Milagro Sala: la presa sacrificial de la época
En su Calibán y la bruja Silvia Federici relata el modo en el que la persecución a las brujas se sostenía a través desde distintos niveles discursivos, y cómo este tema se imponía como debate favorito de distintos sectores de la sociedad. La cacería para su enjuiciamiento y muerte tenía, de acuerdo con la autora, el fin último del control sobre los cuerpos y la represión social, y funcionaba como descarga voraz para un tipo de equilibrio.
Por estos días, mientras llegamos a los tres meses de encarcelamiento de Milagro Sala, se aproxima el primer juicio oral contra la líder de la organización Tupac Amaru. “¿De qué se la acusa?” se preguntó CFK en las puertas de Comodoro Py. Una pregunta lógica, siendo ella misma imputada y citada por estos días. En el caso de la jujeña, se inicia el juicio por daño agravado y amenazas contra el actual gobernador de la provincia Gerardo Morales, por los años de aquel escrache en 2009 aún senador nacional.
Esta denuncia, sumada a las más actuales por instigación al delito y al tumulto, fraude y asociación ilícita se han ido acumulando a lo largo de estos meses, como mecanismo que en la reiteración sostiene y agrava las posibilidades de libertad en lo inmediato. En la provincia no tuvieron la más mínima repercusión todas las voces y organismos nacionales e internacionales que se alzaron contra la privación ilegítima de su libertad.
Toda esta escalada inició cuando el gobernador Morales se propuso como primera medida de gobierno no claudicar frente al mero pedido de diálogo por parte de Milagro Sala y la Tupac. Empero, en las últimas semanas tanto él como sus funcionarios se han reunido repetidas veces con distintos líderes de la red de organizaciones en pos de acuerdos y programas para desmovilizar y fragmentar al movimiento en sistemas atomizados de cooperativas sin verdadero poder real a futuro como interlocutores políticos.
Ser parte de la Tupac implicó en Jujuy una histórica persecución social. La concreción de esa persecución mediante la erosión institucional y un sistema punitivo adicto solo materializa lo soñado por años. Este fue el discurso clave de la campaña de Morales quien no hizo más que hacer rendir un planteo presente entre distintos sectores políticos-culturales a nivel local: el llamado a la “paz social” y el “consenso” mediante la erradicación de lo problemático, y el “salvataje” de las víctimas cautivas de Milagro, la hereje jujeña. Hoy esos tupaqueros, otrora perseguidos, aparecen como sujetos por rescatar del envilecimiento que promovió Milagro Sala. Si antes no existieron como sujetos de derechos, hoy solo existen para ser sujetos “a recuperar” después de lo que “se les hizo”.
No obstante, hasta el hartazgo hemos presenciado en las inmediaciones de ese acampe en Jujuy, conciudadanos que al pasar rogaban ansiosos que se tirara una bomba sobre esa plaza –como en las peores postales de nuestra historia–, o que la policía los desalojara a cualquier precio. La condición para llegar al consenso se hace a expensas de que los actores hegemónicos resuelvan los nuevos términos de la convivencia mediante el dictamen de la eliminación del antagonismo erradicando la alteridad, y con ella a Sala, quien parece presentarse para los jujeños como la personificación de los incontables males que aquejaron a la provincia durante la última década y media. La Tupac Amaru ha sido y es catalizadora simbólica de actitudes, no solo destituyentes de la institucionalidad política, sino de las más claras muestras de que los virajes del exterminio histórico latinoamericano y argentino continúan habitando el imaginario cultural acerca de cómo resolver el problema con el otro.
En Jujuy se decía “es cuestión de tiempo” para que Milagro caiga. La condena estaba escrita ideológicamente antes de que se generara efectivamente en el mundo empírico. Esta función aparentemente profética es lo que Angenot señala como “precondición dóxica”, y así como se planteaba “el judío traicionará”, aquí opera algo similar a “el negro se violentará” y “el negro/la negra robará”. Un llamado a la denuncia colectiva –que reverberó por cada rincón local– funciona en tanto ha sido exitosa la diseminación del terror y el odio hacia la Tupac desde grupos y sectores sociales y políticos muy diversos al interior de la misma sociedad jujeña. Estos discursos no eran uniformes, sino que esta prefiguración de la culpa operó de modo tal que en cada sector de la población jujeña la Tupac parecía generar un tipo de afección.
Ya no caben dudas de que eran necesarios los liderazgos recios e impetuosos de cara a que ese sujeto político que se presentaba como el Estado paralelo, el mandamás de la provincia fue, después de vilipendiado por años, desmembrado por un par de operaciones quirúrgicas en su sistema. Toda esa virulencia, prepotencia y esa envergadura que se le arrogaba fue desmantelada de un momento a otro por dos o tres medidas desde la irrebatible mesura que irradian la legislación y la justicia en palabras como empadronamiento, transparencia.
Es virtud y debilidad de la Tupac tener un liderazgo que se evidencia tan áspero como condicionado por las circunstancias, sostenido sobre jerarquizaciones –discutibles– y con una figura que se presenta única e irrepetible. Milagro, a partir de toda esta precondición de sentidos y estas economías del odio –pero sobre todo por lo que representa como un tipo de imaginación social alternativo para el bienestar– se presentaba como la pieza por voltear indefectiblemente. El estado natural de cosas en Jujuy es que Milagro esté presa. Su libertad era sin lugar a dudas un estado de excepción. Los sistemas de gobierno de tipo gerenciales no pueden darse el lujo de no controlar y someter a modo de ejemplo sacrificial a una figura de este tipo, desbordante por todos los frentes.
Desde enero queda claro que la Tupac de una u otra manera iba a terminar herida o apagada en este período. El tema está en la voluntad por erradicarla y en cómo hacerlo. No era lo mismo la pérdida lenta, a cuentagotas, que solo se hubiera evidenciado como desmoronamiento causal paulatino, común a cualquier proceso político similar, que una ejecución lapidaria de este tipo, resquebrajados en grupos aislados, con la operatoria por la erradicación sacrificial de su líder, la erosión de los símbolos sobre los que se sostenían, y el total desmantelamiento de lo que se creía conseguido, ganado o inclusive refundado en Jujuy.
Solo queda una última apreciación acerca de esta apuesta sacrificial como punto de refundación político-social en la provincia (y en el país): la vaguedad de la acusación sobre Milagro –nuestra bruja–, no impide sostener su inevitable castigo basado en lo abominable de su mera presencia en la comunidad como personificación de los máximos pánicos sociales. El mecanismo de generación de la culpable castigada apacigua al menos fugazmente a la comunidad, sedienta por una nueva presa en nombre del consenso.
RELAMPAGOS. Ensayos crónicos para un instante de peligro. Selección y producción de textos Negra Mala Testa y La bola sin Manija. Para la APU. Fotografías: M.A.F.I.A. (Movimiento Argentino de Fotógrafxs Independientes Autoconvocadxs)