Pobre Messi
Por Matías Fabrizio
Una vez más le hicieron lo de siempre, lo dejaron solo. Nuevamente Argentina llegó a una instancia decisiva y al mejor de todos lo abandonaron. Adentro y afuera de la cancha se colgaron de él, no para aprovecharlo, sino para exprimirlo y agotarlo. Al punto de, por estas horas, parecer un hecho que dejará la Selección. Perdón y gracias, Lionel.
Se dijo muchas veces que esto iba a pasar. Que se iba a pudrir y se iba a ir. Que no se merecía esto, sufrir tanto, ese que vive dando alegrías. Quién podía creer que eso fuera a suceder en realidad. Era el “portate bien sino te lleva el cuco” de alguna madre de antes. Nada más. Preocupaba, asustaba, pero en el fondo sabíamos que no iba a pasar. Sin embargo, pasó. El mejor del mundo, quizás de la historia, dijo que la Selección se acabó para él. Perdón y gracias. No queda otra cosa por decirle. A dejarlo ser, dejarlo descansar, dejarlo que extrañe un poco a la Selección, y en cuanto le agarre el primer cosquilleo por ponerse la celeste y blanca, rogarle que por favor vuelva.
Chile es una buena selección, sí. Pero depende de las ganas, de la garra, de la actitud para emparejar y estar a la altura de Argentina. Depende de ese intangible que es el amor propio, o el carácter, como cada cual prefiera llamarlo. Al cabo, es la misma cosa. Es eso que a algunos argentinos les ha faltado. Eso que tiene a Higuaín errando los goles que hizo en fases anteriores, y que ya erró en las últimas finales. Eso que lleva a Agüero a elegir tirarse en el área para un improbable penal en vez de buscar el rebote, o a colgar la pelota tras eludir al último defensor y quedar de frente al arco. O a Di María con problemas físicos en cada torneo y chocando a cada rato. Y por el contrario, lo que hace que un tipo como Lavezzi siempre sea útil: no le afecta estar en China, en Francia o jugando un interbarrial, el hombre con rebeldía, con locura, con inconsciencia va y trata de salirse del molde. Y lo hace.
A pocas horas de finalizado el partido ya se repiten en redes sociales varias fotos de Messi rodeado de cuatro o cinco chilenos maltratándolo. Así jugó el 10 los 120 minutos de esta final. Así lo hicieron jugar sus compañeros, quizás con la excepción de Banega. Solo. Él contra Chile. En una media cancha un Romero de equipo grande, atajando las pocas que debe, una zaga central fuerte y rápida, un Mercado aplomado, el Mascherano de siempre y Biglia, más afirmado con cada minuto que pasaba. En la otra media cancha, el mencionado Banega limpiando la jugada para que el genio arranque. Para que arranque solo, abandonado una vez más. Messi contra tres, contra cuatro, contra cinco. Messi girando para volver a arrancar, eludiendo, bancando patadas. Poniendo huevos como debe ponerlo un 10, sin tirarse al piso, eso es tarea de Mascherano que tan bien lo hace, sino pidiéndola y haciéndose cargo, porque más personalidad que Messi no tiene nadie.
Otra vez le fallaron los compañeros, los amigos. Una vez más no alcanzó que Messi vaya contra todo Chile para motivar a los que tenía al lado. Y él, harto de todo, cansado, abrumado, dijo basta. Se insinúan varias renuncias más. Lamentablemente la única confirmada por el propio protagonista fue la suya. Lamentablemente la más probable, porque ya lo insinuó el año pasado, es la de Mascherano. ¿Qué hará el Tata Martino? Justo cuando pareció haber encontrado algunas sociedades claves para conformar el equipo, no llega el título, sí llega este escenario de desconcierto total.
¿A quién le presenta una posible renuncia Martino, llegado el caso? ¿Quién elige al sucesor del Tata? ¿Quién va a elegir al DT del Sub 20, hoy sin quién los dirija? A Messi también lo dejan solo, más todavía, afuera de la cancha. Los jugadores, con todas las críticas que han recibido en estas columnas, son subcampeones del mundo. Los dirigentes, los peores. A Messi le ha pateado en contra también ser la cara de este fútbol. ¿Cómo se va a jugar el próximo torneo local? ¿Cuándo arranca? ¿Quiénes lo juegan? ¿Con o sin intervención? ¿Jugamos el próximo Mundial? Messi, Mascherano, Romero, no merecen este contexto ni jugarse el prestigio al poner la cara por este fútbol que los dirigentes, los actuales y los que ya no están, han cons(o des)truido. Más aún, gracias por haber estado presentes tantas veces.
Se nos escurre de las manos el mejor que tenemos, el que despertaba las más lindas ilusiones, el ídolo de grandes y chicos. El que siempre quiso estar, el que le debe todo lo que tiene a Barcelona y sin embargo siempre vuelve a Rosario, porque nunca nos dio la espalda. El que se bancó los chiflidos del 2011. Se nos escapa la mejor generación de la historia, nunca hubo tantos jugadores tan importantes en tantos equipos de primer nivel. Y se nos van por la puerta de atrás, un poco por impericia propia, otro poco por falta de fortuna y mucho por este contexto que la impaciencia del hincha y la deshonestidad del dirigente han generado.
Siempre estaba la ilusión, ante la derrota, de esperar la próxima ocasión porque estaba Messi. Hoy es todo tristeza y no hay quién la apacigüe, porque el superhéroe ya no está. Perdimos al mejor de los nuestros, al de la alegría, el que hacía fácil lo difícil. Ese, el de las ilusiones. Esta vez, va a costar. Perdón y gracias, Lionel… Pobre Messi. Pobres nosotros.