¿Por qué defender a Mario Benedetti?
Por Norman Petrich | Ilustración: Gabriela Canteros
“Me dicen que está con ustedes, cosa que deseo de todo corazón. Mario es uno de los hombres más valiosos de nuestro continente y por tanto siempre en peligro”, le escribió Julio Cortázar a Roberto Fernández Retamar preguntando por el paradero de Benedetti. No era para menos esa preocupación. Los golpes de Estado lo iban persiguiendo y alejándolo de su paisito, obligándolo a dejar Uruguay en 1973 para exiliarse en Buenos Aires, de allí a Perú de donde será expulsado en 1975 para recalar en Cuba. Vivirá en la isla hasta 1977, año en que decidirá instalarse en Madrid.
he sido en tantas tierras extranjero
y ahora que por fin estoy aquí
hay nubes entre el sol y los presagios
Una de las razones que lo vuelve “tan valioso”, según las palabras de Cortázar, es la tremenda labor que realizó acercando al público en general la poesía que levantaba banderas en esos años de revueltas y lucha. Como testimonio invaluable quedan el libro de entrevistas conocido como Los poetas comunicantes, donde conversa con Roque Dalton, Nicanor Parra, Jorge Enrique Adoum, Ernesto Cardenal, Carlos María Gutiérrez, Gonzalo Rojas, Eliseo Diego, el mismo Retamar, Juan Gelman e Idea Vilariño, editado por Marcha en 2008, muy poquito antes de que el uruguayo partiera. Y el otro trabajo que plasmó esa difusión desinteresada que siempre cargaba a cuestas, realizado junto a Casa de las Américas, quedó registrado tanto en libro como disco y es conocido como Poesía trunca, una antología “muy particular, ya que incluye a 28 poetas latinoamericanos que dieron sus vidas por la causa revolucionaria”. Allí están Ernesto “Che” Guevara, Juan Oscar Alvarado, Otto René Castillo, Edwin Castro, Roque Dalton, Mónica Ertl, Argimiro Gabaldón, Raúl Gómez García, Agustín Gómez-Lubián, Ibero Gutiérrez, Javier Heraud, Víctor Jara, Rony Lescouflair, Rigoberto López Pérez, Carlos Marighella, Ricardo Morales, Roberto Obregón, Frank País, Néstor Paz Zamora, Leonel Rugama, Aldo Sá Brito, Luis Saíz, Jorge Salerno, Edgardo Tello, Francisco Urondo, Rita Valdivia y Jacques Viau. En el disco, autores de la talla Nicolás Guillén, Manuel Galich, René Depestre, Thiago de Mello, Gabriel García Márquez, Alejandro Romualdo, Alfredo Gravina, los ya nombrados Retamar, Gelman, Cardenal y el mismo Mario le ponen voz a los versos de los más reconocidos, dándonos una muestra de la talla alcanzada por esa poesía en construcción, rescatada y preservada como mensaje de una lucha colectiva tan necesaria hoy día en que los leones rugen la canción de la libertad individual.
vaya a saber por qué
la sintaxis de los muros ha cambiado
cada solo reprocha todo a todos
el odio solitario es un pabilo
¿de qué sirve un pabilo en la espesura de la bruma?
una tapia individual no es la paz ni la guerra
tan sólo es una tapia individual
Otra razón podría encontrarse en libros como La Tregua o Gracias por el fuego que fueron adaptados y llevados al cine. O la cantidad de sus versos que también llegaron al mundo de la música, interpretadas por él o musicalizadas por Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti o Nacha Guevara, entre otros grandes artistas. “Hagamos un trato”, “Una mujer desnuda y en lo oscuro”, “Por qué cantamos”, “De árbol a árbol”, “Táctica y estrategia", entre otros, resuenan en nuestros oídos. Ese lenguaje coloquial que lo arrima, para algunos, más a un letrista que a un poeta.
vino el buitre a traernos el miedo
el murciélago a llevarnos la noche
vino el tero a dejar sus alarmas
Benedetti fue una persona comprometida con su tiempo, no se dedicó a contar la realidad sino a transformarla. A tal punto que fue uno de los fundadores en 1971 del Movimiento Independiente 26 de Marzo, agrupación que forma parte de la coalición del Frente Amplio desde sus orígenes.
Sin embargo, el Mario que quiero defender hasta de él mismo en este mes de septiembre del segundo ciclo pandémico en el que cumpliría 101 años es aquel que se transformó en viejo abrepuertas de muchos, pero que pocos reconocen. Integrante de la generación del 45, su producción literaria incluyó más de 80 libros, algunos traducidos a más de 25 lenguas. Esa cantidad deja entrever, sobre todo en los última etapa, un trabajo de corrección no muy exhaustivo. Y no todos sus críticos tuvieron el cariño de Idea Vilariño para decírselo. “Te debo carta desde que te fuiste. Pero la cosa era que se trataba de una carta difícil. Porque te dije entonces que te escribiría sobre tu libro, y no sé cómo decirte que no me gustó. No es eso exactamente. Tal vez si empezara por el principio. La cosa es que estamos en polos opuestos (¿o todos los polos son opuestos?). No sé si te acordás de mi No. El último poema dice: “Inútil decir más. Nombrar alcanza”. Y en eso ando hace tiempo, cada vez más, prohibiéndome —y no necesitando— explicar, desarrollar. Si ese hermoso heptasílabo de tu libro se me hubiera ocurrido a mí, ese verso sería el poema. Lo hubiera metido, así desnudo en el No, sin más. Está lleno de contenidos, no es necesario decir más. Explicarlo parece un procedimiento prosaico, le quita profundidad. Y tenés muchos versos así, hermosos y llenos de contenido”.
siempre me aconsejaron de que escribiera distinto
pero he decidido desalentar/ humilde
y cautelosamente a mis mentores
en consecuencia seguiré escribiendo
igual a mí o sea
de un modo obvio irónico terrestre
rutinario tristón desangelado
(por otros adjetivos se ruega consultar
críticas de los últimos treinta años)
“Alguna vez escribí que, en ciertas ocasiones, los críticos consiguen un ábrete sésamo y lo pronuncian, pero no se dan cuenta de que la puerta que se abre no es la que ellos quieren, sino la de al lado”, le escribe el uruguayo a Julio Cortázar, y en esa frase reside la habilidad de este hombre que se siente “vitaliciamente condenado a escribir poemas, cuentos o novelas, en una línea más sencilla, más directa”. Ese lenguaje surgido del mundo real y cotidiano, que podía ir del amor, la oficina a la América en crisis, el exilio, la injusticia y el abuso de poder, golpeó fuertemente a una generación que un general prometió despolitizar.
La puerta que se abrió era la de al lado. La del prisma que disparó muchos nombres y permitió acceder a complejidades aún mayores dentro de la palabra. ¿Quién era ese Juan Gelman que tanto nombraba? ¿Y ese César Vallejo del que hacía citas tan raras? Los versos del uruguayo fueron esa carga que despertó la tormenta que ya no nos abandonó nunca más. “Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”, nos dijo y empezamos a valorar lo que parecía no tener valor. El que levantaba banderas que habían sido pisoteadas (una vez más) y avisaba, como el que no quiere la cosa “Cada vez que un dueño de la tierra/ proclama/ para quitarme este patrimonio/ tendrán que pasar/ sobre mi cadáver/ deberían tener en cuenta/ que a veces/ pasan”. Porque, como bien dice Idea, entre esa cantidad de libros tiene muchos versos hermosos llenos de contenidos. Y eso me basta para defenderlo contra aquellos que no pueden dejar uno que los libere de las cadenas del olvido. Es así cómo termina perteneciendo a un lugar al que muchos le negaron y le niegan la entrada. Una fiesta a la que no ha sido invitado y en la que se metió igual. Después de todo, el aguafiestas tiene la costumbre de llegar sin aviso.
De vez en cuando es bueno
ser conciente
de que hoy
de que ahora
estamos fabricando las nostalgias
que descongelarán
algún futuro.