Tensiones entre Estados Unidos y China por el espionaje cibernético
Por Nicolás Adet Larcher
La visita del Papa Francisco a Estados Unidos y sus distintos discursos en dicho país, marcaron la atención central de gran parte de la prensa a nivel mundial. Ante este acontecimiento, otros hechos importantes quedaron al margen de las páginas y las pantallas. Uno de ellos, fue la reunión que mantuvieron el Barack Obama y Xi Jinping, el presidente de China.
La reunión entre ambos, estuvo marcada por un hecho trascendental que es el resultado de las revelaciones de Wikileaks y de Edward Snowden, el ex contratista de la Agencia de Seguridad Nacional, las cuales filtraron documentación clasificada de cómo el gobierno norteamericano espiaba a otros países para poder obtener beneficios diplomáticos, económicos y políticos. A partir de este revuelo a nivel mundial que vienen generando grandes investigaciones periodísticas desde 2010, Obama y Xi Jinping, tocaron un tema muy delicado como el espionaje cibernético.
Estados Unidos sufre en el último tiempo el avance de la economía China, lo que pone en duda su lugar destacado como única potencia mundial. Sumado a esto, desde el gobierno de Obama se habían denunciado en estos meses, distintos ataques cibernéticos de parte de hackers contratados por China para dinamitar el sistema institucional norteamericano. Leon Panetta, Secretario de Defensa de la administración Obama, había calificado a estos ataques como un “un ciber Pearl Harbor”. Snowden, no solo había revelado documentación correspondiente al espionaje de parte de Estados Unidos, también, se reflejaba la intervención de la empresa china Huawei.
Tensiones
Teniendo en cuenta este panorama de tensión entre los dos países, fue un hecho a destacar que ambos hayan acordado una cooperación mutua para combatir el espionaje “criminal”, además de coordinar el fin del ciberespionaje para obtener beneficios comerciales. Ambos gobiernos se comprometieron a evitar violaciones a la propiedad intelectual, además de incluir una prohibición al robo “de secretos comerciales u otra información confidencial de una empresa, con la intención de proporcionar ventajas competitivas” en el ámbito comercial.
Junto a este pacto, también se comprometieron a conformar grupos de especialistas para seguir de cerca el debate acerca del ciberespionaje, adhiriendo a un documento del G-20 y mantener actualizaciones constantes en cuanto al avance de distintas causas vinculadas al tema. El grupo de expertos, se reunirá a fines de 2015 y luego lo hará dos veces por año.
El semanario alemán, Spiegel, expresó que la reunión no habría sido posible sin las revelaciones de Snowden sobre el espionaje a escala global llevado a cabo por Estados Unidos y, en menor medida, por China. En el momento de las filtraciones, Obama había justificado el espionaje masivo por motivos de seguridad nacional, aunque tal argumento se desmoronaba si se recurría a los datos obtenidos por los servicios de inteligencia, donde se demostraba que se accedía a la información personal de todos los ciudadanos norteamericanos, junto a algunos políticos alemanes, brasileños, etc, y no de aquellos sospechados de haber cometido algún delito.
Hace un tiempo, el periodista y abogado, Glenn Greenwald, junto a la directora de documentales, Laura Poitras, habían impulsado un tratado contra la vigilancia masiva que fue apoyado por distintas figuras como Noam Chomsky, Oliver Stone y actores como Joseph Gordon Lewitt o John Cusack. Esta causa, también busca que se deje de perseguir a Snowden y que se tomen medidas contra los estados que efectúan una recopilación masiva de datos sin consentimiento de los ciudadanos.
El acuerdo de ciberespionaje entre ambos países, no será el fin de las múltiples tensiones que se generaron desde 2010 ante las distintas filtraciones, sino que solo busca poner un freno a los obstáculos comerciales y las acusaciones que habían tenido lugar en el último tiempo. Tanto China como Estados Unidos, también hicieron en esa misma reunión otros acuerdos, militares, alimentarios y de seguridad nuclear, los cuales fueron más protocolares y previsibles que lo sucedido en contraste al conflicto de espionaje. Un tema que en forma obligatoria terminó definiendo la agenda.