Mercedes Araujo: “Hay que ver cómo lo que uno elige contar habla de todo aquello que no se ha contado”

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    Mercedes Araujo
ENTREVISTA

Mercedes Araujo: “Hay que ver cómo lo que uno elige contar habla de todo aquello que no se ha contado”

25 Agosto 2024

AGENCIA PACO URONDO dialogó con la escritora Mercedes Araujo acaba de reeditar La hija de la cabra, primera parte de su proyecto de trilogía andina a la cual le sigue Botánica sentimental, editado por Lumen. Mercedes Araujo no solo escribe historias, traza mapas de territorios donde la tierra y la naturaleza son protagonistas silenciosos, pero poderosos. En su escritura, el paisaje no es un mero escenario sino un personaje vivo que reclama su lugar en un mundo dominado por la intervención humana. Aborda la relación entre el ser humano y la naturaleza con una mirada crítica y poética, explorando cómo la historia de la colonización y de los pueblos originarios ha dejado cicatrices profundas.

En esta entrevista nos lleva a reflexionar sobre la importancia de reconectar con la tierra, de entenderla no como un bien a conquistar, sino como un ser vivo con el que debemos convivir en equilibrio. Su narrativa, impregnada de ecología y derechos de la tierra, nos recuerda que la literatura puede ser una herramienta poderosa para despertar conciencia y promover un cambio necesario en la forma en que habitamos el planeta.

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo nace la trilogía andina?

Mercedes Araujo: Nace con la idea de contar un territorio dentro de Mendoza que me impacto profundamente. Es realmente un desierto, que se asemeja al desierto del Sahara: altos limpios, médanos, vegetación, espinillos, animales del desierto, extensiones polvorientas. Empecé a estudiar el lugar que originalmente habitaban los Huarpes entre la frontera de Mendoza y San Juan. Habían tenido relación previa con los Incas y después, con la colonia que tuvo un impacto enorme sobre ese pueblo, fueron desplazados y llevados a pie a cruzar la cordillera para servir en las minas de oro. Ahí está una de las causas de su desintegración como pueblo.

Después vino el proyecto de escribir la novela, que tiene un trabajo con el lenguaje particular. Es una búsqueda, un intento de crear y recrear una sintaxis o una cosmovisión, algo que fuera de otro que no conocemos, porque ese pueblo está devastado. Pero traté de trabajar en una mitología y trabajar con un lenguaje que se pareciera a una cuestión mística de una cosmovisión diferente, para poder recrear, ficcionalizar algo que cuente de lo otro que ya no está.

APU: ¿Ves al desierto como metáfora de a la introspección?

M.A.: Creo que el desierto funciona como un territorio mítico. También hay un elemento más, que es político: esta idea de que cuando llegan los colonizadores a nuestras tierras, lo que había era un gran vacío. Se habla del desierto como un lugar a conquistar. Hay una vuelta de tuerca, una idea contraria a ese concepto del desierto: ese desierto está lleno de leyendas, lleno de sus habitantes originarios con sus creencias, costumbres y cosmovisión. Me gusta trabajar con el desierto como un ecosistema donde la humanidad no está sola; estamos habitados por animales, por vegetales. Es dar cuenta de esa potencia y fuerza narrativa de un desierto que se le atribuye o se estigmatiza como un lugar vacío que hay que conquistar.

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Tapa La hija de la cabra

APU: ¿Es posible contar una historia con lenguaje poético?

M.A.: El lenguaje poético sirve para dar cuenta de algo, más que la historia. No se trata en esta novela solo de una trama o una historia que contar. Además de tener una historia, mi intención es trabajar con el lenguaje, con las capas del lenguaje. En la poesía aprendí algo que es muy sencillo, pero que en la narrativa hace una diferencia. O sea, termino armando el texto de una forma distinta, que es trabajar palabra por palabra. En un poema, por la forma en que se trabaja, tenés que encontrar el sonido, el ritmo, la estructura; no es lo mismo una palabra que otra.

Es buscarle al lenguaje todas las posibilidades, no solamente la de contar, que es propio de una novela, narrar una historia. A mí me interesa hacer un trabajo sobre ese lenguaje, pero de una manera material, física. Entonces, en ese proyecto, no es lo mismo una palabra que otra; es la única palabra que sería la adecuada, eso hay que buscarlo y ver cómo suena. Es un trabajo distinto, más sobre el lenguaje que sobre la historia.

APU: ¿Se puede establecer una diferencia entre La hija de la cabra y Botánica sentimental?

M.A.: Mis historias se sitúan en un territorio que no solo tiene desiertos, sino también oasis. En Botánica sentimental, esos oasis representan y dan origen a una vida burguesa del siglo XIX, distinta de la vida en el desierto de los pueblos originarios. Todo transcurre en el siglo XX. Por eso, Botánica sentimental va y viene en el tiempo. La burguesía se siente dueña de la tierra y la trabaja, mientras que en La hija de la cabra, la relación con la tierra es más integrada, sin dominación. Además, en Botánica intenté que el lenguaje reflejara lo no dicho en las tramas familiares de poder, al contrario de La hija de la cabra, donde se enuncia lo que es la comunidad. En Botánica, el lenguaje es menos intervenido, mostrando cómo las cosas materiales sobran, a diferencia de La hija de la cabra, donde hay hambre y sed. Así, Botánica explora la relación de la burguesía con la tierra y sus propias reglas.

APU: ¿Por qué incluir lo mítico ancestral en la narrativa de tus novelas?

M.A.: Si damos cuenta de cualquier contexto histórico, estamos dando cuenta de lo que pasó y de lo que va a venir. Es decir, hay una especie de pacto, de creencia en relación con que el tiempo es lineal. Nos pusimos de acuerdo en cómo medimos el tiempo y en cómo lo vemos de una determinada manera. Entendemos la historia como aquello que ya ocurrió, el presente como lo que está ocurriendo y el futuro como lo que vendrá. Para dar cuenta del presente es bastante interesante dar cuenta y contar las historias más ancestrales, más míticas, las que quedan en la memoria. Es como la vida de una persona: cuando alguien cuenta su vida, cuenta hitos; no podés contar tu vida completa.

Cualquier relato es una construcción, entonces hay que ver cómo es posible contar esa historia. A mí me sirve y me sigue interesando esa pregunta: cómo se cuenta, cómo puedo contar algo. Una de las maneras de contar es a través de marcar hitos: esto, esto y esto, y en un momento decís "y todo lo demás", todo lo que queda afuera. Hay que ver cómo lo que uno elige contar habla de todo aquello que no se ha contado, de alguna manera.

Pensé en esto cuando estaba escribiendo Botánica y dije: "Así es como trabajan los arqueólogos". Por ejemplo, hay un hallazgo, pero de ese hallazgo se desprende toda una gran historia. Podés deducir toda una historia. Entonces, intento dar cuenta del pasado, del futuro, del presente con pequeños hitos que se expanden en el sentido.

“Hay que encontrar el equilibrio entre lo que querés decir y cómo lo decís”.

APU: ¿Tiene que ver con lo que es la escritura creativa?

M.A.: Toda escritura es creativa. La narrativa es escritura creativa, la poesía es escritura creativa. Es el acto de crear con el lenguaje. La materia es el lenguaje, el acto es creativo. Así como alguien pinta un cuadro y trabaja con determinados materiales, cuando escribís, tu materia es el lenguaje, y con ese lenguaje hacés lo que querés. Básicamente, lo que podés; es lo que uno quiere, pero es lo que uno puede. De la misma manera pasa con la música: una composición musical está hecha con un lenguaje que es el lenguaje de la música.

En las palabras hay muchos elementos, no solamente lo que las palabras significan, lo que la palabra dice, lo que la palabra cuenta, sino cómo suena. Ahí ya tenés un elemento de la música con el que tenés que trabajar cuando escribís, en la melodía, en el sonido. Pero también hay una materialidad propia de la construcción sintáctica, cómo construir una oración o cómo deconstruirla para que suene de una manera u otra. Eso también es un trabajo con el lenguaje, y de ese trabajo va a salir un texto, de una manera u otra. Hay que ver qué es lo que se puede hacer, en todo caso, pero es tu materia. Se hace con el lenguaje; de eso se trata escribir.

APU: ¿Escribir literatura es comunicar una historia?

M.A.: Depende de la narrativa. Aunque no creo en los géneros, podríamos decir que en la narrativa hay un arco temporal en donde la preocupación por el tiempo juega un factor preponderante, porque una historia se cuenta desde un elemento temporal y de ahí nace la historia. El desarrollo de algo, de un personaje, de una trama, de lo que sea. En la poesía, el factor tiempo no es importante. Te ponés a leer un poema y no vas a encontrar esa preocupación por parte de un poeta de dar cuenta de una temporalidad.

Puede estar en el poema o no.

En la narrativa, sí hay una historia para contar, o por lo menos a mí me interesa contar una historia. No solamente contarla, sino cómo contás esa historia, y de ahí, cuando decidis cómo contar esa historia, son las decisiones. Podés contar la misma historia con un lenguaje completamente despojado. Cada escritor o escritora tiene su estilo, va construyendo su estilo, que es también la relación con el lenguaje que se tiene. A mí me interesa mucho porque me divierte. Pasar el tiempo trabajando con las palabras me parece una tarea de lo más interesante: esto de sacarle el brillo, si es una o la otra, y como se pega esta palabra con la que viene al lado. No renuncio a la historia, me interesa porque la trama me permite ir de un lugar a otro.

APU: Mencionabas la relación con el lenguaje. ¿Cómo es ese trabajo de pulir las palabras?

M.A.: Es como tallar una piedra preciosa. Vas quitando capas, lijando, puliendo, hasta que lográs que esa palabra brille de la manera en que necesitas que lo haga en el texto. Cada palabra tiene un peso y un lugar específico, y hay que encontrar el equilibrio entre lo que querés decir y cómo lo decís. A veces, puede parecer que una palabra está bien, pero cuando la probás en el contexto del texto, no suena como debería, no encaja del todo. Entonces, seguís trabajando, buscando alternativas, hasta que das con la palabra precisa. Es un proceso laborioso, pero muy gratificante.

APU: ¿Creés que la poesía se puede trasladar a la narrativa sin perder su esencia?

M.A.: Absolutamente. La poesía y la narrativa son dos caras de la misma moneda. En la narrativa, la poesía aporta ese componente sensorial, ese juego con el lenguaje que trasciende la mera función de comunicar. Creo que se pueden entrelazar de manera muy rica, creando textos que no solo cuentan una historia, sino que también generan una experiencia estética para el lector. La clave está en encontrar el equilibrio adecuado entre ambas. No se trata de forzar la poesía en la narrativa, sino de dejar que fluya naturalmente donde sea necesario, donde aporte valor y profundidad al texto.

APU: ¿Qué es lo más importante que tomás al momento de escribir?

M.A.: Lo más importante es ser fiel a lo que quiero decir y cómo quiero decirlo. El proceso de escritura es un diálogo constante conmigo misma, un ir y venir entre lo que siento, lo que pienso y lo que quiero expresar en el papel. Es un proceso íntimo y personal, donde el lenguaje se convierte en el medio para explorar y entender el mundo que me rodea. Escribir es una forma de reflexión, de introspección, pero también de comunicación, de conexión con otros. Así que, lo más importante es mantener esa autenticidad, ese compromiso con mi propia voz, sin dejarme llevar por las expectativas externas.