorios, diferencias, polémicas, polémicas que no sean uno que le tiene bronca al otro entonces lo ataca. Discusiones de estéticas, de poéticas, la crítica literaria es decisiva en ese punto y hoy, en el actual estado de cosas, es doblemente decisiva y al mismo tiempo está en un retroceso preocupante, si es que no, alarmante. Por lo menos en dos niveles: la publicación y la lectura de crítica literaria, que se están replegando siendo que la producción de crítica literaria tiene una cantidad de textos extraordinarios: Fermín Rodríguez, Alejandra Laera, Gabriel Georgi, Dardo Scabino, buena parte de ellos han publicado en editoriales universitarias o en Beatriz Viterbo o en Eterna Cadencia. Pero hay un problema con la publicación y con la lectura de crítica. Como si hubiera una literatura que no tiene lectura de las lecturas. Lo que se pone en juego es eso, leer lecturas, leer las lecturas, producir escritura con las lecturas y generar lecturas de las lecturas, como una zona de elaboración, reflexión, análisis y de discusión.
Para que no quede cada autor en posición de defender sus textos, que es una cosa horripilante porque se empieza a jugar en términos personales. Cada escritor se constituye en promotor de su propio libro y por lo tanto defensor de las objeciones que reciba y todo se acerca a un terreno personal de lo que podríamos llamar amiguismo o enemiguismo, que es lo mismo; escribís bien porque es tu amigo, escribís mal porque le tenés bronca, cuando lo que eventualmente necesitamos es una crítica que también pelee disputas.
APU: Disputas de sentido...
MK: Exacto. De sentido, de estéticas, de concepciones de la literatura, es decir algo que exceda la dimensión del gusto personal, incluso del lector. Esto no quiere decir que no haya una posición y una valoración, pero va más allá del gusto personal, aunque lo involucre. Si vos, por convicción, sostenés una concepción de la literatura determinada, con todo lo que eso implica, que es la misma concepción del sentido, de su relación con la sociedad, una concepción de la literatura y la política. Sea cual sea la concepción de la literatura que ponés en juego, la ponés en juego al leer. Entonces el campo de disputas y de valores es un campo de lucha de concepciones de la literatura, pero eso se hace con lecturas… y con las lecturas de esas lecturas. Es decir con la crítica literaria y con lectores de crítica literaria y que eso no signifique buscar la reseñita donde hablaron de tu propio libro. Entonces ¿qué editorial grande publicaría un libro como El género gauchesco de Josefina Ludmer?
APU: Ninguno.
MK: ¿Qué implica ese retroceso y repliegue? Una literatura que parece ser cada vez más el escenario donde cada uno saca a pasear su novedad… o saca a pasear su vanidad. Cada escritor es el agente de prensa de sí mismo y se preocupa de su propia difusión. Además de que requiere ciertos grados de vanidad que pueden ser problemáticos, desaloja el espacio de la lectura en los términos de la crítica. Eso me parece preocupante. No me queda muy claro en que alguien puede inscribirse en el campo de la literatura y no interesarle las lecturas que se hacen de la literatura, de qué manera se lee.
APU: Lo que decís que los autores son sus propios agentes de prensa lo mencionás en el libro y tiene que ver con la era digital, donde estamos todo el tiempo expuestos, pero que eso no ha cambiado la forma de escritura, como sí lo hizo el grabador como instrumento, como decía Piglia de Walsh o Puig. Es decir, tenemos un montón de instrumentos pero la literatura no se produce de otra manera.
MK: Tengo la impresión que ha habido cambios vertiginosos y sustanciales en cuanto a la circulación de la literatura mediante las nuevas tecnologías. No percibo que haya un cambio radical, habría que definir qué entendemos por radical, en cuanto a las características de las propias escrituras. Por cambio radical uno puede remitirse a la invención de la imprenta, hablando de nuevas tecnologías. Cuando la imprenta fue una nueva tecnología permitió el surgimiento de un género que hubiese sido imposible sin esa nueva tecnología: la novela. Poesía sí, sobre todo si estaba rimada por lo tanto era más fácil de memorizar. Cuento sí, porque formaban parte dentro de la tradición oral. La imprenta hizo posible la aparición de ese género que antes no existía y no podría haber existido que es la novela. En ese nivel de interrogación de cómo una tecnología transforma una literatura, o qué posibilidades abre, me parece que hasta ahora no se ha producido una transformación o una novedad de esa índole, en términos de características de la escritura. Sí en cuanto a posibilidades de producción, condiciones y posibilidades de circulación. En eso, sin dudas, estamos en un paradigma completamente distinto aunque no deja de ser significativa la persistencia del objeto libro. Es decir, publicar en los blogs, o en la página de no sé qué, o en el PDF de no sé cuánto, y a la larga lo que quieren es el libro, la librería, la vidriera, la solapa, quieren/queremos. Entonces el objeto libro está resistiendo ahí, eso indica algo, como objeto de deseo de quienes escriben.
APU: Creo, justamente, que en este mundo virtual no hay materialidad, tal vez lo distinto sea la materialidad del libro físico. Lo que nos saca de la experiencia cotidiana es la materialidad.
MK: Recuerdo que hace unos años, en la feria de Frankfurt de 2010, todavía estaba el temor un poco apocalíptico de que a la industria editorial le iba a pasar lo mismo que a la industria discográfica. Lo que le pasó a la industria discográfica, que es la desaparición del soporte disco como objeto de insumo de música. La industria editorial miró eso de reojo como diciendo “por qué no nos pasaría eso a nosotros” y sin embargo por múltiples razones eso no ha pasado. Yo tengo un hijo de 20 años, escucha muchísima música, creo que no tiene ni un disco y no le falta nada, quiero decir que no es que prescinde, renuncia, desiste. No entra en su horizonte de necesidad, escucha de otro modo. No pasó eso con el libro hasta aquí, circulan de otro modo, en otras plataformas, aparecieron los ebooks o los mil formatos que pueda llegar a haber, pero lo que se había instalado hace diez años no se verificó. Por distintas razones los lectores siguen teniendo el deseo de sostener sus lecturas sobre ese viejo soporte, sobre esa viejísima nueva tecnología que es la imprenta.
Ahora, si cada autor se celebra a sí mismo, nada de eso significa nada, quiero decir se aplanan por completo. Críticos de distintas estéticas que toman posición pueden tener una función de legitimación de legitimación o no. ¿Qué pasa con las reseñas en los medios masivos de comunicación? ¿Son una prolongación de la gacetilla de difusión por otros medios? ¿Son resúmenes? ¿Son lugares donde aclamar o degollar libros? O ¿Son lugares, que es lo que uno pretendería, de circulación de lectura? Hay reseñas o comentarios de libros plagados de adjetivos elogiosos que en última instancia no terminan de sostener sustancialmente la valoración que declaman. Y hay lecturas que pueden prescindir de “grandioso”, “descomunal”, “innovador”, “imperdible”. Prescinden de esos adjetivos y elaboran una lectura tal de ese texto que te das cuenta que el texto es bueno. No es que te das cuenta, está plasmando la calidad, la significación, el espesor de ese texto con la lectura que está haciendo. No hace falta el pulgar arriba, cuatro estrellitas o que diga “genial”. Esa es la elaboración de lectura y es esa clase de legitimación que no está dada ni porque te den la tapa ni porque te pongan el aviso ni porque aparezcas vos. Todos salimos con nuestra novela y decimos “saqué un nuevo libro”, “acá está mi libro”. ¿Qué es eso? como espacio social me parece muy bien, es saludarse por el cumpleaños… (risas)
APU: Para mí las presentaciones de libros siempre fueron una gran excusa para escabiar, no veo algo distinto a eso que decís.
MK: Sí, pero por más que yo no concurra, qué podría objetar, adelante con la velada social. Lo que sí podría objetar es qué pasa cuando eso desplaza la crítica literaria como instancia de producción de sentido y producción de valores, en la lectura. Pongamos un caso: Beatriz Sarlo que es una crítica y una lectora particularmente atenta al presente. Escribe sobre quienes están escribiendo ahora. Escribe sobre primeros libros, es decir la crítica como una intervención en el presente, sería reductivo decir le gustó a Beatriz, no le gustó a Beatriz. Es el espesor, la densidad, que tiene una lectura de Beatriz Sarlo, o de Jorge Panessi, o de Julio Schvartzman o Fermín Rodríguez, o de Juan José Becerra. Esa instancia es de otro orden respecto de la promoción. Entonces tenemos dos problemas, uno ¿por qué la promoción se haya vuelto autopromoción? En esto coinciden las nuevas tecnologías, a mi entender, para mal. Luego es qué pasa entre la promoción y la crítica literaria que son dos cosas distintas y hasta en algún sentido opuestas. Y la crítica literaria en los medios se dejó fagocitar por esa función.
APU: Este repliegue de la crítica es de primer orden comercial, porque las editoriales no apuestan a eso, pero también es un propio repliegue hacia adentro del campo académico, más cerrado.
MK: Totalmente, son dos aspectos que yo subrayo depende el lugar donde me encuentre, hablando con vos no tengo claro en qué contexto me encuentro (risas).
APU: Ni en uno, ni en otro.
MK: Claro, entonces voy a decir las dos (más risas). Subrayo una u otra cuando estoy conversando con editores o gente vinculada a eso, un poco en los términos que planteábamos recién ¿Qué significa no contribuir a la existencia y presencia de la crítica literaria? ¿Cómo imaginan una literatura sin crítica literaria? O sea, sin lecturas que se ofrecen a ser leídas. En este caso Paidós ha dado lugar y lo celebro y me entusiasma muchísimo. En otras reuniones con otros interlocutores también planteo ¿cómo estamos escribiendo? Con mis compañeros de facultad algunos estamos de acuerdo otros no, pero lo planteamos, somos muchos. Discutamos también muestras estéticas de la escritura de la crítica literaria, lo que decíamos antes respecto de la jerga. Si estamos escribiendo textos para el ámbito universitario que sólo va a leer otro universitario pero porque tiene que hacerlo, ya sea porque es evaluador de CONICET, o jurado de tesis o está en el referato de la comisión de una revista, entonces ¿para quién escribimos? ¿Para nadie?
Solemos citar a Barthes, frecuentamos la cita “un texto debe probarme que me desea”, es una formulación extraordinaria porque pone el deseo de por medio. El deseo y la seducción ¿Escribimos textos que desean lectores, que ponen en juego el deseo de lectura? Entonces me parece que son dos discusiones, en el campo de la crítica literaria, al que pertenezco, universitaria o no universitaria, que es preguntarnos qué escribimos y para qué lectores. Y la que dirigiríamos al ámbito editorial tanto de libros como de medios y suplementos. Las dos cosas van combinadas y la respuesta es “nadie lee las reseñas”, entonces por qué nadie lee las reseñas. ¿Por qué un diario como La Nación (un diario de tradición) se queda sin suplemento literario? No me quiero deprimir pero si uno piensa la revista Babel que se publicó a comienzos de los años 90, tampoco pasaron 70 años (bue, ¡pasaron 30, la puta que lo parió!). Babel es una revista de referencia, que marcó una intervención muy significativa en la circulación de libros y las lecturas, tenía una porción más que considerable dedicada a reseñar, es decir a leer lo que se estaba publicando y a ofrecer esas lecturas. ¿Qué es lo que está pasando que eso se está extinguiendo o por lo menos se está reduciendo? ¿Qué lugar ocupa el deseo? ¿Qué lector deseamos? Al evaluador ya lo tenemos porque le pagan por leer. Al jurado de tesis ya lo tenemos porque le pagan por leer. El deseo del lector, desear lectores, por lo tanto, buscarlos, atraerlos, es un desafío al que no deberíamos desistir.
APU: ¿Y la literatura? ¿Dónde y en qué situación está hoy la literatura?
MK: No quiero sonar quejumbroso, ni en la añoranza de tiempos idos porque el diploma de viejo choto viene junto con eso (risas). No me puedo considerar viejo choto porque encuentro algo que parece haberse desbalanceado en la dinámica de lectura y de escritura. Soy de la línea Borges, Piglia, Aira… la marca de los escritores siempre ha sido la de priorizar la lectura y su condición de lectores. Más allá de que uno pueda confiar más o menos en las modestias de Borges, el modo en el que subrayaba su condición de lector sobre la de escritor y en todo caso apoyaba la escritura completamente en la lectura. La idea de escribir a partir de lo que se lee, desde lo que se lee o que escribir no sea reescribir lecturas, pone a la lectura en un lugar muy jerárquico, central. Piglia retoma esa concepción, escribe un libro que se llama El último lector, un ensayo colosal sobre los lectores y sobre las lecturas. Aira tiene una de sus novelas que son geniales y que es Varamo que de una manera totalmente corrosiva plantea el caso de un autor que escribe un libro sin haber leído nada antes, no ha leído nada, nunca leyó un poema y un día llega a la casa, se sienta y escribe un clásico de la literatura. Por la vía de la parodia está también señalando un estado de cosas, un imaginario (otra vez) de una literatura sin lectura. Llamativamente tengo la impresión de que esa prioridad de la lectura, incluso prioridad para la escritura, no contra la escritura, la función constitutiva del lector para la constitución de un escritor me parece que se está debilitando.
APU: Se escribe más de lo que se lee.
MK: Como si tuviésemos una tendencia a Varamo, vamos hacia Varamo. El punto es alguien que escribe y no lee absolutamente nada. No digo que sea lo que ocurre pero es como si fuera una tendencia, no digo que sea absolutamente así, creo que hay una cierta tendencia a hacer de la literatura un espacio de la mostración del yo y ese puede ser un factor para entender el debilitamiento de la crítica literaria. Si se está debilitando la lectura ¿cómo no se va a debilitar esa escritura de las lecturas?
Entonces es escribir el yo y es el yo escribiendo. Yo escribo, yo me escribo, yo me promociono y yo me leo. ¿Soy demasiado dramático si digo que la tendencia parece ser una circulación de yoes escritores y que la lectura se va debilitando? Si eso se va debilitando eso afecta a las escrituras también. Porque salvo el caso de Varamo, que lo inventa Aira, no podemos no pensar que el debilitamiento de las lecturas debilita las escrituras. Salvo casos de genialidad, pero son pocos. Maradona se quedaba después de los entrenamientos practicando tiros libres, y era Maradona. O sea, si el genio se prepara. Borges, si el genio lee, si el genio no está entregado a la inmanencia de su genialidad, se forma y lee. Se trata de la lectura como condición de posibilidad para la escritura.
Ahora, yendo a lo que a mí me gusta leer, prefiero los textos donde una palabra no da lo mismo que otra. Hay textos que te das cuenta que podrían haber puesto otra, y están bien. Y hay textos… estoy releyendo Di Benedetto, Zama, cada palabra tendría que haber sido esa y no otra. Sin pasarse de rosca con el hallazgo…
APU: Porque te vas al carajo.
MK: Saturás, te volvés manerista, artificioso. Pero son esos textos que consiguen que una palabra no de lo mismo que otra.
APU: ¿Eisejuaz de Sara Gallardo podría ser el caso?
MK: Exacto. Libro que tuve la suerte de que me invitaran a escribir un prólogo. Pero viniendo más para acá, algunos de los escritores de mi generación que son amigos, pero me hice amigo después de haberlos leído o porque los había leído. Yo reseñé cuando trabajaba en Página 12 el primer libro de Gustavo Ferreira, El amparo, Después lo conocí a él y me hice amigo, publiqué reseña del primer libro de Juan José Becerra, Santo, no lo conocía, lo conocí después; somos amigos. Becerra, Ferreyra, María Sonia Kristoff, Jorge Consiglio, Luis Sagasti, Mario Ortiz. Más hacia los jóvenes, Selva Almada, Leonardo Sabbatella, Los tres libros de él son deslumbrantes, y las intervenciones críticas también. Y como no circula en la feria de las vanidades no se está destacando en la manera en que sus textos requerirían.
APU: Por su propio perfil bajo...
MK: Pero es que estaríamos en problemas si para que una obra se destaque hay otro requisito además de que sea buena. Si efectivamente con que sea buena no, muy buena, no basta entonces estaríamos en problemas. Y estamos en problemas.