"Juana y Diego tienen miradas distintas de justicia y perdón"
APU (Por Nahuel Placanica): Vamos a hablar sobre la película “Fuego Eterno” de la que sos directora ¿Es tu primera incursión documental?
Cinthya Sabat: Sí, en realidad, soy periodista de cine y a raíz de investigar sobre Raymundo Gleyzer, su figura y tener un precepto de libro con su viuda, Juana Sapire, surge la posibilidad de hacer esta película, mi primera película.
APU: ¿Contanos desde qué lugar tomás la figura de Gleyzer y cómo abordás la cuestión con su familia, con su hijo y con su compañera?
CS: Desde muy joven tuve la posibilidad de mirar las películas de Gleyzer en proyecciones barriales y realmente me impactaron muchísimo. Me dejaron totalmente marcada, lo que contaban sus películas era algo que yo no había visto de esa forma, un retrato de la sociedad oculta.
Siempre me interesó su figura y lo que siempre noté es que se contaba la historia de Raymundo, su militancia política en el ERP, su trabajo cinematográfico, y las historias siempre terminaban con su desaparición. Lamentablemente, él fue secuestrado y desaparecido el 27 de mayo de 1976. Lo que se supo es que estuvo un tiempo bastante corto en el Vesubio, el centro de detención. Como nunca se pudo ir más allá de su destino incierto, a mí me interesó saber que pasó con su mujer y su hijo. Cómo llevaron su vida a partir de esto.
Raymundo era una persona tan creativa, tan comprometida políticamente, que de repente desaparece y deja un hueco muy grande entre todos los seres que lo amaron y trabajaron con él. Cómo esa familia llevó adelante su vida a partir de allí y construyó la memoria de Raymundo, es el eje de la película.
Por eso se centra en la figura de Juana y de Diego. A partir de un viaje a Nueva York, donde ellos viven actualmente, pude conocerlos, convivir con ellos.
Quería saber qué pensaban sobre la obra de Raymundo y sobre lo que pasó. Lo que hice fue un retrato muy íntimo del vínculo que tienen entre sí: se aman muchísimo pero tienen ideas diferentes acerca de la justicia y el perdón. Eso es lo más interesante de la película.
APU: ¿Cuáles son esas dos visiones?
CS: Es interesante porque pertenecen a dos generaciones diferentes. Juana tiene 69 años, Diego tiene 40 años y realmente se nota una diferencia muy grande: Juana puede perdonar, no perdona lo que le hicieron a Raimundo, no perdona a los genocidas, tiene memoria, quiere justicia, esa es su postura.
La postura de Diego es la que perdona, eso es bastante llamativo. Tiene una mirada muy espiritual de la vida, él perdona a los asesinos de su padre para poder llevar su vida y vivir en este mundo. Dice que en una instancia mayor Dios los perdonará o no pero él no tiene esa capacidad.
Es bastante particular su punto de vista, creo que tiene mucho que ver con la distancia que tiene Diego con respecto a un montón de cuestiones. Haberse criado en Nueva York, con otra infancia.
APU: Me llamó la atención saber cuál es la visión del hijo de Gleyzer, sobre todo porque el año pasado se estrenó la película “Infancia Clandestina”…
CS: Sabés que tengo una deuda tremenda porque no pude ver “Infancia clandestina” por razones personales y estoy tratando de verla ahora. Te debo ese comentario.
APU: Pensaba en lo que introduce la película sobre un tema que no se tocaba mucho hasta ahora y que es la relación de los hijos con padres militantes comprometidos en la lucha revolucionaria. La película está basada en la experiencia personal del director. Me interesaba pensar cómo canalizaba cada uno su vivencia y cómo construyen memoria.
CS: Lo que te puedo contar de Diego es que no tiene muchos recuerdos de su padre. Imaginate que él tenía 4 años cuando secuestraron a Raymundo, es decir que sus recuerdos son pocos, casi nada. Tiene algún recuerdo muy vago de algún momento.
Diego sobrevivió junto a su madre, huyó primero a Perú, después de nueve meses de estadía con varios grupos del cine la base. Fue a Nueva York donde Bill Haffman que era el productor de las películas de Raymundo, llama a Juana y le dice que vaya que la van a cuidar, la van a albergar. Mientras tanto buscaban a Raimundo por todos los medios posibles. Ellos hacen un trabajo a través de protocolos, de Embajadas, de Consulados pero con ningún resultado.
La dictadura argentina era una especie de caja negra que negaba sistemáticamente que Raymundo estuviera secuestrado. Nunca hubo resultados a pesar de que se hizo todo lo posible. En el medio de eso, Juana criando a un niño tratando de no criarlo en el odio, en el resentimiento.
APU: Por lo que estuve leyendo, vos no usás material de archivo, ni de sus películas ni sobre Gleyzer ¿El material es el que tomaste vos mismas alrededor de ellos?
CS: Claro, me llevé una cámara digital muy chiquita, nada profesional, para registrar la historia. Estuve tres meses en la casa de Juana trabajando en el libro, escribiendo con ella a cuatro manos. Me llevé esa cámara para registrar momentos, la sensación de estar en Nueva York, la ciudad donde estuvo Raymundo. De ese registro, que fue bastante desparejo, surgían cosas muy ricas de Juana y Diego, confesiones a la cámara, cosas que ellos nunca se habían dicho entre sí y surgió algo maravilloso.
Me di cuenta que no necesitaba usar imágenes de las películas ni de archivos de Raymundo para contar la historia. Lo que hice fue utilizar un par de fotos que estaban en la casa de Juana y utilizar en toda la película material grabado por mi cámara.
APU: En el caso de Juana, ¿Cómo fue seguir adelante a partir de la desaparición de Raimundo con ese espíritu comprometido?
CS: Además de ser la novia y después la esposa de Raimundo, Juana fue la feminista de las películas de Raimundo, por lo tanto, su trabajo era muy cercano ideológicamente. Ella viajó a México para filmar “La revolución congelada”, viajó a Córdoba para hacer otra película. En el momento en que secuestran a Raymundo, estaban separados, no vivían en la misma casa.
Hacían una vida separados con una buena relación, por lo cual, Diego pasaba algunos días con Raymundo y otros con Juana, quizás por eso mismo Juana y Diego se salvaron.
Para ellos fue una época tremenda, de no saber cómo seguir la vida. Diego tenía 4 años y tenía que habituarse a un país nuevo, a una nueva lengua, a una nueva cultura y a la idea de que a su padre, posiblemente, no lo vería más.
Juana estuvo varios años tratando de reconstruir su vida allá y los momentos no eran muy propicios para construir una memoria porque estaba todo muy fresco. Esto era en el año 76, a él lo secuestran el 27 de mayo cuando el golpe fue el 24 de marzo, fue algo muy rápido. Le llevó muchos años poder salir de las sombras y empezar a reconstruir. La memoria es una construcción que lleva tiempo, hay que sanar heridas y la justicia tiene un rol fundamental en todo esto.
APU: ¿Cómo podemos hacer para ver la película?
CS: En este momento estoy justamente hablando con varios espacios donde poder proyectarla. El año pasado se estrenó en el Festival de Cine de Mar del Plata y en Buenos Aires, en la Biblioteca Nacional. Ahora estoy hablando en el ECUNHI para poder darla allí, tienen un auditorio o un micro cine que se llama Raymundo. Es muy importante porque en la película, Juana visita el ECUNHI y comparte unas escenas con Hebe de Bonafini y es una parte de la película muy emocionante.
También estoy enviándola a festivales de cine, pronto vamos a tener el Festival de Cine Político en Buenos Aires, el Festival de Derechos Humanos, confío que se va a poder ver en esos espacios. La idea es que se pueda ver pronto, con entrada libre y gratuita y que también se pueda ver en espacios no convencionales, en sindicatos, escuelas, centros culturales, esa es la meta que más me interesa y por el cual la hice. Cuando la hice no pensé en festivales de cine ni nada, pensé en hacer una película que dura 27 minutos y que se puede y se debe acompañar de un debate, es imposible verla y pasar a otra cosa.
Pronto vuelvo a Nueva York a terminar el libro que estoy haciendo con Juana, es el proyecto más ambicioso que tenemos y que se va a llamar “Compañero Raimundo”.