Martín Kohan: “Nuestra época está desencantada de la posibilidad de cambios profundos”
Martín Kohan, escritor y docente universitario, cuenta en su haber una prolífica obra, destacándose Dos veces junio, Ciencias morales, Museo de la revolución, Bahía Blanca, Segundos afuera y Confesión, entre otros libros. Suele trabajar la narrativa y también el ensayo. En su último libro, Desde la Boca, realiza un recorrido por las vivencias de hinchas del club de sus amores, Boca Juniors.
En diálogo con APU, Kohan se refirió a su último libro. También dio su mirada sobre la realidad argentina actual y las propuestas políticas que lo interpelan.
APU: ¿Cómo surgió la idea de escribir Desde la Boca?
Martín Kohan: La idea la tuvo Ricardo Cohen, coautor del libro, y fue él quien me la propuso. Para mí, que soy reacio a escribir desde mí mismo, supuso ni más ni menos el desafío de contar una pasión que es muy mía, pero hacerlo a través de otros. No quería escribirlo desde mi propia experiencia sino desde la mirada de otras personas. No quería hacerlo desde mi propia mirada, involucrándome. No suelo hacer eso de escribir desde mi propio yo. Si bien uno escribe ensayos pero no es lo mismo. No es lo mismo en cuanto en que uno en un ensayo toma posición y la autorreferencialidad. Entonces lo hice trabajando con otros hinchas de Boca. Son relatos donde me reconozco y también me interpelan.
APU: ¿Cuál es tu motivación para abordar la violencia política en obras como Ciencias morales, Dos veces junio y otras?
M.K.: Toda fijación de un pasado supone cierta coagulación de sentidos; me interesa la manera en que la literatura puede tratar de desestabilizar esa cristalización de sentidos y abrirse a otras indagaciones posibles. Respecto de la violencia política, agregaría Museo de la revolución y Confesión, ya que en esas novelas aparece la lucha armada, la mirada es distinta a la de Ciencias morales o Dos veces junio. Desde ya que me interesa trabajar el tema del autoritarismo en mi literatura pero no quedarme en la mera denuncia. Entiendo que hay una tradición de denuncia pero no es lo que a mí me interpela como escritor a la hora de escribir. Me interesa más la indagación que es desde donde están encaradas estas obras. Es decir, cómo funcionan los mecanismos del autoritarismo y cómo logran la eficacia que consiguen.
APU: ¿De qué manera te interpela el tema de la revolución, que es un tópico que mencionás en algunas obras o intervenciones periodísticas que te han realizado?
M.K.: Algunos libros que yo escribí hablan del periodo de la represión como Dos veces junio o Ciencias morales. Otros tienen que ver más con la lucha revolucionaria que son cuatro o cinco y después muchas otras hablan de cualquier otro tema. Lo que quiero decir que el tema de la revolución no es un tema exclusivo para mí. La literatura es para indagar en diversos temas, así la utilizo yo al menos. En una entrevista que me realizaron hace poco hice mención a la palabra “revolución” como algo en lo que yo creo. Hoy por hoy tiene que ver con una convicción ideológica. Pero va a contrapelo de un estado de cosas presente. Nos está tocando una época en la cual la perspectiva de una trasformación radical del estado de cosas no aparece en el horizonte. En otros momentos hubo una perspectiva de que la transformación del mundo era posible de modo genérico. Nuestra época está desencantada de la posibilidad de cambios profundos. No lo vemos como posibilidad cercana quienes creemos que esa revolución sería necesaria para que las cosas en nuestra sociedad funcionaran mejor.
“Me interesa cómo funcionan los mecanismos del autoritarismo y cómo logran la eficacia que consiguen”.
APU: ¿Estamos transitando una época donde predomina la discursividad asociada a la revolución?
M.K.: No, todo lo contrario. Las propuestas más conservadoras de hoy en día llevan en sus discursos y programas, incluso en sus nombres, palabras asociadas al cambio, a la libertad. Hemos perdido mucho terreno, incluso desde la discursividad. Eso merece una profunda autocrítica. Los proyectos más conservadores, que son los que hoy más preponderan y captan un alto grado de adhesión en los jóvenes, están asociados a mantener las relaciones de poder, se pronuncian como revolución o portadores de cambio profundos. Lo notable es que los proyectos más conservadores que nos ha tocado atravesar en los últimos años tenían una discursividad asociada al cambio, a la revolución. Tal vez debemos hacernos una autocrítica para indagar por qué estos sectores reaccionarios se apropiaron de estas palabras asociadas a cambiar el estado de cosas cuando se proponen todo lo opuesto. Preguntarnos cómo fue que sucedió que nos birlaran las categorías asociadas al cambio y la revolución.
APU: ¿Puede ser que esté asociado a un balance negativo de esos proyectos emancipadores y revolucionarios reales y a una narrativa desde la posmodernidad?
M.K.: Tal vez eso sea una parte de la situación actual. También lo que yo veo en algunos debates, que a veces ni son debates, es una mirada reduccionista de creer que la única experiencia socialista fue el Stalinismo. Como si todos los procesos hubieran pasado por allí, incluso creer que el marxismo solo fue eso. Algo que es ideológica y teóricamente falso. Incluso históricamente falso. Como si no hubiera otro tipo de mirada y de concepción en Trotsky, en Gramsci. Hubo un reduccionismo tendencioso y negativo que nos ha jugado en contra. Sin embargo ha tenido una gran eficacia lamentablemente.
APU: ¿Qué mirada tenés sobre las últimas elecciones primarias llevadas a cabo el 13 de agosto?
M.K.: Yo no soy politólogo ni especialista en estas cuestiones, deben opinar quienes son especialistas. Pero leyendo a esos especialistas todos coinciden en señalar un giro a la derecha, no solamente en Argentina. Muchos votantes de Javier Milei no compartían todas sus propuestas según esas mismas encuestas. Hay algo disruptivo en él, en su manera de hablar, en su violencia. Ciertos movimientos previos de simplificación hasta la banalidad vienen sucediendo desde hace un tiempo y eso tal vez explica en parte este fenómeno. Una banalización de esa idea de libertad era previa a Milei. Por otro lado cierto efecto de deslumbramiento por la violencia en materia política. Violencia verbal y retórica. Ya se venían dando atisbos de personajes que desde lo discursivo se destacaban por sus ataques virulentos a la hora de debatir. Ahora vino un violento con un proyecto político.
APU: ¿Considerás que Borges continúa siendo un emblema para la literatura argentina actual?
M.K.: Borges no ha perdido vigencia y nada indica que vaya a perderla, por suerte para nosotros y para la literatura. Yo creo que sus textos exceden el género fantástico, aunque a la vez lo contienen. Y la mirada posmoderna mal podría hacerle perder vigencia, ya que ha habido fuertes lecturas posmodernas de Borges. Dicho esto, considero que los textos de Borges exceden también la mirada posmoderna. De hecho, para mí es la mirada posmoderna lo que ha perdido vigencia. Y Borges no.
APU: En tu libro ¿Hola? planteás una mirada sobre la necesidad de la comunicación. ¿Considerás que la virtualidad incomunica?
M.K.: No, no considero que incomunique. O al menos no necesariamente. Sí considero que la conversación telefónica, hoy por hoy ya bastante en declive, ofrecía la posibilidad de una escena única para la comunicación: la de una combinación hasta entonces inédita de presencia y ausencia, de cercanía y lejanía; la de la proximidad máxima de la voz y el oído, pero sin cuerpo y sin mirada.