Los zombis en la literatura argentina
Por Luciana Sousa
Una de las novedades más importantes fue Berazachussetts, de Leandro Ávalos Blacha (Entropía, 2007). La novela, ganadora del premio Indio Rico 2007, se mete al género con una historia que transcurre en el sur del Conubarno, y que integra elementos de la cultura popular (Lía Crucet, Las Primas, Sandra Smith), que combina con personajes desopilantes para armar una obra kitsch delirante.
En un tono similar se inscribe Argentina zombie, de Luciano Saracino (Mondadori, 2013), una versión zombi de la historia argentina que, en clave humorística, reivindica el rol de estos seres en momentos fundantes de la nación: las estrofas del himno que versan sobre la lucha contra los zombis; los cuerpos muertos arrojados al Riachuelo desde la segunda fundación de Buenos Aires; la relación entre la viruela, la vacuna y los zombies; la difunta correa zombi que amamantó a su hijo; entre otras. Si bien Saracino explica en algún pasaje del libro la diferencia entre indios y zombis, subsiste la idea del otro, habitante de estas tierras, que resulta una amenaza a los españoles y que por ello hay que eliminar.
Con otro enfoque, se destaca el cuento “Estampida de zombis”, de Esteban Castromán, incluido en el libro 380 voltios (Pánico el Pánico, 2011). La invasión de la ciudad de Buenos Aires de una horda de zombis desnudos que se dedican a cumplir toda clase de fantasías sexuales durante horas convoca a la idea de contagio, al tiempo que propone una lectura en clave política; los zombis, en tanto seres alienados, no reprimen instintos y así logran desestabilizar no solo al sistema cultural, constituido sobre la represión, sino también al orden de clases dominante. La catástrofe reside precisamente allí.
Ya durante 2013, la editorial Mancha de Aceite presentó la colección George Romero, que reúne cuatro títulos de nuevos narradores y poetas que presentan enfoques renovadores sobre el género: Crónicas zombis, de Juan José Burzi, (relectura en la Biblia en clave zombi que retoma la antropofagia que caracteriza a estas criaturas); Vacaciones, de Cecilia Díaz (el zombi como producto de una historia de amor, el canibalismo como metáfora); Mi Novia de Luis Orani, (reversión de una película zombi); y Zombi, de Lucio Greco, quizás el libro más “político” de la colección. Greco propone configurar como zombis a las figuras más trascendentes de la política nacional, como Eva, Alfonsín, Perón, Néstor, Chávez.
Escribe en su blog: “Eva se levanta / después de tanto tiempo / la piel brillante / brillante //…// Eva se levanta aturdida / y en un segundo todo se le viene encima /Eva recuenta su historia / su muerte / su cortejo. // Recuerda ser embalsamada / ser violada por unos cuantos milicos / recuerda los golpes en la caja.”
Pero quizás la publicación más rica y heterogénea sobre el género sea la primera Antología Argentina del Cuento Zombi, Vienen bajando, compilada por Carlos Godoy, Nicolás Mavrakis y Juan Terranova (CEC, 2011), que propone al zombi como figura ordenadora del discurso hegemónico que vincula el pasado con el presente y que permite revisar la herencia política a través de una propuesta estética original y contemporánea.
Los zombis de esta antología -atravesada por el kirchnerismo, las condenas a genocidas, las políticas de derechos humanos- son masas despersonalizadas que avanzan buscando venganza. Es posible, como afirman los propios compiladores, leer a los zombies como los muertos no velados de la dictadura: los desaparecidos como los muertos vivos de la historia argentina. Esta no es, afortunadamente, la única representación en la antología; el cuento de Francisco Marzioni, “Amigo zombi”, propone a los zombis como los caceroleros del 2001; Nicolás Mavrakis, en “Última emisión de Seis por el Siete a las Ocho”, hace entrar una horda de zombis a los estudios de la TV Pública, buscando devorarse a Cabito y Barone; y Nicolás Rombo, en “El Proyecto La Marca”, propone la muerte de un líder como disparador de una invasión zombi. En ese sentido, la problemática en mucho de esos cuentos reside en qué hacer con estos muertos vivos, y el rol del Estado frente a ellos. Ese es solo uno de los muchos aciertos de esta antología.