Inundación y Memoria

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    David "Watu" Cilleruelo
    David "Watu" Cilleruelo, asesinado por la AAA hace medio siglo.
Crónicas del abismo

Inundación y Memoria

01 Abril 2025

Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, abril de 2025.

La vuelta a clases no pudo darse en un calendario más excepcional, surcado por una cicatriz reciente y otra que cumple medio siglo. Evento natural en un caso, si cabe ignorar la incidencia humana en el ambiente y la omisión en la planificación urbana. Crimen el segundo, espectáculo montado para amedrentar a una militancia estudiantil en ebullición y crecimiento.

Este lunes 31 la UNS inició las clases de su primer cuatrimestre, inevitablemente postergadas por una quincena a causa de la inundación que produjo 16 muertes en la ciudad y todavía incalculables daños materiales, entre ellos alrededor de 70.000 volúmenes del acervo universitario y equipos de los laboratorios. El subsuelo del principal complejo permanece inhabilitado, pero las clases pudieron iniciar en la fecha reprogramada. El esfuerzo permitió que no fuera necesaria una nueva postergación.

El calendario también había sido retocado hace cincuenta años, cuando el entonces rector Remus Tetu fue corriendo la fecha de inscripción a materias para otro primer cuatrimestre. Docente rumano de dudosas credenciales, Tetu había llegado a la intervención de la UNS con el explícito objetivo de desplegar una caza de brujas que felicitaron militares y policías de la dictadura posterior. Desde ese rol se convirtió en uno de los líderes de la Alianza Anticomunista Argentina en el sudoeste bonaerense. Tenía experiencia: había sido un joven colaboracionista de la dictadura que gobernó su país en alianza con el nazismo. Incluso se jactaba de haber formado parte de una organización anticomunista clandestina, cuando los dictadores cayeron.

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Remus Tetu
Remus Tetu. Cínico rostro de la persecución.

Los argumentos para emparchar el calendario académico de 1975 fueron pocos y vagos, a tono con la desprolijidad habitual del interventor. La fecha de inscripción a materias fue finalmente fijada para el jueves 3 de abril. Un día después iba a quedar conformada la conducción de la Federación Universitaria local, que pasaría a estar encabezada por el comunista David “Watu” Cilleruelo y el peronista Jorge Riganti, asesinado en mayo de 1976.  

Deliberada o casual, la coincidencia entre el calendario oficial y el de la militancia estudiantil nutrió de gran público a un crimen que pretendió ser aleccionador, en el inicio de la intervención de Tetu. En el mismo edificio que medio siglo después padeció la inundación, frente a decenas de estudiantes que esperaban turno para el trámite de inscripción, tres miembros de la Triple A a sueldo de Tetu asesinaron a “Watu” ante ojos y oídos del concurrido hall. Sólo uno de ellos, Raúl Aceituno, fue condenado. Debieron pasar 46 años. Jorge y Pablo Argibay, padre e hijo, murieron impunes. Lo mismo ocurrió con la mayor parte del resto de aquella patota que recibía salarios y automóviles de la UNS, armas del Ejército y cobertura de la policía.

Durante las siguientes tres décadas el nombre (o apodo) de “Watu” permaneció ausente en el discurso oficial de la Universidad. El responsable último de su asesinato, el rector Tetu, se jubiló y murió sin reproche institucional, pese a que la normalización democrática había detallado sus tropelías en un extenso documento y la reconstituida Federación estudiantil reclamaba su expulsión. El rector normalizador Pedro González Prieto, cuya designación generó tempranas tensiones entre la Franja Morada y el gobierno de Raúl Alfonsín, dejó pasar la oportunidad de enmendar su paso por el mismo cargo durante la dictadura que comenzó en 1955. Él mismo había sido incluido por Tetu en su retrato de una gran conspiración comunista, que incluía un delirante abanico de liberales, peronistas, radicales, socialistas y electrones libres. Suena actual y conocido.

La historia es pródiga en contradicciones, aparentes o acabadas. El peronismo tiene la responsabilidad histórica de haber admitido a Tetu como docente universitario a fines de la década del ’40, pese a sus dudosas certificaciones, y de encargarle la intervención de la UNS casi treinta años después. Pero también fue el único que lo expulsó del plantel académico, durante el ministerio de Jorge Taiana padre, a fines de 1973. Quienes padecieron a Tetu como profesor recuerdan que se presentaba sin demasiadas metáforas como un vocacional advenedizo de la arena política, por siempre oficialista. De hecho, durante los años de proscripción del peronismo, llegó a escribir en La Nueva Provincia, cuyo perfil antiperonista el propio diario era el primero en proclamar.

Por su parte, “Watu” era un comunista que no renegaba del peronismo, incluso cuando ya era público el accionar de la Triple A. El 4 de abril, día posterior al de su asesinato, iba a iniciar su mandato al frente de la Federación estudiantil en alianza con la Juventud Universitaria Peronista. Por informes de espías, disimulados entre los dos centenares y medio de personas que colmaron una asamblea, puede saberse que consideraba a Tetu un infiltrado de la Armada en el peronismo. A esa fuerza la definía por su hazaña de haber bombardeado a su propio Pueblo en la Plaza de Mayo, en 1955.

Esos son los hechos que hallarán conmemoración esta semana, cuando el jueves 3 se cumpla medio siglo del homicidio de “Watu”, singular por haber sido perpetrado por asesinos a sueldo del entonces rector y en las propias instalaciones de la UNS. El aniversario será en el tercer día de actividad académica, luego de una catástrofe climática que despertó el músculo comunitario.

La coincidencia será una buena ocasión para ejercitarlo en la Memoria, más necesaria que nunca.