Jugar para ganar

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Jugar para ganar

01 Junio 2013

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Los planteos filosóficos en el fútbol tienen diversa aceptación, y por lo general quedan supeditados a los resultados conseguidos por los equipos y los técnicos que los sostienen. En cuanto a las discusiones éticas, si no se las enmarca en las reglas que el juego nos plantea, son solo disquisiciones de tono personal que intentan imponerse con relevancia universal.

Las controversias en torno a si un equipo debe dejarse ganar si esto perjudica a su eterno rival, en este caso actualizadas por el partido Quilmes – Racing, se empobrecen si se quitan del ámbito futbolístico. Si no comprendemos que quizás la mayor burla sufrida por los hinchas de la Academia sea su histórico descenso, será difícil analizar por qué desean con tanta vehemencia el descenso de Independiente.  

Este partido no confirma esa situación, ya que falta mucho para saber qué equipos acompañarán a Unión de Santa Fe a la B Nacional. Pero cualquier ayuda, por pequeña que fuera a su rival barrial, es inadmisible para el hincha académico.  

Gustar, ganar y golear

En tanto competencia, enfrentamiento de equipos, el objetivo en el fútbol es ganar. Alrededor de esa finalidad se han desarrollado divergencias hitóricas, que en nuestro país tomaron los nombres de menottismo y bilardismo. Estas filosofías futboleras han caido en desuso, y tan solo nombran las viejas banderas detrás de las cuales los futboleros continuamos disertando. Por lo demás, no son pocos los que comprenden al bielsismo como una nota superadora de ambas vertientes.

Pero sin dudas estas discusiones se reactualizan merced a los resultados logrados por versiones aggiornadas de estas escuelas futbolísticas. Presentados por algunos como el ultimo menottista, Ángel Cappa fascino a muchos con el juego alcanzado con su equipo en Huracan, histórico referente del buen futbol. En estos días se cumplen cuatro años de una de las mayores estafas del futbol argentino, coronada por la falta no sancionada al arquero Monzón por el arbitro Brazenas, en lo que sería su último partido. Dato no menor, claro, que este arbitro no haya vuelto a dirigir luego de aquel flragarante “error” que le entregó en bandeja el título a Vélez Sarsfield.

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Pero las malas administraciones del club llevaron a desmantelar inmediatamente aquel equipo, y el descenso no tardó en llegar. Quienes apoyaban esa línea de juego se llamaron al mutismo, especialmente en esa farsesca versión de este oficio: el periodismo deportivo. Los resultados marcaron el final de esa experiencia, y tras otros fallidos intentos, Cappa dejó de dirigir en la Argentina.

Otro técnico, cultor de un bilardismo sui generis, alcanzó cierta fama merced a algunos exitosos resultados: Ricardo Caruso Lombardi. Con el título de “sacapuntos”, fue boyando de club en club que transitara problemas de descenso, logrando a veces salvarlos, pero muchas otras sin mayor éxito. Su línea de juego es difícil de clasificar, pero quienes lo defienden remarcan la importancia del resultado por sí mismo. En estos días volvió al club que le abrió las puertas en primera, Argentinos Juniors, y en medio de escándalos intenta mantenerlo en la máxima categoría del fútbol argentino.

Estas disputas en torno al estilo de juego, solo nos sirven si las consideramos campo fecundo para repensar nuestro alicaído futbol criollo. Años de potrero y fútbol ofensivo, nos llevaron a ser cultores de una línea de juego propia, que por ejemplo hoy maravilla a muchos desde el Barcelona. Ese fútbol necesita de habilidosos jugadores, algo que caracteriza a los futbolistas rioplatenses, y del tiempo y el sosten necesario para manifestarse y consolidarse. Es bueno recordar que el Huracan de Cappa estaba pensado para explotar en el siguiente campeonato, pues solo hacía 19 partidos que jugaban juntos. La desidia y los intereses empresariales desintegraron ese sueño.

Volver a las fuentes significa recuperar nuestra cultura futbolera, que tanto le debe al potrero, la gambeta y el juego asociado. La nuestra no es una cultura defensiva, eso queda para países con un fútbol mediocre. Nuestro potencial nos obliga a querer ser protagonistas, en todas las canchas, para ganar siempre. Y lograr aquel viejo deseo de Gustar, Ganar y Golear. El resultado no es todo, no podemos justificar el juego a partir del triunfo, pero es una obviedad que siempre deseamos ganar.

Salvo, claro, que nuestro eterno rival se pueda ir al descenso o le impidamos así salir campeón. Ahí sí que, por única vez, queremos perder. Hay que ser hincha para entenderlo.