Elecciones en Israel: todo lo que siempre quiso saber y nunca se atrevió a preguntar
Por Ezequiel Kopel
Para poner a las elecciones israelíes en contexto primero hace falta decir que, por lo menos, una de tres personas en los territorios que controla Israel no tiene derecho al voto. De un total de casi 13 millones de personas que viven bajo dominio israelí, sólo 6,2 millones de israelíes judíos y 1,7 millón de palestinos israelíes (se denomina árabes-israelíes o palestinos- israelíes a los palestinos que quedaron bajo las fronteras del recién nacido Estado de Israel, en 1948) son los únicos autorizados a votar en las próximas elecciones de Israel.
Dentro del grupo de israelíes judíos con posibilidad de elegir a sus representantes se encuentran 600 mil colonos judíos que viven en los asentamientos de Cisjordania y Jerusalén Este. En cambio, casi 5 millones de palestinos que viven en Cisjordania y Gaza no pueden votar; sí, elegir los representantes de la Autoridad Palestina, una suerte de gobierno autónomo dependiente de la ocupación israelí, aunque el Estado de Israel, como potencia ocupante, mantiene el control sobre sus vidas. Es decir, los colonizadores de los territorios palestinos sí pueden ejercer su derecho ciudadano de elegir a las autoridades de un Estado que técnicamente no habitan dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas pero los sometidos por esa ocupación, no. Sólo el 60 por ciento de la población (incluyendo nada más que al 5 por ciento de la población total árabe) que se encuentra dentro de la superficie de tierra manejada por el Estado de Israel tiene potestad de decidir quién va a controlar su vida. Paradójicamente, a este sistema le llaman "la única democracia de Medio Oriente".
Las elecciones israelíes son complicadas: el sistema de gobierno es un régimen parlamentario. El parlamento se compone por 120 representantes y cada partido presenta ese mismo número de candidatos, pero sólo aquellos que encabezan cada lista tienen la posibilidad de ser elegidos como Primer Ministro. Después de la votación, el presidente de Israel, que cumple una figura decorativa en la vida cotidiana pero no así en los comicios, tiene la potestad de elegir entre el candidato que preside la lista con más votos o aquel que tenga más chances de formar una coalición de gobierno con otros partidos que lo apoyen. Para gobernar se necesita, por lo menos, obtener 61 diputados dentro de una coalición (con un número menor no hay gobierno posible). Lo que significa que, a pesar de que un candidato de determinada lista obtenga menos votos que otro, ese mismo representante puede ser el elegido por el presidente para formar gobierno al conseguir el apoyo de otros partidos que le permitan totalizar los 61 parlamentarios necesarios para presidir el país. Traducido al criollo: es importante ganar las elecciones y alcanzar más representantes que otro partido pero lo indispensable en este sistema es conseguir los avales de los otros candidatos y listas. Por ejemplo, en 2009, la candidata de centro Tzipi Livni consiguió un escaño más que su rival Benjamín Netanyahu pero no pudo ensamblar una coalición que le permitiera acceder al cargo, que terminó en las manos del actual primer ministro.
En estas elecciones, sólo dos candidatos tienen posibilidades reales de acceder al cargo: el derechista Benjamín Netanyahu y su contraparte de centro, Issac Herzog. No obstante, Netanyahu, a pesar de que las encuestas lo muestran por debajo en la intención de voto, posee más chances de conglomerar una alianza que su rival, debido a que los partidos de derecha y centro, siguiendo una constante que se repite desde hace 15 años en Israel, logran más escaños que los de izquierda o centro izquierda. Tampoco hay que descartar de plano que tanto Netanyahu y Herzog se unan en un gobierno de unidad nacional que les garantice ministerios claves y un abultado presupuesto para cada uno de ellos.
También es ésta la primera elección donde el límite electoral para ingresar a la Knesset (Parlamento israelí) se elevó al 3, 25 por ciento del total de los votos, por lo que en esta oportunidad un partido necesita conseguir al menos esa suma, que equivale a cuatro escaños, para conseguir representación parlamentaria; esto significa que no habrá partidos con un solo representante en el Congreso (mínimo cuatro o nada). Esta novedad, que fue construida para debilitar a los partidos chicos y favorecer a los partidos grandes, también tiene sus "arreglos": como diversos partidos árabes -israelíes sólo conseguían 2 o 3 asientos por separado, decidieron juntarse para esta elección con el partido de izquierda israelí mayoritario, Hadash, y armar un frente que asegure su presencia legislativa. Así se conformó la "Lista Unida", una más que interesante alianza entre el mencionado partido socialista israelí (integrado tanto por judíos como árabes), un partido islámico (integrado por creyentes poligámicos y anti-gays), un partido "nasserista" (seculares) y un partido nacionalista árabe (militantes raciales y feministas). La intención de voto coloca a este frente con una proyección de entre 13 y 14 escaños, convirtiéndose de este modo en el tercer partido más votado de Israel. Con esa proyección de votos, "La Lista Unida" tendría que ser un actor destacado en la conformación de la próxima coalición de gobierno pero su líder y primer candidato, el abogado Ayman Odeh, ya aclaró que no está dispuesto a sentarse en ninguna coalición de gobierno con partidos sionistas. "No puedo votar un presupuesto que beneficie a los asentamientos en los territorios ocupados en vez de a los sectores más débiles de la sociedad. No puedo ser parte de un gobierno que bombardea Gaza. No puedo hacer como si nada mientras a unos pocos kilómetros de distancia mucha gente sufre inconmensurablemente", sentenció el dirigente en una entrevista, una semana atrás.
Por lo pronto, si se forma un gobierno de unidad entre Netanyahu y Herzog, Ayman Odeh pasará a ser, automáticamente, el líder de la oposición por ser el partido más votado que no integra la coalición gobernante. Y por requerimiento de la ley israelí, el primer ministro de Israel debe informar y consultar con el jefe de la oposición asuntos de seguridad durante cualquier conflicto armado que atraviese el estado. Sólo basta imaginar a Netanayhu llamando al abogado socialista palestino para informarle de la próxima invasión de Israel a Gaza para comprobar que esta elección puede ser revolucionaria para todos.
Foto: Ezequiel Kopel