Irán, la otra mirada
Por Matías Quirno Costa
En medio de la escalada bélico - discursiva propuesta por el gobierno de Donald Trump, el pueblo de la República Islámica de Irán le resta importancia y no cree que se llegue a la instancia de una guerra directa.
Este jueves 23 de mayo, drones no tripulados, enviados por fuerzas rebeldes yemaníes, atacaron instalaciones de Arabia Saudí, a lo que EEUU considera un ataque iraní. Desde el gobierno de Irán desconocen estas acciones y aseguran que son excusas generadas por Trump para avalar la escalada bélica y así poner más inestabilidad a la región. El Golfo Pérsico se encuentra militarizado por el portaviones A. Lincoln, aviones B 52 que se encuentran el las bases de Qatar y también por la armada iraní que ya advirtió que no permitirá el paso a quienes amenacen su seguridad.
En este contexto es que estamos recorriendo diferentes regiones del país persa.
Si uno cerrase los ojos y en la mente sólo tuviese la palabra Irán, las imágenes que vendrían a nosotros seguramente sean de grupos terroristas, de locos fanatizados, de desiertos ocres con muertos al costado de las rutas. Imaginaríamos posiblemente a líderes religiosos con largas barbas pensando en el enriquecimiento de uranio para acceder a una bomba atómica. Sí, como las que tienen EEUU, Rusia y Paquistán entre otros.
Si cierran los ojos e imaginan eso, es que la basura de las grandes cadenas, sumadas a las series y películas sobre medio oriente han calado en nosotros.
La posibilidad de que esta región entre en guerra es alta. No será la República Islámica de Irán la que finalmente desencadene el conflicto, nunca lo ha hecho.
Hasan, un vecino de la ciudad de Kerman decía “Si hay que ir a la guerra, iremos. No podemos evitarlo, pero mientras, seguiremos con nuestras vidas normalmente”. Y así es como se ve en estos días en cada pueblo y ciudad del país.
Como suele pasar en el resto del mundo, el interior del país pareciera ser más conservador que en Teherán, la capital. Los negros atuendos de las mujeres parecen transformarlas en sombras que se pierden por las callejuelas de los barrios de adobe. El calor agobia y no entiendo como pueden andar como si nada bajo el sol.
Estamos en Ramadán, mes sagrado de los musulmanes, durante estos días el ayuno es obligatorio, sólo pueden comer algo al caer el sol. Las mesquitas se colman de gente durante los momento del rezo y en varias plazas y espacios públicos, se homenajean a los mártires de la guerra Irán e Irak.
La tranquilidad que se siente en las calles me recuerda a las siestas de los pueblos del interior de la Argentina. El ritmo es lento, claro con el calor que nos envuelve es difícil llevar mucho ajetreo. La gente nos trata con una amabilidad inusual para nosotros, quieren saber de dónde venimos y muchas veces hasta nos agradecen haber venido pese a la mala prensa para que podamos conocer con nuestros ojos la realidad de cómo son los iraníes.
En las rutas cercanas a Shiraz, nos cruzamos con camiones transportando tanques de guerra en dirección al Golfo Pérsico que se haya a tan sólo unos doscientos y tantos de kilómetros. Eso y una cantidad llamativa de presencia militar en Yazd, es lo único que nos recuerda la proximidad de un conflicto armado.
Las noticias de los diferentes medios internacionales, sobre todo los cercanos a EEUU e Israel, parecieran estar deseoso de que por fin estalle la guerra. Mientras que recorro los antiguos bazares, las plazas y las calles de estas ciudades, no puedo dejar de recordar las imágenes de estos mismos lugares pero en Homs y Damasco donde estuve en enero pasado y hoy son sólo ruinas.
El mundo no sólo está en manos de un loco de temer, sino de grupos corporativos de empresas armamentísticas que hacen del drama ajeno su esencia y razón de ser.