Novedad literaria: “Trenes vacíos”, de Ana Caldeiro
Por Inés Busquets | Foto: Adolfo Rozenfeld
Trenes Vacíos, editado por Azul Francia, es el nuevo libro de la escritora argentina, Ana Caldeiro. Su primera novela, La continuidad del viento (Milena Caserola, 2015), fue seleccionada por la Escuela de Escritores del Rojas y finalista del Premio Internacional de Novela “Marco Denevi” en el año 2012.
Trenes vacíos es un libro conformado por once cuentos, narrado en distintas voces y tiempos, donde se condensan imágenes, objetos, personas que funcionan como agentes disparadores para el desarrollo de las historias.
La búsqueda del detalle es una características clave en los relatos, una flor, una gallina, una cartera, una tela constituyen un engranaje capaz de motorizar una historia dramática.
Los cuentos de Ana Caldeiro parecen obras de artes visuales, el libro podría ser una exposición de cuadros que la autora crea en una primera instancia, una escena estática de la cual se desprende una continuidad de conflictos, tramas y personajes.
Los finales de Trenes vacíos no son conclusivos, pero tampoco pareciera que persiguen la intencionalidad de ser abiertos, simplemente es una cortada en el medio del camino que nos deja perplejos/as, inquietos/as intervenidos por la voz de la narradora o narrador. De alguna manera pensando en la idea de la muestra, finaliza un cuadro y se pasa al siguiente buscando la prolongación de esas pinceladas. Como bien menciona Giselle Aronson en la contratapa “algo está sucediendo todo el tiempo” y convive también un clima de peligro e inminencia.
En Trenes vacíos ningún cuento se parece a otro, sin embargo hay tópicos que atraviesan a los once, conformando un solo relato: la muerte, el miedo, el tiempo, el lenguaje, la transformación.
En el libro existe una sincronía que erosiona los límites entre los objetos y las personas, por momentos son extensiones del mismo cuerpo o certezas en el medio del caos, un ejemplo singular en casi todos los cuentos es la cartera en las mujeres, más allá del objeto en sí mismo y su función le otorga cierta seguridad al personaje, un ancla de la cual aferrarse en la tormenta. Algo similar con los árboles y con las muñecas.
Los personajes de Trenes vacíos son curiosos, audaces, observadores, impertinentes, intuitivos. Los personajes no siempre son personas, a veces son los ojos, la boca, los árboles, la gallina y están conformados con igual dedicación e intensidad. En general habitan pueblos y cuando van a la ciudad sufren una suerte de extrañamiento.
En los cuentos de Ana Caldeiro, las moscas, las mosquitas, las arañas cobran un protagonismo que simboliza las tramas, los enjambres, los engranajes.
En “Águilas” la anécdota de una gallina atacada por un ovejero evoca en la voz de quien narra el recuerdo de una visita inesperada. Allí empieza la historia que se terminará de configurar cargada de símbolos. Este cuento contempla un recurso con mucha pericia: lo naif para contar lo terrible. La voz inocente para traducir lo trágico. La importancia del recuerdo que vuelve transformado. “Se puede fingir dolor, o compasión. Arrugar los ojos hasta que se vuelvan rojos. Las personas volvemos una y otra vez al primer recuerdo reconocible como si en realidad lo construyéramos, como si nos empeñáramos en una arquitectura lenta y sufrida, obstinados en sostener lo que ya no sabemos muy bien qué es.”
En “Las tejedoras de Mink” la realidad y la ficción se combinan para darle sentido a los sueños, a los rituales, a lo esotérico, al poder de la transformación y a la peripecia de desviarnos la historia en la última palabra. ¿Quiénes son las tejedoras? También una presencia que irrumpe para desestabilizar e inquietar el relato.
En “Las moscas” el personaje “un poco por curiosidad y un poco por aburrimiento” decide dar un paseo por el cementerio descubriendo al fin y al cabo que existe un paralelo entre la ciudad de los vivos, en la que vive, y la de los muertos.
“Liana” habla del tiempo, de volver a un tiempo lejos de la muerte, a un momento donde no sea ni una amenaza, ni una posibilidad; y liana es la palabra mágica, aquel objeto que puede desplazarnos hacia distintos lados, que es también la transformación. ¿Cuál es nuestra liana personal? ¿La que nos permite abstraernos y movernos de la realidad” “Hago que leo pero juego a pensar ese regreso imposible, sabiendo que es un inútil ejercicio de la imaginación.”
“Miriñaque” es una novia que va a un negocio de telas para buscar la indicada para su vestido de casamiento, ese encuentro que parece un trámite sencillo se convertirá en una escena sin salida. Este cuento me hizo acordar a los personajes de Polansky. “La mujer le puso de pronto una mano en el brazo y la miró a los ojos. Virginia se tensó bajo aquel contacto repentino.”
“Todo por Ernesto” sintetiza de alguna manera el conjunto de tópicos de los que hablaba al principio. Una escena, un hecho, un gesto puede derivar en lo imposible y más. Destellos de imaginación en su máxima expresión. “Una boca avanzando” ¿Hasta dónde llega?
“Trenes vacíos” es el cuento más largo donde se presentan más personajes con sus contextos y sus cotidianos, un pequeño misterio crecerá en el pueblo de las vías silenciosas y los trenes vacíos y también ocurrirá lo terrible. La presencia de los árboles en este cuento representará la relación de las personas con la naturaleza, los procesos y su semejanza. Las personas sanan igual que los árboles, cambian, mutan, florecen, se contaminan. “Sara era capaz de ver esos momentos con claridad, así le había pasado siempre, desde la primera vez. Los objetos, pero en especial las personas, podían convertirse ante sus ojos en otras cosas, aunque los otros no lo creyeran. Pero se callaba. No hacía más que guardar esas certezas, encerrarlas en vacío. “
“Querida Antonia”, “Pequeña lista de mis muertes”, “Besos en los ojos” y “Diario Cíclico” completan el conjunto.
La autora de Trenes vacíos compone una obra de ficción desde una mirada libre y sin fronteras, donde todos los mundos posibles son capaces de confluir. Entonces la muerte se habla sin eufemismos y los pensamientos más ocultos se expresan sin censura. Los cuentos de Ana Caldeiro transcurren y acontecen como la vida, imprevisible e insondable. Tal como señala, Graciela Montes en el epígrafe: “Esa manera de horadar que tiene la ficción. De levantar cosas tapadas. Mirar al otro lado. Fisurar lo que parece liso. Ofrecer grietas por donde colarse. Abonar las desmesuras. Explorar los territorios de frontera, entrar en los caracoles que esconden las personas, los vínculos, las ideas.”