El drama de los refugiados y la hipocresía de los gobiernos europeos
Por Carlos Iaquinandi Castro, desde España (*)
Miles de seres humanos cruzan andando, en trenes, camiones, barcas precarias, carros o cualquier medio artesanal los miles de kilómetros que separan sus tierras de origen de los países europeos donde esperan encontrar la paz y la seguridad que no tienen.
Mientras, los gobiernos levantan muros y vallas, cavan fosos, instalan puestos de control, sueltan perros adiestrados, militarizan bosques y ríos, y califican de “enjambre”, “chusma”, “gotera”, “plaga” o “amenaza” al éxodo de refugiados más importante de la historia.
No pueden argumentar que es una situación imprevista. Los mismos gobiernos que generan invasiones, fomentan guerras internas para seguir obteniendo materias primas, permiten la venta de armas y municiones incluso a grupos terroristas y apoyan autocracias y dictaduras, ahora se desentienden de las consecuencias humanas de sus políticas neocoloniales.
El último informe de ACNUR, organismo de las Naciones Unidas para los Refugiados, denuncia que hoy son 60 millones de seres humanos los que abandonaron sus hogares desplazados por conflictos, hambre, o persecución.
El mayor número de refugiados de la historia
Ese número de seres humanos desplazados, desesperados y que llevan consigo a sus hijos y poco más, es la cifra más alta alcanzada en la historia. De ellos más de la mitad son menores de edad. Durante 2014, 42.500 personas al día se convirtieron en refugiados o desplazados internos. Unos 15 MM más que los que había hasta entonces.
En lo que va del año, cientos de personas han muerto en el Mediterráneo en sus intentos de abandonar el horror en sus tierras de origen. Libios, afganos, eritreos, yemeníes, sirios, iraquíes, kurdos, somalíes, congoleños, pakistaníes, senegaleses, zambianos, nigerianos, etc. Todos dejan atrás el caos y la destrucción provocados por guerras y conflictos, muchas veces generados por los países desarrollados que buscan control geopolítico, influencia comercial, o la explotación de recursos y materias primas. Y esos mismos países “desarrollados” son los que les venden las armas y pertrechos bélicos.
Y a quienes tienen suerte de llegar a un país europeo, les aguarda un futuro incierto. Muchos serán deportados, otros alojados en campamentos precarios, y otros intentarán sobrevivir en la “ilegalidad” que les otorga la indiferencia de los gobiernos, que a la hora de la verdad, justifican su insolidaridad y niegan sus responsabilidades. Salvo la cooperación solidaria de pobladores y de organizaciones de derechos humanos, nadie les acoge, les refugia o les protege.
De la solidaridad a la “seguridad”
Los gobiernos europeos decidieron el pasado noviembre suspender la operación “Mare Nostrum” que logró rescatar unas 170.000 personas de las aguas, en una acción coordinada por el gobierno italiano y financiada por la Unión Europea.
En reemplazo de ese despliegue solidario, se puso en marcha “Tritón”, una operación que depende de FRONTEX. Este es un organismo de la Unión Europea creado para coordinar temas de control y vigilancia de fronteras, con criterios básicamente de “seguridad”. Tiene un presupuesto y unos medios muy inferiores a “Mare Nostrum”.
Por el contrario, las condiciones de supervivencia de muchas personas en los territorios con conflicto han empeorado. En Siria, distintas fracciones armadas bombardean, atacan y ocupan pueblos y ciudades. Libia, tras la intervención de la OTAN, ha quedado dividida en fracciones, feudos y seudo-gobiernos. Es un país destrozado y en manos de bandas armadas. Los Kurdos, son atacados por los terroristas del llamado Ejército Islámico y bombardeados por el gobierno turco. En Yemen, el gobierno autócrata de Arabia Saudita decidió intervenir en el conflicto interno de ese país a favor del gobierno depuesto por una rebelión popular, y bombardea con sus aviones poblaciones civiles, refugios, y estructuras básicas. En Egipto la vida se hace imposible: tras las frustradas “primaveras”, el actual gobierno del General Al Sisi se ha convertido en una dictadura férrea y cruel, con la tolerancia o el beneplácito de los gobiernos europeos y la asistencia militar norteamericana, como en los mejores tiempos de Mubarak. Los palestinos, prisioneros del ejército israelí en esa cárcel a cielo abierto que es la Franja de Gaza, y con carencias de agua, medicamentos y sin poder reconstruir las miles de viviendas destruidas por los bombardeos israelíes. Similares situaciones se sufren en Irak, Afganistán, Pakistán, y otros países donde en los últimos años se produjeron invasiones o intervenciones militares de fuerzas occidentales, con la colaboración de naciones árabes gobernadas por dictaduras, autocracias y oligarquías. Tras su paso, dejaron el caos, muerte y destrucción.
No es un fenómeno natural o inevitable
Esta crisis humanitaria no es un “tsunami” o un fenómeno natural. Tiene sus responsables, aunque se escondan tras discursos solemnes, mentiras y promesas incumplidas. Esta vez, no son las grandes migraciones de National Geographic, donde miles de animales buscan tierras donde puedan beber y alimentarse o escapar de una catástrofe natural.
Esta vez, en la Europa del siglo XXI, son seres humanos de diferentes países, razas y religiones, que huyen del caos generado por la insaciable avaricia de poder de los grandes grupos económicos y financieros y sus representantes en los gobiernos y en los grandes partidos políticos.
Más barreras, ninguna ayuda
Los refugiados aumentan exponencialmente. Familias enteras hacen cientos, miles de kilómetros en busca de un lugar donde rehacer sus vidas. Pero ahora hay menos dispositivos de alerta y de rescate para los que se juegan la vida en busca de su lugar en el mundo. Los gobiernos de Europa invierten en seguridad, no en solidaridad. En control y represión, no en socorro a los débiles y perseguidos.
El mundo “civilizado”, la ONU y sus innumerables organismos, los gobiernos de las grandes potencias, siguen produciendo discursos grandilocuentes pero no asumen sus responsabilidades.
Los resultados del cambio están a la vista: más muertes, más angustia, más dolor para miles de seres humanos. El Mediterráneo pasa a ser una trampa mortal para las esperanzas de los refugiados. Las fronteras europeas una barrera difícil de franquear.
La argamasa de los muros fronterizos europeos son insolidaridad, egoísmo e hipocresía
La pista para encontrar la razón de esos acuerdos colectivos basados en egoísmo, insolidaridad e hipocresía, la podemos encontrar en las actitudes que individualmente adoptan los gobiernos europeos.
Hungría levanta una valla con cuchillas de 4 metros de altura y que tendrá una extensión de 175 kms. para que no crucen quienes vienen de Siria, y que han atravesado Grecia y luego Macedonia y Serbia. Muchas son familias que llevan niños y enseres y que aspiran a ser recibidos como refugiados en Alemania. En realidad, la mayoría de ellos, por su condición, tienen derecho a solicitar asilo y refugio conforme las normas europeas.
En el Reino Unido, el primer ministro Cameron define su política de hostigamiento hacia los refugiados: “Hemos legislado recientemente para asegurarnos de que no puedan obtener un carné de conducir, no pueden alquilar una casa, no puedan abrir una cuenta bancaria, y expulsaremos a más migrantes ilegales de nuestro país para que la gente sepa que no es un refugio seguro una vez estás aquí”. Incluso advirtió que para evitar la llegada desde quienes consiguen “colarse” en el túnel desde Calais, soltará más perros “especialmente adiestrados para detectar y controlar a los refugiados.”
En Holanda los refugiados que logran arribar, son distribuidos en “centros de acogida”. En la práctica quedan aislados de la sociedad y si no tienen trabajo ni permiso de estancia deben marcharse.
En España, el gobierno levantó en Melilla más vallas y colocó “concertinas”, como les llaman a las cuchillas que llevan las alambradas para que quienes intentan subir y cruzarlas, sufran cortes en sus manos y cuerpo. También se practica la “devolución en caliente”, que consiste en no identificar al recién llegado ni averiguar su situación, sino devolverlo inmediatamente al territorio marroquí, donde en muchos casos, sufren maltrato policial.
Los derechos de asilo y refugio son ignorados sistemáticamente
Si los gobiernos europeos no se “escondieran” en su egoísmo, podrían intentar regular los flujos migratorios desde los propios países de origen, pero partiendo de la base de reconocer los derechos de refugio y asilo. El propio FRONTEX reconoce que el 84 % de las personas que cruzaron el Mediterráneo tenían derecho a ser tratados como refugiados y no simplemente como “inmigrantes”. Pero los gobiernos evitan poner mecanismos legales porque las cifras se dispararían. Entonces, prefieren que el Mediterráneo se convierta en una barrera natural.
Tampoco parece preocuparles la precariedad de las embarcaciones que utilizan las mafias. Suelen quedar a la deriva, o hundirse antes de ser localizadas. Según los estudios de la OIM (Organización Internacional para las Migraciones), unos 2.300 refugiados han muerto en el Mediterráneo en lo que va del año. Médicos Sin Fronteras y otras organizaciones que se han implicado en la ayuda a los refugiados estiman que la cifra es muy superior, pero nunca la sabremos. No hay registro de las barcas, lanchas o botes que zarpan de las orillas de Libia, de Egipto o ahora de las costas turcas; y mucho menos de las personas que transportan. Muchas veces ni sus propias familias llegan a conocer la suerte corrida por quienes intentan llegar a Europa.
Los grupos que trafican con los desesperados, cobran entre 900 y 1.500 euros por cada refugiado. Muchos pagan por un espacio en una patera, varias veces más de lo que les costaría un billete de avión. Pero los países potencialmente destinatarios de los refugiados, no otorgan visado ni facilidades legales. En la travesía se juegan entonces su vida. Pero además, las posibilidades de llegar y permanecer en un país europeo son más que inciertas. El horizonte de los refugiados que dejan su tierra, tiene más de sueños y esperanza que de realidad.
Algunas cifras reveladoras
El proyecto transfronterizo “The Migrants Files” (Los archivos de los migrantes), en el que participan periodistas y técnicos de varios países, publica varios datos que cuantifican económicamente la crisis humanitaria de los refugiados.
Indican que durante los últimos 15 años, los traficantes de migrantes y refugiados han tenido un beneficio de al menos 15.700 millones de euros.
Las políticas de expulsiones y repatriaciones de los desplazados, han costado al menos 11.300 millones de euros a los países europeos.
El control y vigilancia de las fronteras europeas para evitar la entrada de refugiados e inmigrantes ha costado a los contribuyentes al menos 1.600 millones de euros desde el año 2000.
Los grupos y empresas que participaron en las políticas europeas de control fronterizo (también le llaman “defensa”), han sido los mayores beneficiarios de los proyectos de Investigación y Desarrollo dedicados a evitar la llegada de refugiados y migrantes. Entre otros, mencionan a Finmeccanica, Airbus, Thales o la española Indra.
El diario español “El Confidencial”, indica que el detalle de adjudicaciones del Fondo Europeo denominado “Solidaridad y Gestión de los Flujos Migratorios” entre el 2007 y el 2013 refleja que los diferentes gobiernos españoles han adquirido material bélico para la “lucha contra la inmigración ilegal” por 155,87 millones de Euros.
El coste en seres humanos, como reveló la primera fase del proyecto elaborado por “The Migrants Files”, se estima en treinta mil seres humanos fallecidos en quince años cuando intentaban llegar a Europa. Los organismos de solidaridad y acogida implicados en los rescates, estiman que la cifra seguramente es más elevada, pero nunca podrá saberse con certeza.
Hay que denunciar y detener este horror
El Mediterráneo ha sido la tumba de muchos hombres, mujeres y niños que lucharon por su dignidad como seres humanos, intentando llegar a un lugar seguro y en paz.
Pero hoy mismo, cuando Ud. está leyendo esta crónica, el drama y las causas que lo originan, continúan.
Siria, Palestina, Irak, Yemen, Libia, Egipto y muchos otros territorios sufren violencia y destrucción. Sus pueblos, desprotegidos, intentan escapar. Miles de refugiados caminan, intentan subirse a un tren, a cualquier transporte. Aguardan en refugios improvisados, en pleno monte, en orillas de ríos, en fronteras alambradas y con policías armados.
No podemos ser indiferentes ante este drama humanitario.
No podemos ser cómplices de los que solo se preocupan de su poder, de su dinero, de sus negocios y de su bienestar.
Somos muchos más que ellos y tenemos razones poderosas para luchar por un mundo mejor.
(*) Por el Servicio de Prensa Alternativo (SERPAL).