Estados Unidos: ¿Es imposible un batacazo de Sanders?
Por Sergio Lanzafame
Donald Trump se convirtió en el “gran cuco” de las elecciones presidenciales que tendrán lugar en noviembre de este año. El magnate neoyorquino asusta al mundo con sus diatribas xenófobas, sus exabruptos, su machismo y otras maravillas. Lo que llama la atención es por qué el “establishment” de su partido lo considera un “no deseable”, siendo que el resto de sus candidatos piensan demasiado igual en estos temas. Sucede que Trump no es un republicano conservador liberal más, sino un nacionalista. Un tipo que pregona la “re-industrialización” de su país. A caballo de su “nazismo” explícito, que no duda en prometer más guerra y que provoca temores reales al resto del globo terráqueo, el candidato promete trabajo a un pueblo que hace años que va perdiendo el combate con el sistema financiero que domina al país.
Por supuesto es más que válido plantearse si esta propuesta explosiva, que pondrá a las minorías del país bajo fuego y al mundo en guerras mayores a las actuales, sólo es una impostura de un “loco de remate”, un discurso bien estudiado para llegar al poder para luego acomodarse o una propuesta seria.
Menos conocida y ninguneada por los grandes medios de comunicación en el mundo, y por supuesto (y cómo no) los de nuestro país, es la propuesta del candidato demócrata Bernie Sanders, que pelea por pararse como un firme adversario de la favorita Hillary Clinton.
Sus definiciones son categóricas y generan más alarma que las del mismo Trump. El ninguneo de los medios, en realidad, se produce porque todos piensan que no tiene chances reales contra Clinton. Pero, millones de jóvenes en todo el país y “nuevos militantes” del candidato que se define a sí mismo de “socialista” es un dato político que trasciende claramente las fronteras de Estados Unidos.
Sanders, de 76 años, llegó a la vida política en la Universidad de Chicago como miembro de la juventud del Partido Socialista de los Estados Unidos y participó activamente de cuanto movimiento por los derechos civiles y políticos hubo, sobre todo en los años ‘60.
Fue uno de los lideró la lucha contra la segregación racial en la Universidad de Chicago y fue arrestado por esa causa. También estuvo presente en la Marcha sobre Washington por el Empleo y la Libertad de 1963, donde el reverendo Martin Luther King, Jr. dio su histórico discurso.
¿Que más? Se negó a ir a combatir a Vietnam como objetor de conciencia. Luego se afilió al Liberty Union Party, una fuerza política local de corte antibelicista, progresista y ecologista desde donde llegó a Alcalde y luego a Gobernador del estado de Vermont.
Sanders ha sido en los últimos años la voz más firme del progresismo estadounidense dentro de las esferas del poder.
Al inicio de la interna, este candidato de familia judía, corría muy de atrás. Las encuestas lo marginaban de cualquier análisis. Pero algo hizo clic en buena parte de la sociedad norteamericana. Años de ver como lo más ricos se quedan con todo y de sentir que la crisis la pagaron los más pobres hicieron, tal vez, que cientos de miles en todo el país iniciaran una “militancia hormiga” con aportes monetarios individuales (distinto a los aportes corporativos de sus adversarios) y un activismo por las redes sociales de proporciones históricas. Los pobladores de los barrios industriales, que perdieron sus empleos en los últimos años son sus más fieles seguidores, también los sindicatos y los estudiantes.
¿Qué es lo que propone? Bien... dice que los problemas económicos que afligen al pueblo de los Estados Unidos se debe a la creciente desigualdad de ingresos entre ricos y pobres, al excesivo poder de las grandes corporaciones, a la angurria de Wall Street y a los multimillonarios que manejan el país.
Dice también que el papa Francisco es la voz de los humildes del mundo. Que coincide con él en todo. Que Estados Unidos debe dejar de bombardear países, que es un “Estado belicista”. Que los inmigrantes deben ser aceptados y acogidos por sus conciudadanos.
Y, entre otras cosas, que Estados Unidos debe dejar de entrometerse en los asuntos de América latina y abandonar su apoyo a los “golpes de Estado” que aún tienen lugar en el Continente.
Será difícil que pase el escollo electoral. Pero que bueno sería.