Manipular información electoral: la nueva estrategia PRO
Por Martín Massad
Escribo mientras esperamos los resultados de las PASO 2017. Elecciones de medio término para elegir senadores, diputados, legisladores y concejales. Salí, aunque sea por un rato, de la tele. Los nervios me hacen daño y no los puedo controlar. Las primeras noticias no son muy buenas, aunque hay que esperar. Por ahora la única certeza es que Carrió arrasó en la Ciudad de Buenos Aires. Algo que las encuestas venían pronosticando con insistencia y que no es sorpresa. Pero ante el hecho consumado me corre una desazón cercana a la angustia.
La teoría indica que estas elecciones tienen como objetivo principal plebiscitar la gestión del oficialismo durante estos veinte meses de gestión. Habrá que esperar los resultados finales pero sorprende el apoyo que cosecha Cambiemos en todo el país.
La situación económica dista mucho de ser ideal: por el contrario, todos los índices de las distintas variables muestran retrocesos en lugar de avances. La inflación sigue en aumento, al igual que la pobreza y la indigencia que han alcanzado porcentajes récord de los últimos años. Y me sigo preguntando: ¿Cómo puede ser que el oficialismo coseche tantos votos? ¿Cómo puede el electorado porteño mantenerse en una burbuja que lo protege de las malarias del resto del país?
Ahora trato de buscar consuelo y respiro un poco de aire para evitar que el calor de mi cara me siga. La Ciudad de Buenos Aires siempre nos fue adversa. Difícil hubiera sido que la tendencia cambiara. Es más de lo mismo, pero peor porque ahora el triunfo le pertenece a Carrió. ¿Qué puede uno esperar de esa señora que lo único que provoca son denuncias a troche y moche sin siquiera comprobar la veracidad de las mismas?
El domingo continúa su marcha hacia el fin de una jornada electoral que traerá consigo vencedores y vencidos. Dejará contentos y amargados. Y el dibujo de un país que no es nuevo pero que se hace necesario configurar cada tanto. Por lo menos cada dos años.
Los datos siguen inciertos, no me imaginé en esta situación de nervios y angustia. Bueno, sí. Las tengo desde que fui a votar por la mañana. La esperanza de los días previos, alimentada por las encuestas que daban un triunfo de Cristina en la provincia de Buenos Aires - donde se libra la madre de todas las batallas - se me transforma en miles de preguntas y dudas.
Sigo en la tensa espera de los resultados, por ahora todo es incierto en terreno bonaerense. En las demás parece que todo se tiñe de amarillo. Boris, que está en el búnker de Unidad Ciudadana, me habla de que “no pasa nada, no aparece ningún candidato, Taiana prometió estar a las 19:30, son 19:49 y ni noticias”. ¿Qué querrá decir todo esto?
Falta menos para conocer los primeros resultados. Al fin los rumores se harán ciertos y miraremos de cara a octubre y otra vez la previa, la esperanza, los nervios. Horas y horas de discusión de manifiesto político para tratar de alojar la nueva esperanza. ¿Cuál será el resultado?
Los primeros números dan una ventaja de siete puntos porcentuales a favor de Bullrich sobre CFK. Perdimos, me animo a decir, con la sensación de que al fin todo se acaba de destruir. Indefenso, prefiero dejar la tele de lado y concentrarme en otras cosas pensando en mañana. Qué duro va a ser mañana.
Ya en la cama, tratando de conciliar el sueño que a esa hora parecía pesadilla, me empiezan a llegar mensajes de los y las compañeras que están en el búnker de Unidad Ciudadana bancándola. La tendencia empieza a cambiar, la brecha entre el primero y el segundo se empieza a achicar. De punto a banca, de punto a medio punto y hasta centésimos. Ahora la cosa se pone peliaguda, el sprint final es dramático, cual gran premio en La Plata, Palermo o San Isidro. La cosa es cabeza a cabeza.
Las horas que pasan son de tinte dramático, que va in crescendo a medida que Cristina pilotea la tormenta de la derrota y emerge con los votos la esperanza de que “no nos han vencido”.
A las cuatro de la mañana habla Cristina y en el amperímetro televisivo que muestran las pantallas vuelve a tomar distancia Cambiemos. La película es de marketing electoral, dirigida por Durán Barba. De eso, a esta altura, ya no caben dudas. Vencido por el sueño, lo concilio con más dudas que certezas.
La mañana del lunes alumbra con otras dudas que seguirán los días venideros hasta el recuento final de los votos. ¿Cuáles serán los sufragios para uno y para otro?, como primera medida. ¿Para qué lado se inclinarán los simpatizantes de Massa y de Randazzo pensando en octubre?. Son todos misterios que a este cronista lo desvelan y lo van a someter a dos meses de incertidumbre caprichosa.
La única certeza en pie se trata de que los “paladines del republicanismo” han metido la pata, o mejor dicho la mano hasta el caracú, o mejor en la lata y así demostraron que el guante blanco es el que roba más que ninguno. Una final limpia en octubre está por verse.
El final es incierto.