Michel Temer y el PMDB no quieren quedarse afuera en el golpe contra Dilma
Por Sergio Lanzafame
¿Qué tienen en común los ex presidentes de Brasil José Sarney e Itamar Franco y el actual vicepresidente Michel Temer?
En primer término los tres pertenecen al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), una formación política heredera del MDB, un movimiento creado en 1966 y que funcionó como una oposición “tolerada” por el gobierno militar de ese entonces. Allí se alistaron todas las fuerzas democráticas contrarias al partido ARENA, que apoyaba al “régimen”. Su columna vertebral la formaron los industriales desarrollistas de ese entonces y dio cobijo a una buena parte de la militancia de izquierda y de los líderes sindicales en los años de plomo. A pesar de ello, cuando en 1979 se transformó en un partido político, se asumió como una formación de “centro derecha”.
Tras el retorno de la democracia en 1985, sufrió numerosas escisiones, pero siempre co-gobernó con cada uno de los gobiernos elegidos democráticamente, incluidos el de Fernando Cardoso y los de Lula y Dilma. Hoy es el principal partido de Brasil, con cerca de 2,5 millones de afiliados, siete gobernadores (contra 5 del PT y 5 del PSDB), 69 diputados de un total de 513 y 18 senadores de 81.
La segunda coincidencia es que los tres fueron vicepresidentes. El primero de ellos José Sarney, en realidad nunca juró como tal. En la elección de 1985, que marcó el regreso a la democracia en eses país, la fórmula Tancredo Neves - José Sarney se impuso al candidato de la derecha Paulo Maluf. Sin embargo, Neves (abuelo de Aecio Neves derrotado por Dilma Rousseff en 2014), falleció sin poder asumir en el cargo, con lo que Sarney terminó siendo el primer presidente de la nueva democracia brasileña.
Itamar Franco fue el vicepresidente de Fernando Collor de Melo, el recordado líder neoliberal en la época de la furia conservadora de los 90. El histórico proceso por el que Collor fue apartado de la presidencia para luego ser condenado por actos de corrupción, le dio al “pemebedista” la presidencia en el año 1992.
Un partido de Temer
Aunque Lula triunfó en 2003 con una alianza de partidos de izquierda debió negociar rápidamente con el poderoso PMDB, que aunque es una expresión acabada del pensamiento conservador brasileño, es también una organización que tiene mucho más apego al poder que a la defensa de cuestiones ideológicas.
Así en 2005, el Partido de los Trabajadores comenzó a gobernar en tándem con esta formación que le dio el andamiaje territorial como para avanzar con las principales políticas de gobierno.
Lula logró que esta alianza antinatural entre la princiapl fuerza de centroderecha del país con una coalición que integraba vertientes radicales de izquierda, quedara en un segundo plano a caballo del éxito económico que lanzaba a Brasil al estrellato económico mundial al mismo tiempo que sacaba a 50 millones de personas de la pobreza.
Sin embargo, la reelección de Dilma Rousseff en 2014 se dio en un contexto diferente.
Michel Temer, presidente del PMDB, fue por segunda vez su compañero de fórmula, aunque en este caso la muñeca de Dilma nunca fue del agrado de su Vice.
La crisis económica, consecuencia de la caída internacional de las materias primas y de las políticas de “ajuste” de corte neoliberal aplicadas por la presidenta, junto a las denuncias de corrupción en los casos “Lavajato” y “Petrolao” que investigan coimas, blanqueo de capitales y desvío de fondos en contratos entre empresas y el Estado para obras públicas y que fueron explotadas hasta el hartazgo por los medios de comunicación opositores, fueron la excusa perfecta para que Temer comenzara con las críticas.
Las manifestaciones anti corrupción, tan sobredimensionadas como multitudinarias, que se dieron en 2015 y 2016, pusieron el marco para que el Vicepresidente anunciara públicamente que su partido “siempre, en las circunstancias más difíciles, elegirá apoyar a Brasil”.
Y en diciembre, una carta comenzó a preparar el terreno para la ruptura. Temer planteó que “siempre” fue tratado por Rousseff como un objeto “decorativo”, que el PMDB fue para el Gobierno un “mero accesorio, secundario y subsidiario” y que “jamás” él o el PMDB fueron “llamados para discutir formulaciones económicas o políticos sobre el país”.
Como un lobo que persigue a su presa, el PMDB, una vez más olió sangre y allí fue. Ahora nuevamente encuentran la posibilidad de gobernar Brasil con la ruptura definitiva con el gobierno de Dilma, gracias a un juicio político que esperan aprovechar a fondo. Si lo logran, consagrarán a Michel Temer como presidente. Pero, una vez más, sin ser elegidos por el pueblo brasileño de forma directa.
El partido del Movimiento Democrático del Brasil, es antes que nada, un partido aliado al poder. Hoy, el poder fáctico de ese país pretende terminar con 13 años de gobiernos de izquierda. Y el PMDB no quiere quedarse afuera de la nueva configuración política que pretende gobernar Brasil en un futuro cercano.
Sólo quedan para enfrentarlos los sectores populares y un Lula, que con sus más y menos, sigue siendo la gran esperanza de los pobres brasileños.