Omar Caíno: “Creo que mis cuentos ofrecen pequeñas visiones personales del mundo”
Omar Caíno es artista plástico y escritor, acaba de publicar su nuevo libro de cuentos Ropamuerta, editado por Paradiso. Vive en Buenos Aires, estudió con Ricardo Piglia, Juan Carlos Martini Real, Leónidas Lamborghini y Alberto Laiseca.
En una charla íntima nos sumergimos en su mundo literario y personal. Desde su experiencia en talleres de lectura con Ricardo Piglia hasta la creación de relatos que exploran lo inesperado y lo humano, donde cada palabra revela una mirada única hacia la escritura y la vida.
Caíno comparte cómo sus cuentos no buscan reflejar la realidad, sino más bien expresar visiones personales del mundo, como pinceladas en un lienzo abstracto. Desde la fascinación por los personajes hasta la evasión de la marca temporal, sus historias capturan momentos que invitan a la reflexión y al misterio. En sus cuentos evita deliberadamente marcar una época específica, prefiriendo explorar temas atemporales que atraviesan las barreras del tiempo y la tecnología.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo te iniciaste en la lectura y la escritura?
Omar Caíno: Siempre me interesó la lectura, aunque hubo épocas en las que leí más y otras menos. La escritura siguió un patrón similar, con una actividad discontinua al principio. Sin embargo, a los 30 años comencé a escribir de forma continua y desde entonces no he parado.
APU: ¿Cuál fue tu motivación?
O.C.: Mi motivación para escribir proviene de la misma relación entre la lectura y la escritura. Para mí, ambas son fases de un mismo proceso. La lectura me permite sumergirme en otros mundos, lo que a su vez me inspira a crear los míos. Corrijo tanto las palabras como la historia, viendo ambos aspectos como una sola tarea. Disfruto de leer a escritores con los que me siento cómodo, y esta comodidad me impulsa a crear mis propios mundos. Hay una fuerte conexión entre lo que leo y lo que escribo; es como recorrer diferentes partes de un mismo camino.
APU: ¿Cómo encontrar la propia voz en la escritura?
O.C.: Al principio escribía sobre historias reales que conocía, ya fueran experiencias mías o de otras personas. Dependía mucho de esa base documental. Con el tiempo, dejé de centrarme en lo documental y empecé a crear personajes y situaciones imaginarias. Este cambio me permitió explorar más allá de la realidad y dar forma a mis ideas. Mis primeros textos eran muy dependientes de la realidad, como las historias de vecinos o accidentes. Luego comencé a desarrollar personajes y mundos propios, dotándolos de coherencia y particularidades.
Esta evolución me liberó de la necesidad de basarme exclusivamente en experiencias reales, dándome la libertad de trabajar con ideas imaginarias y de crear una sensación de verosimilitud en mis relatos. En mis últimos textos he notado que la historia cobra más relevancia que los personajes, mostrando un proceso de maduración en mi escritura.
APU: ¿Hay varios tipos de escritores?
O.C.: Sí. Yo me identifico más con aquellos que exploran el mundo interior. En mis cuentos, encuentro cosas que no provienen del exterior ni de experiencias propias, pero que están relacionadas conmigo. Lo que escribo refleja mis pensamientos y emociones, aunque no necesariamente mis vivencias directas. Para transmitir estas situaciones a los lectores, es importante tener las claves adecuadas. Si escribís seriamente, de alguna forma, siempre tendrás una conexión personal.
APU: ¿Es importante conectarse con uno mismo para poder escribir?
O.C.: Es fundamental conectarse con uno mismo para escribir. Aunque luego creás contextos, personajes y perspectivas diferentes, esa conexión interna es esencial. Escribir es un proceso largo y continuo, como lo experimenté con mi colección de cuentos Ropamuerta. Con el tiempo desarrollé un imaginario propio, una cantera de ideas. Al principio dependía de historias conocidas, pero ahora me interesa más crear literatura que refleje mis pensamientos y emociones, independientemente de la realidad. Aunque la realidad siempre influye de alguna manera, mi enfoque principal es la literatura en sí.
APU: ¿Es la literatura una forma de comunicar?
O.C.: La literatura es una forma poderosa de comunicar. Para mí, lo que importa es que las historias y los personajes no se olviden, que se vuelvan parte de la memoria colectiva. Más allá de convertirse en un libro físico que se distribuye, la verdadera realidad de una historia es cuando resuena en la gente y se vuelve parte de sus vidas. Es un privilegio único cuando una historia se vuelve real y trasciende a su creador, llegando a ser significativa para muchos
APU: ¿Cuándo escribís, te olvidas de ser escritor?
O.C.: Cuando escribo, nunca dejo de ser consciente de que hay dos públicos: yo mismo y el posible lector. Aunque no escribo exclusivamente para otros, sí considero su perspectiva. Esto implica cuidar el estilo y la claridad para hacer el texto comprensible y agradable de leer. En mis escritos, como en Ropamuerta, busco equilibrar la originalidad y la accesibilidad, creando mundos extraños pero narrados de manera que puedan ser disfrutados por el lector. Para mí, ambos aspectos son fundamentales; un texto que no me satisfaga personalmente no lo termino.
APU: ¿Cómo fue tu experiencia en los talleres con Ricardo Piglia?
O.C.: Fue un privilegio estar en los talleres con Ricardo Piglia durante cuatro años, a partir de 1985. Piglia era un héroe para nosotros, y sus talleres no sólo incluían lecturas y discusiones, sino que también nos brindaba la oportunidad de compartir nuestros textos. Nos introdujo a una variedad de obras literarias, desde traducciones como El corazón de las tinieblas hasta textos de ciencia ficción y obras no traducidas en español. Piglia era un gran maestro que transmitía una profunda pasión por la literatura. Aprendí mucho de él, no solo sobre autores que deberíamos leer, sino también sobre el amor y el compromiso con la literatura.
APU: ¿El taller literario forma o motiva a escribir?
O.C.: Existen dos formas principales de formación para quienes desean escribir: los programas de escritura creativa y la carrera de literatura. Los talleres, como los que dirigía Piglia, son muy útiles. Él sostenía que no estudió literatura en Filosofía y Letras porque creía que estudiarla podía matar el deseo de escribir al hacerte sentir que todo está ya escrito. Personalmente, no cursé letras, solo talleres y programas completos, y encuentro que los talleres y los grupos de escritores son muy beneficiosos.
“Cuando escribo, nunca dejo de ser consciente de que hay dos públicos: yo mismo y el posible lector”.
APU: ¿Está muy presente la mirada del niño observador en tus personajes?
O.C.: La mirada del niño es fundamental en mis personajes. Existe una presencia constante de la figura del niño en mis escritos, idealizada de cierta manera por mí. No es una representación directa de mi infancia o de quién soy, pero hay una conexión personal que se ve exagerada y desplazada en mis relatos.
APU: Los finales son inesperados en algunos de tus cuentos
O.C.: El final de mis relatos busca ser inesperado y memorable. Me interesa crear situaciones intrigantes como la del hombre que vive una situación misteriosa con una mujer que aparece y desaparece repentinamente. En el cuento del dentista, la situación dramática se centra en un hombre sin piernas que trabaja como dentista, destacando la interacción con un joven paciente y su mirada curiosa.
Para mí, la clave de un buen cuento radica en tener una zona o aspecto que resulte interesante y provoque reflexión en el lector, sea cual sea el contexto o la situación narrativa.
APU: ¿Qué buscas transmitir con tus cuentos?
O.C.: No busco necesariamente reflejar algo específico en mis cuentos. Más bien, cuando surge una situación o una idea, busco expresarme a través de ella, de manera similar a como lo hago con la pintura abstracta, donde a veces siento algo antes de poder definirlo con palabras. Mis cuentos no son meras anécdotas; creo que ofrecen pequeñas visiones personales del mundo. Comencé a escribir estos cuentos en los años 90, antes de la era del internet y los celulares, y trato de evitar marcar una época específica, deliberadamente. Aunque no tengo un objetivo consciente al escribir, creo que mis cuentos capturan una especie de visión única del mundo.