Crónica de una fuga… anunciada

  • Imagen

Crónica de una fuga… anunciada

01 Junio 2013

Por Diego Kenis I

El mismo día en que se conoció la resolución del juez Santiago Martínez de denegar la detención de Vicente Massot y Mario Gabrielli quedó confirmada la fuga del represor Carlos Arroyo (60 años, foto), un coronel retirado del Ejército que estaba a punto de sentarse en el banquillo en el juicio que en breve comenzará en Bahía Blanca. Está acusado por el doble homicidio de Daniel Hidalgo y Olga Souto Castillo, perpetrado en 1976 cuando él formaba parte del llamado “Equipo de Combate contra la Subversión” de la subzona 51 de la represión clandestina.

De modo análogo a lo que pretende hacer el juez Martínez en la etapa de instrucción (ver nota aparte), su defensa pretendió durante la audiencia preliminar del 16 de abril último fragmentar la causa próxima a juicio y hacer casi un debate oral aparte para el acusado. En realidad, pocos casos como los homicidios de Hidalgo y Souto Castillo son tan ilustrativos sobre el modo en que funcionaba a pleno el engranaje represivo: los vándalos que saquearon la casa del matrimonio conformado por Néstor Junquera y María Eugenia González luego de su secuestro, dieron con una carta que Eduardo Hidalgo dirigió a su hermano Daniel, advirtiéndole del contenido de los interrogatorios a los que fue sometido durante el primero de los dos secuestros que padeció. El hallazgo motivó un segundo secuestro para Hidalgo y una promesa: “a tu hermano ya lo vamos a encontrar“. Efectivamente, pocos días después una patota asesinó a Daniel Hidalgo y a su esposa Olga Souto Castillo. Arroyo era uno de sus miembros. Fue condecorado por “heroico valor en combate”.

El 6 de mayo debía presentarse a un examen de rutina ante el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia, pero no lo hizo. La inasistencia motivó la disposición de distintas medidas en pos de dar con su paradero, que hasta el momento resultaron infructuosas. Increíblemente, y a pesar de todos los reclamos que en contra de tal determinación elevó la Unidad Fiscal bahiense, Arroyo se encontraba excarcelado. Las responsabilidades, en este caso, caben al juzgado federal 1 ahora a cargo de Martínez pero también a la Cámara Federal que dejó firme la resolución y al TOF que se aprestaba a juzgar al prófugo, que dilató durante meses una decisión en contrario.

La fuga de Arroyo cuenta con varios precedentes en la ciudad, el más insólito de los cuales ocurrió cuando el torturador Julián “Laucha” Corres se escapó de la sede bahiense de la Policía Federal luego de pedir permiso para ir al baño. Actualmente, cuatro militares retirados se encuentran prófugos. Uno de los casos, el de Miguel Ángel García Moreno, resulta especialmente comparable por su similitud con el de Arroyo. Ambos comparten como defensora a la abogada Mariana Barbitta. Al igual que el reciente fugado, García Moreno se profugó gracias a una generosa excarcelación judicial pocas semanas antes de comenzar el juicio que lo iba a tener como uno de los acusados y al cabo del cual finalmente fueron condenados a prisión perpetua once de sus camaradas del Ejército.

García Moreno fue legislador porteño y funcionario de la presidencia interina del senador Eduardo Duhalde, quien confió la Dirección del Registro Nacional de las Personas a un militar retirado responsable de la ejecución del plan criminal estatal que incluyó desapariciones forzadas. También fue asesor del diputado Miguel Ángel Toma.

Los nombres se repiten: en octubre de 2000, Toma remitió al entonces jefe del Estado Mayor del Ejército Ricardo Brinzoni una carta donde consignaba el “meritorio desempeño” y los “aportes realizados” por el ahora prófugo represor Arroyo a la “fluida comunicación” entre el Ejército y la Comisión de Defensa Nacional de la Cámara Baja, de la que el funcionario de Menem y Duhalde era por entonces titular.

El kirchnerismo no le sentó bien a Arroyo, y un mes y medio después de la asunción de Néstor Kirchner como presidente pidió el retiro antes de lo pensado, porque la Oficina Anticorrupción se encontraba investigando su simultáneo desempeño como militar y, a la vez, encargado del Registro Seccional de la Propiedad Automotor de Avellaneda.

La década anterior había sido notoriamente más feliz para él: como parte de la custodia presidencial acompañó a Carlos Menem durante un lustro en giras por todo el mundo. Conoció así una larga lista de países, que incluyó a Suiza, El Vaticano, Estados Unidos, Egipto, Rusia, Inglaterra y Japón, entre otros. La gira de Arroyo por el globo comenzó en 1993, año en que Vicente Massot se desempeñó como viceministro de Defensa hasta que su defensa pública de la práctica de la tortura lo obligó a alejarse del cargo.