Las formas del contenido: ¿Quién te quita lo bailado?

  • Imagen

Las formas del contenido: ¿Quién te quita lo bailado?

08 Junio 2016

 

Por Leandro Basanta (sociólogo) y Marcos Finn (economista)

La escenografía política nacional ha ido modificándose con cierta rapidez en los últimos tiempos y la Propuesta Republicana let’s change se ubicó en el centro de la escena.

Numerosos cientistas sociales colocaron su interés en las movilizaciones trabajadoras, en el veto de la ley anti-despidos o en los impactos económicos de las recientes medidas sobre los diferentes grupos sociales. Pero estas últimas solo han sido manifestaciones parciales de un proceso social más amplio cuya densidad se ha gestado con anterioridad.

La necesaria distancia para apreciar los fenómenos desarrollados nos obliga a rastrear sus huellas a partir del inicio de campaña. Para así entender sus resultados desde la condición social que les dio cabida.

Es decir, la presente situación no debe comprenderse como el inicio de un programa de gobierno sino como las consecuencias de su plataforma. En un juego teatral de bailarines, piezas musicales y luces cambiantes, se torna relevante comprender qué hilos de continuidad florecieron entre aquellos principios propuestos y el presente político nacional.

En sus diferentes niveles escalares el equipo de campaña let’s change analizó los diversos grupos que integraban la sociedad y actuó sobre cada uno de ellos. Su proyecto consistió en ofrecer la corroboración de cada pensamiento grupal rechazando la confrontación como estrategia política.

Cada sector, al igual que el kirchnerismo, escuchó lo que prefirió. Seleccionó lo que le agradó y obvió lo que le disgustó. Aún así, el entramado de actores tuvo un punto relevante que se condensó en una tendencia social mayor: la novedad de conjugar una diversidad de posiciones y opiniones bajo la potencial unión de las diferencias. El mensaje somos tan distintos e iguales logró homogeneizar las particularidades de cada actor social sin necesidad de eliminar sus contrastes. Y presentó una seductora propuesta donde cada votante podía sentirse parte relevante de la próxima obra civil para construir el nuevo castillo nacional.

Un ejemplo actual de esta iniciativa fue materializada en el antes anónimo y ahora famoso Alfredo Farías, el vendedor de tortas fritas rosarino, quien envió en diciembre una carta al Presidente con 100 pesos para ayudar a sacar adelante el país (véase Diario Perfil 22/05/16:http://www.perfil.com/politica/Macri-sorprendio-a-vendedores-de-tortas-fritas-en-la-ruta-20160511-0028.html).

El mandatario y su equipo de trabajo capitalizaron la acción difundiendo, en sintonía con la campaña, el hecho como un mensaje de unidad, fe y esperanza hacia el conjunto de la población.

Como segundo tópico en la maratón hacia octubre, la persistencia sobre la idea de poder pensar distinto forjó un contexto de presunta asfixia donde, en una aparente situación de peligro creciente, el concepto de libertad se encontraba amenazado. Y casi cualquier sensación podía entrar en esa bolsa. A punto tal que las críticas sobre las formas de gestión del gobierno anterior terminaron siendo uno de los contenidos principales propuestos por el gobierno entrante.

A partir de allí, el hipotético cambio cultural sintetizado en la posibilidad de escuchar todas las voces se cimentó en caracterizar al gobierno saliente de autoritario y fanático. Sin capacidad para poder registrar los grisáceos matices sociales.

La suma de las partes anteriores no implica necesariamente la constitución de un todo argumentativo eficaz. Pero sí debe remarcarse la audacia de la nueva gestión en producir el siguiente logro: Traducir el presunto respeto por las diferencias en un éxito partidario de la racionalidad sobre el fanatismo. Poniendo especial énfasis en el nuevo armado político de sus jóvenes generaciones (véase diario La Nación 09/05/16: http://www.lanacion.com.ar/1896850-la-generacion-jovenes-con-cargos-fieles-pero-sin-fanatismos).

La apuesta fue más allá y, bajo la pretendida racionalización, terminó primando un discurso que asoció la ineficiencia estatal con un presunto excedente laboral de personal en diferentes carteras. Sumado al éxito de vincular la corrupción casi únicamente con el ámbito público.

Desde la actualidad política, la necesaria pesada herencia cobró sentido en un escenario que, camino hacia la modernización, debía despojarse de nociones antiguas vinculadas a los años 70’. Y así aprovechar la oportunidad, casi única según el gobierno, de reactualizar las categorías analíticas. Esta situación de victoria parcial pudo realizarse en connivencia con una pretensión modernizadora que, a flor de piel en la sociedad, fue hábilmente capitalizada.

En medio de ese cóctel de fundamentos, la Propuesta Republicana logró transmitir eficazmente su novedosa imagen argumentativa: el estereotipo de una empresa privada con características innovadoras y eficientes que, ahora desde el Estado, serviría como agente normalizador de la economía y puerta de entrada al ansiado siglo XXI.

Uno de los ídolos futbolísticos del popular club de La Boca sintetizó en forma simple y sustanciosa esta idea, refiriéndose al actual Presidente: “Ojalá le vaya bien en el país como le fue en el club" (Véase diario Clarín 18/05/16 http://www.clarin.com/deportes/futbol/boca-juniors/Riquelme-Olivos-llevo-regalo-Macri_0_1579042243.html).

Ahora bien, ¿Qué densidad de esta trama argumentativa se respalda en datos fehacientes y cuánto de la misma en prejuicios sociales?

Bajo el lema todo es posible juntos, una de las recientes difusiones publicitarias del gobierno nacional ofrece una mirada sintética de cómo hacer un plato típico argentino con el esfuerzo de todos sus ciudadanos. Nuevamente toma fuerza en la actualidad, al igual que en la campaña, la necesidad de transmitir cuán importante puede ser cada actor social a la hora de construir el promisorio castillo nacional (https://www.youtube.com/watch?v=Pkg2uWOWTF4 21/05/16).

Ricardo Sidicaro afirmaba la desdicha del sociólogo en su obstinación por derrumbar prejuicios sociales cuando consideraba que era mucho más fácil vivir en la ilusión.
Otro de los maestros de la sospecha, Sigmund Freud, nos enseñó cómo a veces las primeras lecturas sobre un hecho poseen una segunda interpretación. Sus enseñanzas nos sugieren barajar una nueva mirada sobre la propaganda del baile en conjunto. Por cierto preocupante, de cara al futuro: el riesgo de hacer un producto con el esfuerzo de todos y no ser invitado a su mesa de degustación.