Esto es un feminismo popular y transversal
Fotografía: Lucía Barrera Oro
Por Ludmila Sueiro, Julia Pascolini y Rodrigo Lugones
En lo que va de esta semana llegaron a nuestros grupos y a la misma agencia textos escritos por compañeros del campo nacional y popular acerca de las formas de pensar a los feminismos. En el afán de ser deconstructivos, terminaron por ser discursos de imposición acerca de cuestiones que desde la cuna de esta lucha están debatidas y muchas saldadas. Podrán preguntarnos porqué respondemos y lo hacemos porque no queremos dejar pasar una palabra. Podrán llamarnos “locas” por cuestionarlo todo, pero si sentimos que hay algo que no nos cierra, no nos cierra.
El pornólogo Daniel Mundo escribió una nota para nuestro espacio de militancia que se titula “¿Por qué no quiero escribir sobre aborto?”. En esta instancia, nos podríamos preguntar para qué escribe sobre algo que no quiere escribir, sobre todo sabiendo que su reflexión termina en: “La despenalización del aborto permitirá reflexiones tan inútiles como ésta”. Créanos Daniel Mundo que su aporte no es nuevo para ninguno de los feminismos.
Para el autor se instaló “un cemento ideológico tal en la clase social media que cualquier reflexión que no festeje lo que todos festejamos no va a ser bien leída”. No es necesario que se festejen, ya que las luchas se reconocen con los objetivos alcanzados y los derechos conquistados. Pero lo que sí es necesario es dejarlo en claro desde este espacio de militancia, que es el nuestro, con argumentos fundamentados.
La tesis del autor en cuestión plantea que “la ola verde”, sociológicamente hablando, puede ser explicada como fenómeno de las clases medias. Si bien es cierto que hay un gran porcentaje de mujeres de lo que algunos y algunas denominan “clase media”, vinculadas a ambientes universitarios y/o militantes, esto no desmerece las conquistas. No se puede dejar pasar tampoco el carácter de acontecimiento político que reviste la revolución feminista en desarrollo (como un acontecimiento transversal y contra-hegemónico por excelencia).
No se puede caracterizar al feminismo (en todas sus variantes) como un “proto-movimiento social” enclaustrado en supuestos progres, porque desde esa lente perdemos de vista todo lo que la discusión sobre la interrupción voluntaria del embarazo tuvo de transversal en términos sociales. Sin ir más lejos, el aborto es un proceso que, en contextos de crisis económicas profundas, se vive con una crudeza descarnada dentro de los sectores populares. No es cierto que las “hijas de la clase media” no vayan a abortar en hospitales públicos, de hecho consultan por abortos clandestinos mal realizados en maternidades de la periferia de las grandes ciudades, lo que les salva la vida, en algunos casos y las iguala a mujeres de menores recursos. No se puede reducir la expresión del movimiento feminista a “un ala ideológicamente activa de la clase media bien pensante”.
Además, es justo que lo digamos: la “clase media” no existe. El “mundo” se divide en dos clases de personas: las que trabajan y las que viven de las que trabajan. Lo demás es ideología. Atendible, por supuesto. Pero no hay que dejar de comprender a ese sector (auto) percibido como “medio” como parte de un todo que lo contiene, lo quiera o no lo quiera. Derribando fantasías ideológicas, consideramos que Daniel Mundo también pertenece a la clase trabajadora, en tanto y en cuanto no viva del trabajo de otros y otras.
Son reiterativas las acusaciones lanzadas en estos días al movimiento feminista: compañeros que asumiéndose del campo nacional y popular buscaron deslegitimar la adquisición (en camino aún) de un derecho elemental por los saludos de nuestras diputadas con la legisladora del PRO, Silvia Lospenatto. En las organizaciones políticas han ninguneado a las compañeras que tuvieron el valor de denunciar a sus agresores -militantes también- por todo tipo de violencias. Nos tildan de “clasemedieras”, inhabilitándonos para discutir en el plano económico.
Señores -porque las críticas provienen de un sector mayoritariamente masculino-, las estructuras políticas tradicionales revelaron todas las grietas, por eso las estamos tirando. “Se va a caer” cantamos en las calles. Porque los feminismos fueron y son, en su conjunto, la única fuerza mundial capaz de sacudir y parar las actividades de decenas de países en un contexto neoliberal en repetidas oportunidades. Porque esto es un feminismo popular, transversal.