Bahía Blanca cumple 185 años
Bahía Blanca, la ciudad asentada a orillas de la bahía “de los siete puertos” y virtual cabecera de la sección electoral territorialmente más extensa de la provincia de Buenos Aires, cumple hoy 11 de abril 185 años. Sólo tres lustros la separan de un bicentenario que la encontrará con muchos de los responsables del Terrorismo de Estado implementado durante la dictadura cívico militar tras las rejas. Distinto fue el escenario cuando la ciudad cumplió su siglo y medio de vida, en 1978. Por entonces, la sociedad bahiense venía de sufrir dos años de una represión implementada desde el V Cuerpo de Ejército, cuya comandancia tenía como sede a la ciudad.
Dos cosas, sin embargo, no han cambiado: la defensa que el diario La Nueva Provincia hacía y hace de las prácticas de la represión clandestina, y los honores que se le tributan desde esferas oficiales al coronel montevideano Ramón Estomba, a quien se reconoce como el fundador de la ciudad. El escritor José Pablo Feinmann lo retrata en su novela “El ejército de ceniza”, donde troca su nombre por el de Ramón Andrade. Estomba “parte en busca del enemigo y, al no encontrarlo, empieza a extraviarse y a extraviar a sus soldados con arengas cada vez más demenciales, narra uno de esos episodios.
Estomba culpa del fracaso de la campaña a su rastreador: no sabe o no quiere, dice, llevarlo al encuentro del enemigo. Ordena que lo aten a la boca de un cañón. Los soldados no demoraron en cumplir la orden. Trajeron una cuerda, alzaron a Baigorria por los brazos y las piernas y lo apoyaron contra la boca del cañón. El rastreador aún respiraba”, reseñó el propio autor de la novela, en uno de sus fascículos sobre filosofía política.
Para esta mañana, la Municipalidad de Bahía Blanca había anunciado un acto protocolar que incluía el depósito de una ofrenda floral en el lugar donde descansan los restos de Estomba, la Catedral ubicada a diez metros de la puerta principal del edificio que hasta hace menos de una década ocupaba La Nueva Provincia. Allí, Diana Julio de Massot recibía en su despacho de directora a altos jefes militares. La Catedral es, en tanto, el templo más importante del arzobispado de Bahía Blanca, cabecera de la provincia eclesiástica del mismo nombre, cuya jurisdicción coincidía con la del V Cuerpo: todo el sur argentino. La pluma, la espada y la cruz: los editoriales del diario daban cobertura informativa y soporte discursivo al plan criminal que incluía los secuestros y las posteriores torturas en el Centro Clandestino de Detención (CCD) que bajo el nombre de “La Escuelita” se estructuró en el predio del V Cuerpo ubicado al norte de la ciudad. Cuando quien lograba sobrevivir comenzaba a transitar el camino hacia una posible liberación, el imputado ex capellán Aldo Vara le recomendaba olvidar todo lo vivido durante su cautiverio.
Pero acaso el dato más terrible surja de la cálida despedida que un acomodado y exclusivo segmento de la sociedad civil bahiense otorgó al general Adel Vilas cuando abandonó la ciudad, a fines de 1976. El represor, que había llegado junto a un grupo de torturadores luego de su participación en el llamado “Operativo Independencia”, narró en su declaración ante la Cámara Federal bahiense en 1987 la recorrida que tanto él como su esposa hicieron por ágapes que se les ofrecían en distintos domicilios del aristocrático barrio de Palihue, antes de radicarse en Capital Federal.
La otra cara de la ciudad la constituyeron los organismos de derechos humanos que durante tres décadas reclamaron irreductiblemente justicia por los crímenes de la dictadura, los funcionarios del Poder Judicial y del Ministerio Público que, como el ex fiscal Hugo Cañón, tuvieron un desempeño acorde a esa lucha por la justicia, y los sectores progresistas de la ciudad y la región, que en condiciones de notoria desventaja trabajaron y trabajan por una mayor distribución de la riqueza en distintos sectores del quehacer local.
El tránsito de Estomba a Vilas forma parte de una continuidad histórica que el fiscal Abel Córdoba ilustró en su alegato ante el Tribunal que el 12 de septiembre pasado finalmente condenó a diecisiete represores, la mayoría a prisión perpetua, por su participación en delitos de lesa humanidad perpetrados bajo la órbita del V Cuerpo entre 1976 y 1977.
“El V Cuerpo es uno de los cinco cuerpos de Ejército. Tenía enclave, al momento en que se produjeron los hechos, en una ciudad de aproximadamente 200 mil habitantes. Tenemos una desproporcionada estructura militar, respecto de la dimensión de la sociedad civil. No debería ser un dato relevante, si es que los cañones de ese ejército no apuntaran hacia las calles de la ciudad, hacia las personas que vivían acá. (...) Insisto que el ejército es fundante de esta ciudad que esta signada por el aniquilamiento, se fundó sobre el aniquilamiento de los pueblos originarios, del mismo modo (en que) es conocida la escena en la cual el fundador de Bahía Blanca, el coronel Estomba, ataba a la boca del cañón a quien se sublevaba en su ejército y lo volaba por los aires, eso parece ser un episodio que signó también, evidentemente por otras razones, la historia local”, recordó Córdoba.
Los jueces del Tribunal que oyeron el alegato no podían juzgar ni condenar a Estomba, porque está muerto. Pero el genocidio que perpetró sigue constituyéndose en una ofensa a la condición humana en la actualidad, tal el fundamento de su imprescriptibilidad como delito. Tal vez no estaría mal hacer que, al menos, no sea presentado como un ejemplo en los carteles indicadores de la calle que lleva su nombre y es una de las cuatro más importantes en el diagrama urbano de la ciudad.