Patricio Rey está entre nosotros

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Patricio Rey está entre nosotros

16 Septiembre 2013

Por Juan Ciucci

Si antes de que esto comience, o al menos su música, es todo ya una fiesta popular descomunal, con serias dificultades de emparentarla con cualquier otra. Si es tan única esta nueva misa, que puede continuar un rito del que es fiel heredera, pero marcando diferencias. ¿Qué recital debería poder acompañar ésta ceremonia? Si va a salir a la cancha con el partido definido, es tanto el amor que se le profesa que todo está de antemano perdonado. Con cumplir, esto sería una fiesta.

Pero sucede que salen el Indio y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado y se despachan un recital memorable, con una notable lista para recorrer juntos el camino que nos trajo hasta aquí. Sería difícil pensar en qué otra banda puede en la actualidad brindar un show como este. Teniendo tanto por defraudar, el Indio paga con creces.

El predio elegido superó muchas expectativas: un inmenso espacio donde todos podíamos entrar, y con una puesta que permitía a todos disfrutarlo. Y ese todos éramos muchos: la cantidad de micros estacionados impresionaba y nos preparaba para una salida tortuosa. La feria que se organiza en la previa tenía hasta bandas sonando en vivo, amenizando la espera de los que hace rato sufrían el clima hostil que acompañó las jornadas. La pantalla devolvía una multitud que nos impresionaba a los que la componíamos, en un horizonte de cabezas interminable. “Somos una ciudad”, dirá al verla el Indio, recordando que los más de 120000 presentes empardaban los de la localidad que nos albergaba. La lejanía del autodromo permitió una convivencia ideal, que va a hacer extrañar este escenario en futuras presentaciones.

Ese pueblo nómada que hace años viene conformándose transita horas heroicas, de profunda hermandad y solidaridad. Nada queda de aquellas jornadas tensas, con virtuales conflictos prontos a desatarse. La ausencia mayoritaria de policía colabora con la convivencia, y las bandas profesamos el cariño que nos une. Cada micro es una pequeña célula de la comunidad, y esa camaradería se manifiesta en cada detalle. Las diversas generaciones que la componen logran una armonía que antes costaba sostener. El pogo más grande del mundo no se cobra víctimas: quien cae es inmediatamente socorrido, si alguien está por perder sus zapatillas puede intentar (inútilmente) evitarlo, quien quiera salir encontrará manos solidarias que le construyan un pasillo, aquel que tenga algo para compartir, lo hará. Es simplemente un placer ser parte de este rito.

Luego de todo esto que uno no se cansa de apreciar, debemos hablar del recital, de La hija del fletero, Pituca (casi un tango, dirá Solari), Gualicho, Todo preso es político, To beef or not to beefDivina TV Führer, El pibe de los astilleros, Jijiji, Luzbelito y las sirenas, Un ángel para tu soledad, El templo de Momo, La murga de la virgencita, El tesoro de los inocentes, Rock para el Negro Atila....

El sonido de la banda destroza los abúlicos parámetros del rock actual, con una formación sólida que sabe cómo acompañar al Indio. Las versiones de los clásicos están a la altura de las mejores que de ellas recordamos. Y allí, este viejito, sigue demostrando que tiene cuerda para rato. Que Patricio Rey está, nuevamente, entre nosotros. Y que los fieles pedimos misas, hasta en la Luna.

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