Burrito Martínez: un milagro vasco
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Por Matías Fabrizio
El Burrito Martínez llegó a Boca como figura. Se lo trajeron por una millonada a Carlos Bianchi para el Torneo Final y la Copa Libertadores del 2013, con la idea de que la dupla con Santiago Silva sea de temer. No asustaron a nadie. Martínez nunca gambeteó, nunca desbordó, nunca asistió. Tampoco hizo goles. El pelado hizo más foules de los que recibió, tampoco se anotó en las redes rivales, y perdió el lugar pronto. El 7 tardó más en perder su puesto, al tener menos competencia. Pasaron el Final, la Libertadores y el Inicial 2013, luego el Final 2014, y los primeros partidos del Torneo Transición de este año. Y nunca nada. En total 54 partidos y 5 goles. Nada.
Para la 5ta fecha del torneo actual llegó Arruabarrena, y pasaron un par de partidos más, hasta que, fecha 12, Boca visitó a Godoy Cruz. Faltaban 20 minutos y ganaban los mendocinos 2-1. El ex Argentinos y Vélez entró y a los dos minutos tiró una pared con Jonathan Calleri, y definió cruzado para el gol del empate. Al rato el ex All Boys puso el 3-2. Ese día brilló Fernando Gago, dato a tener en cuenta. Antes de esos 20min, habían sido casi todas malas. De ese lapso en adelante, fueron casi todas buenas. Pocas, sí, pero buenas.
Después del partido en Mendoza, vinieron el 1-0 ante Capiatá en Paraguay (entró la última media hora) y los 90min, con doblete incluido, ante Defensa y Justicia el último domingo. En estos tres últimos partidos jugó realmente bien. Oxigenó un ataque un tanto estático, gambeteo con éxito en el mano a mano y fue práctico para cerrar las jugadas. Levantó, sin lugar a dudas. Y contrario a lo que pueda parecer, resulta de vital importancia para Boca la variante del Burrito. Si se imagina un “once de memoria” del Vasco, la delantera sería Carrizo-Calleri-Chávez. Bien, tanto el ex Central como el ex Banfield son definidores. Por más que no pateen al arco ellos, son jugadores que buscan atacar los últimos metros, la última porción de la jugada. Luego, o bien rematan o la pasan, pero a la altura del área rival. Martínez es más que eso.
El 7 que todavía no demostró ser bravo es un jugador que desborda y tira el centro, tiene una facilidad sorprendente para con un simple arranque pasar al lateral. Pero también se cierra, juega por el medio, se junta con los volantes. Eso es lo que más necesita Boca hoy en día. Chávez y Carrizo hacen diferencia cuando el equipo sale rápido y quiebra las líneas rivales por potencia. Cuando la defensa contraria se logra estacionar y el ataque debe ser elaborado, el aporte del Comandante y el Pachi en la creación, es mínimo, casi nulo. Son jugadores que esperan el pase adelante, y cuando se tiran atrás es para la individual. Martínez gusta, además de lo destacado al comienzo del párrafo, de la pared por el centro del campo, del toque corto. Sin él, Gago y Meli trasladan mucho la pelota, y ahí se nublan los ataques. El 5 de la Selección necesita desprenderse rápido del balón, tocar, recibir la devolución y volver a tocar. Pasarla y avanzar al espacio libre. Y al Burrito eso le encanta. Ante la clara ausencia de quien asuma el rol de enganche/organizador, el trío Martínez-Gago-Meli puede hacer las veces de motor generador de juego. Así vino el gol del empate con Godoy Cruz, y el primero ante Defensa, por el medio, ocupando el espacio (hoy vacío) de un 10. Castellani tiene capacidad para ser parte de la gestación, aunque hasta ahora no estuvo a la altura de hacerlo.
Un jugador como JMM es lo que necesita Gago. Que una jugada pique al vacío, otra reciba abierto y otra encare para adentro para amigarse con la pelota. Nada de esto invalida los pésimos primeros 20 meses del ex Corinthians en Boca, claro, pero en este borrón y cuenta nueva que es la llegada de un nuevo entrenador, el 7 arrancó de menor a mayor. No viene al caso si Chávez o Carrizo son mejores o no que él, sino que son distintos, ese es el punto. Lo que aporta Martínez (en estos ratitos que estuvo bien, por si hace falta aclarar), lo hace único en este plantel boquense.