Sobre la muerte de Margaret Thatcher
Murió Margaret Thatcher y con ella se fue parte de una de las épocas más oscuras del siglo XX. Su desaparición física se hizo realidad, su espíritu ya había muerto hace tiempo.
Sin dudas, quien quiera entender algo de historia -tanto política como económica- de este último tiempo necesitará tener en cuenta a la figura de Margaret Thatcher como líder indiscutible de lo que fue el eje de imposición neoliberal a nivel mundial y sus efectos. Hasta el día de hoy, se sigue sintiendo en países de todo el mundo las secuelas de lo que dejaron las políticas aplicadas por aquellos gobernantes precursores del famoso consenso de Washington.
Sindicatos amordazados, privatizaciones, recortes, endeudamientos y pobreza extrema, fueron las semillas que sembraron a lo largo y a lo ancho del planeta dirigentes como La dama de Hierro. Desde que asumió como primer ministro en 1979, su lucha por imponer un estado conservador, no paro en ningún momento. Cercanos a su persona, siempre le reconocieron su autoridad y su frialdad de no ceder ante nada ni nadie, no dudaba, no se apenaba, no tenía remordimientos ni la invadían las culpas. Opositores tenían la misma apreciación pero ya en forma de reproche.
"Hemos perdido a un gran dirigente, un gran primer ministro y una gran británica", expresó David Cameron ante el fallecimiento de la ex mandataria, en solitario y sin apoyo de la mayoría de la población inglesa que había perdido respeto por Thatcher desde hace tiempo. Incluso las cadenas de noticias británicas anunciaron el fallecimiento como un hecho más, sin la trascendencia de la historia que puede generar cualquier otro líder querido por su pueblo.
No es para menos un recuerdo tan carente de afecto ante un ser que utilizó una guerra como catapulta hacia una reelección que muchos daban por perdida. Sin dudas, fue la Dictadura Militar Argentina la que colaboró también en la exaltación de su figura. Los errores cometidos por los militares argentinos subestimando el poder bélico de su enemigo, y la ambición de poder y oportunismo de Margaret Thatcher generaron el combo perfecto para una guerra que terminó con inocentes enviados a combate a un conflicto sin sentido. La vía diplomática se había descartado, la crisis del Gobierno Británico era insostenible y se necesitaba algo que pueda tapar los constantes reclamos gremiales, las represiones hacia las huelgas y la indiferencia hacia el hambre.
Dicha indiferencia quedó demostrada en sus relaciones con Ronald Reagan, ex presidente norteamericano, que también fue uno de los arietes neoliberales que golpearon con más fuerza contra variados países, sobre todo nuestra Latinoamérica. Las décadas de los 80 y los 90 demostraban lo desastroso que puede ser la organización financiera al servicio de las corporaciones y los poderosos, la colaboración de un Papa contra el comunismo como lo fue Juan Pablo II que allanó camino para la ola neoliberal, la presión económica hacia gobiernos democráticos para que apliquen políticas antidemocráticas y la huida y negación de las recomendaciones ante una crisis que reventaba en cualquier momento.
Lo más triste de todo esto no es la muerte de Margaret Thatcher en sí, sino lo que queda y lo que no fue. Falleció como una tierna anciana, enferma y oculta del mundo. Nunca pagó por sus crímenes económicos de la misma forma que hizo pagar a tantos trabajadores y ciudadanos que se murieron de hambre, o en una guerra financiada en su delirio. Nunca pidió perdón, ni se arrepintió de lo que hizo. Pero el mundo sigue girando, y le siguieron, y seguirán peores que ella. Bajo su manto negro, hoy, se cobija David Cameron siendo el fiel reflejo de la Dama de Hierro.
Cameron no duda en militarizar una zona totalmente pacífica para generar tensión en una soledad que cada vez lo asfixia más. Es prácticamente nulo el apoyo que recibe en su afán de no acatar las resoluciones de la ONU y fomentar una carga bélica innecesaria. Por el otro lado, Argentina sigue apostando a la vía diplomática para resolver el conflicto recibiendo apoyo de toda la región, la ONU y la Unión Europea, incluso algunos gestos de potencias aliadas a Gran Bretaña.
A 31 años de la Guerra de Malvinas, se maduró, se dejó de lado un modelo neoliberal totalmente desigual y se optó por una unión latinoamericana que dio sus frutos. Cameron lo sabe, y amenazar parece no estar resultando. Debería probar con negociar y no seguir el camino de “la gran británica” que, en sus palabras, fue Margaret Thatcher. Debería, si de verdad quiere un lugar en la historia.