Superioridad física e ideológica de un Pueblo

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Superioridad física e ideológica de un Pueblo

10 Julio 2014

Por José Cornejo

Insospechado de kirchnerista, Martín Caparrós escribía en su Boquita (cito de memoria): “La desaparición del Estado de Bienestar hizo que los hinchas se aferraran a su club de barrio por sobre la selección de un país que no representaba nada”.

La desafección de los hinchas de la selección (pasión que se refugiaba en un público muy clasemediero) también se expresaba en los resultados. El hito fundacional del neoliberalismo fue la Ley de Reforma del Estado y la Convertibilidad de 1991. La selección abandonó en 1990 las finales mundialistas.

La sociedad argentina comenzó a revertir el proceso neoliberal en 2001. Con límites, desde entonces se ha recorrido el camino inverso. Algo similar pasó en el fútbol. Tuvo que asumir un discípulo del gran teórico de los 80, Carlos Bilardo, para romper el maleficio. Alejandro Sabella lo explicó en una conferencia de prensa: “este mundo solo quiere ganar, nadie se pregunta cómo”.

Una precisión sobre el bilardismo: decir que se trata de una filosofía del ganar a cualquier precio demuestra una notable incomprensión futbolística. Todas las filosofías deportivas quieren triunfar. Bilardo propugna otra cosa: con un sistema defensivo inteligente, los equipos débiles pueden sostenerse ante formaciones mucho más poderosas (en términos de individualidades). Lo contrario del apotegma neoliberal: en la misma selva al débil le toca perecer y no debe hacer ninguna trampa que le evite ese destino.

El lector dirá: aún aceptando que el neoliberalismo empieza a revertirse en 2001, eso no se condice con regresar a la final en 2014. Claro, porque los daños que nos provocó el neoliberalismo no se modifican con la asunción de un gobierno de signo distinto. Hay que modificar tasas estructurales demográficas, como la mortalidad infantil o la expectativa de vida. Eso solo lo sostiene un colectivo social en el mediano plazo. Después de una década de contraofensiva popular, recién empieza a exteriorizarse la salud de un Pueblo.

Cuando los antiguos griegos idearon los Juegos Olímpicos, las ciudades independientes (polis) competían mostrando el vigor de sus gentes, su bienestar físico. Obviamente enviaban a los mejores, que eran los picos más altos de una cadena montañosa alta o bien de un valle profundo. Dependía de qué punto partían esos picos, resultaba la victoria o la derrota. Regresar a la final de la Copa del Mundo es eso: la maduración del bienestar de nuestro Pueblo, después de una década y media de esfuerzos colectivos, plasmado en superioridad física.

Y este subidón recién comienza.