Mercedes Araujo: “No se puede enseñar qué leer y cómo leerlo, pero sí a leer con todos los sentidos”
Fractura, suplemento literario de AGENCIA PACO URONDO, dialogó con la escritora Mercedes Araujo que acaba de publicar su último libro Botánica sentimental editado por Lumen. Su primera novela La hija de la cabra ganó el Premio del Fondo Nacional de las Artes y ha escrito también libros de poemas como Así es el fuego, La isla y Viajar sola. Es profesora de Escritura Creativa en la Universidad Nacional de las Artes y de Política y Derecho Ambiental en la Universidad Nacional de San Antonio Areco.
Agencia Paco Urondo: ¿Por qué en la novela se entrecruzan diferentes historias, tiempos, espacios? ¿Cómo surgió esto?
Mercedes Araujo: Es una novela que la pensé hace muchos años, la idea que le dio origen fue trabajar con el terremoto de 1861 en Mendoza, porque estaba tratando de contar cómo se vive y se piensa en una ciudad que se funda sobre otra que se ha caído completamente, cómo funciona eso. A mí me gusta contar historias relacionadas al territorio entendido como paisaje, como ecosistema, entendiendo que la vida humana depende completamente como el resto de los animales de ese entorno.
Empecé a trabajar desde aquel terremoto, después la novela fue convirtiéndose en una narración que va y viene en el tiempo, ahí aparece la cuestión del trabajo sobre el tiempo, cómo el presente, el pasado y el futuro se relacionan entre sí, ya no solo cómo se relacionan los seres que habitan los territorios, sino también la temporalidades. Sobre estas ideas es que estoy construyendo esta novela.
APU: ¿Cómo fue la creación de la escritura junto con los personajes y el ambiente?
M.A.: Los primeros capítulos son una especie de relatos históricos dándole vida a ese momento donde la ciudad se cae, son lo primero que aparece en el proceso de la escritura, después me di cuenta de que lo que quería hacer era un estudio un poco más largo y trabajar también sobre la vida en el tiempo, entonces aparece una narradora, un personaje a través del cual se va a ir contando y desplegando la historia en distintos tiempos. Aparecen hechos más cercanos en el tiempo que siempre me llamaron la atención para pensar Mendoza, sus propios mitos, su propia composición, su tejido social y cultural. Está muy marcada por la tierra, es un lugar donde la relación con la tierra sigue siendo muy importante, bastante esencial incluso en la organización económica y social que tiene ese territorio.
Van apareciendo otros momentos en la narración que van y vienen en el tiempo, por ejemplo la fundación durante los años 40 que fue un proyecto que intentaba soñar la idea de una Hollywood Argentina. También por las condiciones territoriales: en Mendoza hay 360 días de luz al año.
Son distintos hechos que están vinculados a estas condiciones del territorio, así como el terremoto, la producción y la pérdida de la casa que en definitiva es lo que permite ir hilando todas estas historias, el personaje principal vuelve y empieza a desenterrar historias familiares.
APU: ¿Por qué te interesa el tema ecológico, la tierra, el paisaje, el desierto?
M.A.: Tengo un especial interés por esta idea de pensarnos como si fuera la última oportunidad que tenemos de escucharnos de nuevo en términos de supervivencia de la especie, porque hasta ahora hemos fallado y es esa falla la que ha llevado a la situación en que está hoy el planeta. Parte de una idea antropocéntrica, colonialista y de dominación de la tierra que nos ha traído hasta ahora y comparte valores con ideas coloniales de sometimiento. En esos términos conceptuales es una preocupación donde trabajo siempre y veo la manera cómo esa situación entre lo humano, lo cultural y la geografía se va articulando, esa es mi obsesión, lo que me llama la atención, lo que me interesa.
APU: En tu narrativa la poesía está muy presente…
M.A.: Vengo de la poesía, mi novela anterior sobre Mendoza que es sobre el desierto es un relato histórico que quedó situado en el 1700 y a principios del 1800, mi práctica de escritura comenzó en la poesía y tengo una preocupación por lo poético permanente. Siempre veo la manera de que el lenguaje poético quede incorporado a la estructura narrativa de alguna forma o teniendo en cuenta que la prosa sea lo suficientemente detenida como para alcanzar alguna tensión en la misma prosa.
APU: ¿Qué diferencias hay entre tu primera novela La hija de la cabra y Botánica sentimental?
M.A.: En mi primera novela, hay toda una preocupación sobre ese paisaje y la problemática del agua. Cómo la ciudad colonial se funda sacando el principal recurso que este territorio tenía que es el agua, sin el agua no tienen nada. Hay una historia de un pueblo originario que va perdiendo el agua. Es una novela que primero no tiene la vuelta en el tiempo. En esta nueva novela aparece el ir y venir entre los tiempos; la otra está atravesada por lo poético, está construida con un lenguaje antiguo originario como una búsqueda más místico. En Botánica sentimental incorporo la contemporaneidad, la escritura es más llana aunque tiene momentos poéticos.
APU: La novela la terminaste en pandemia. ¿Esto influyó?
M.A.: Yo creo que sí porque en teoría la presencia está en el paisaje de las afueras de Mendoza, en el campo. El personaje está en permanente estado de contemplación, esa permanente interioridad y exterioridad que ocurre entre el personaje y el paisaje. Ese primer año estar con el paisaje me ayudó mucho.
APU: ¿Qué expresa la literatura?
M.A.: Pienso que la literatura es un artefacto, una construcción que trabaja con la mentira, con el aparato perceptual que involucra todos nuestros sentidos y también es una articulación discursiva que trabaja con discursos, con mitos, con historias. con subjetividad. Un artefacto que incorpora una creación, relatos, discursos y acontecimientos.
APU: ¿Qué es un lector?
M.A.: Es quien completa la obra, tengo más experiencia como lectora que como escritora en términos de tiempo dedicados. Para mí no hay obra literaria como novela, cuento, poemas que exista en tanto no esté siendo leída por alguien, es en ese encuentro donde verdaderamente está ocurriendo a nivel artístico, si no es un objeto. El momento en que trasciende la condición de objeto y alcanza su naturaleza artística es el momento en que está haciendo leído, ahí se completa.
“Para mí no hay obra literaria como novela, cuento o poema que exista en tanto no esté siendo leída por alguien”.
APU: ¿Cómo se forma un lector?
M.A.: Es interesante la pregunta y hay tantas maneras de leer diferentes, hay una cuota de subjetividad enorme. No se puede enseñar qué leer y cómo leerlo, pero sí una manera de leer que es más interesante, que hace que se lea de manera más despierta, que es empezar a leer o volver a leer con todos los sentidos. Últimamente leemos con la cabeza y dejamos de lado quizás maneras de leer mucho más cercanas al texto.
Qué quiero decir, oír de verdad las palabras como suenan, no sólo lo que significan, leer con el tacto, la relación con las posibilidades táctiles del texto, dejar que el texto nos tome y ponernos a disposición de esa lectura. Es una experiencia mucho más placentera que hacerlo solamente desde la cabeza, con el oído oyendo el sonido real de las palabras, esa práctica se nos ha complicado en el último tiempo, le damos una prioridad enorme a lo que es la vista. Las palabras se pueden oler, tocar, muchas cosas, volver a esas formas de lecturas, a involucrase con el cuerpo y con la percepción.
APU: Los hábitos de lectura van cambiando pero van más rápido que la propia literatura. En el mercado del libro son consumidas otros tipos de lecturas más comerciales. ¿Qué opinión tenés al respecto?
M.A.: Hay que ver si el secreto de esa literatura o escritura de esos libros masivos está en que simplifican la escritura para que sea más veloz la relación con lo que leés. Creo que lo que está ocurriendo es esta cuestión del tiempo y la velocidad, es como un acelere que tenemos en la forma de estar en la vida, esto implica que estamos haciendo tres o cuatro cosas al mismo tiempo. Alguien está leyendo, escuchando y mirando el teléfono pero al mismo tiempo atendiendo una conversación, todo esto ocurre con una velocidad determinada, esa velocidad es un poco lo que atenta al tiempo propio de lo que consideraríamos la literatura, que exige un poco más, al mismo tiempo es la que te da más satisfacción si te entregás, la experiencia es un poco más densa.
El mercado le ha encontrado la vuelta a simplificar el momento de la lectura y hacerlo que corra más veloz, es decir contarte la historia de una manera más llana, de manera que se pueda avanzar en el relato más rápido y por lo tanto ese tipo de lectura se adapta al sentido de la velocidad del tiempo que tenemos hoy. Pero claro que sigue siendo súper placentero entregarse a la lectura, ahora implica también un retiro de otra cosa, una forma de lectura que no podés hacer simultáneamente con otra cosa, es un poco lo que veo, prácticas y alteraciones de la subjetividad contemporánea.