Antonio Di Benedetto , el Noveau Roman y un ascensorista japonés
Por Jorge Hardmeier
La cultura es el ámbito donde se busca la unidad perdida. En esta búsqueda de la unidad, la cultura como esfera separada está obligada a negarse.
(Guy Debord, La sociedad del espectáculo)
Dos tipos conectados por circunstancias diversas, a saber: año de nacimiento (1922), ciertas búsquedas, la afición por el cine, un particular modo de abordar la escritura, una anécdota en común, un intento de reivindicación cargado de ciertos tintes nacionalistas, la diversidad de sus respectivas muertes.
Comenzaré por lo que se considera el final: Alain Robbe-Grillet falleció a los ochenta y cinco años en el mes de febrero de 2008. Afección cardíaca. Nombrado, en 2004, miembro de la Academia Francesa, había afirmado: No es un gran honor. Antonio Di Benedetto, comenzó a morir diez años antes de su deceso corporal: las brillantes mentes de la dictadura instalada en Argentina en 1976 decidieron que el escritor y entonces subdirector del diario Los Andes de Mendoza era un sujeto peligroso: sufrió, entonces, una detención ilegal - como la mayoría de las de aquel tiempo -, cárcel, tortura y exilio. A su regreso al país, en 1985, lo premiaron: un puesto mal retribuido con su respectivo escritorio en la Casa de Mendoza en Buenos Aires. Di Benedetto detestaba la ciudad de Buenos Aires. Falleció en 1986: su muerte fue eclipsada en los círculos de la oficialidad literaria por la de otro argentino, ocurrida ese mismo año: Jorge Luis Borges.
Dos tipos conectados por circunstancias diversas, a pesar de la disparidad en sus formas de morir. Uno de ellos, Alain Robbe-Grillet, nació en Francia, cuna de la cultura europea, como suele decirse. El otro, Antonio Di Benedetto, nació en la provincia de Mendoza y a pesar de la fatalidad de no haber nacido en Buenos Aires, era argentino.
Ambos abandonaron ciertas profesiones a favor del trabajo literario. Antonio Di Benedetto renunció a la carrera de abogacía y Alain Robbe-Grillet a la de ingeniero agrónomo, luego de ejercerla durante algunos años. Eran dos tipos, también, cercanos al arte cinematográfico: Di Benedetto fue crítico de cine y, como tal, concurrió a diversos festivales. Robbe-Grillet fue director y guionista. Escribió, a modo de ejemplo, el guión de El año pasado en Mariembad, de Alain Resnais. El mendocino no tuvo tanta suerte: un director argentino, Nicolás Sarquís, intentó llevar a la pantalla grande su más famosa novela, Zama: diversas circunstancias, entre ellas la eterna falta de presupuesto, provocaron que todo el equipo de filmación, escritor de la novela incluido, permaneciera varado en la selva paraguaya. La película, claro, resultó inconclusa. La filmación de Zama, por estos días, quedó en las mejores manos: Lucrecia Martel.
Estos dos tipos, en cierta circunstancia, se encontraron. Fue en el Festival de Cine de Berlín de 1963. Copetín en la embajada de Francia con motivo de la presentación de alguna de esas aburridas películas francesas. Di Benedetto se acerca, copa en mano - pues, como dice Rodolfo Braceli: "No sabía manejar autos, no sabía andar en bicicleta, no sabía nadar pero sabía: beber, conversar, sabía cómo seducir a las mujeres", - al francés famoso, Alain Robbe - Grillet, principal exponente del Nouveau roman – junto a Michel Butor, Claude Simon y Nathalie Sarruate - y uno de los animadores de la Nouvelle Vague del cine francés. Algo le dice, enmarcado por el murmullo reinante. El diálogo es silenciado por el ruido de la sociedad del espectáculo.
Estos dos tipos estaban conectados, fuertemente, por cierta búsqueda: una nueva forma de narrar. Intentaron trasladar las nuevas técnicas cinematográficas a sus trabajos de escritura. Antonio Di Benedetto, desde su Mendoza natal, ejecutó la experimentación de asimilar la narración al lenguaje cinematográfico, específicamente, en dos cuentos, "El abandono y la pasividad” y “Declinación y Ángel”. El mismo Di Benedetto ha explicado: "El primero está compuesto sólo con cosas, pero no sin darles vida y lenguaje: el florero es florero y el vidrio y el agua hacen estragos, eso en función de la mente pasiva, esto estamos hablando si hay un Hitchcock. Es a raíz de eso que me han pegado a mí, de que tengo que ver con el origen del objetivismo...Este cuento y el otro es el que tiene referencia al contagio del cine. “Declinación y Ángel” se narra exclusivamente con imágenes visuales, no literarias, y sonido. Fue concebido de modo de que cada acción pueda ser fotografiada o dibujada o, en todo caso, termine de explicarse, con el diálogo, el ruido de los objetos o simplemente la música. Es una aplicación, a la literatura, de la técnica cinematográfica". Y en la frase del escritor mendocino aparece, entonces, la palabra en cuestión que lo liga al otro tipo: objetivismo. Mas Di Benedetto no seguía los postulados de ese movimiento nacido en Francia. El objetivismo francés o Noveau Roman es una poética del narrar que prioriza la mirada sobre todos los otros sentidos. Los elementos de la escritura del escritor argentino provenían del estudio de la técnica cinematográfica. El disparador para que Di Benedetto escribiera “El abandono y la pasividad” es un elemento trivial y lo cuenta Martín Kohan: "La motivación anecdótica y concreta de “El abandono y la pasividad” es una conferencia que da Sábato en Mendoza y a la que Di Benedetto asiste y en la que Sábato, a una manera muy Sábato, dice que no hay literatura sin drama humano, sin tragedia humana, una vehemencia de esa clase. Y Di Benedetto se va con la idea de escribir un texto que desmienta esa conferencia, es decir un texto sin humanos, por lo tanto sin drama humano. Y se lo manda a Sábato. Sábato le da una respuesta muy buena, que es: la excepción confirma la regla. Hay un punto donde Di Benedetto está captando las mismas posibilidades del lenguaje que Robbe-Grillet, sin saberlo, sin saber el uno del otro, y es una afinidad que luego se va a resolver en precedencias o no precedencias". Los dos tipos estaban tramando su escritura influenciados por el cine y, por lo tanto, abordaron a formulaciones similares. Algo los desconecta: Robbe-Grillet era francés y, por una cuestión de cultura geográfica, queda en el centro de la consagración. Di Benedetto era argentino y de una lugar que no es Buenos Aires.
Dos tipos con búsquedas disímiles pero hermanados por la intención de encontrar otro modo de narrar. "Yo, explica Di Benedetto, trataba de hacer cada vez, una forma distinta. Eso me vino por un gran cansancio, porque alguien me embarcó en leer a Balzac. Y yo lo tomé tan al pie de la letra que lo leí casi todo. Y, después de un tiempo, me di cuenta que me había empalagado y dije: la literatura no debe ser así sino que debe cambiar, ante todo y luego: yo debo cambiar, de libro en libro, y lo fui intentando y de ahí lo de experimental que, a la larga, con toda la literatura que hay en el mundo y con toda la literatura experimental que se hace, se volvió una acusación y un karma: la de hacer literatura puramente experimental. Así que dejemos de lado esa palabra que, finalmente, se vuelve una acusación y una ofensa". En realidad, como bien ha dicho Juan José Saer, la literatura es experimental o no es ¿Y el otro tipo? Dice, aproximadamente lo mismo, sólo que con acento francés. Así como a Di Benedetto se lo acusaba de ejecutar una escritura experimental al otro tipo se lo acusaba de llevar al extremo la suspensión del sentido. Y Robbe-Grillet, como el mendocino, se hace cargo: "Es lo que la filosofía llama epojé, la puesta entre paréntesis del sentido. Todo lo que es sentido, todo lo que ya tiene sentido, no tiene interés, dado que ya tiene sentido. El ser humano está sobre la Tierra para investigar incesantemente las posibilidades de un sentido nuevo; el sentido ya hecho, entonces, lo pongo de lado, y pienso qué nuevos sentidos nacen constantemente".
Dos tipos, entonces, audaces. Esa cercanía generó un encuentro, cierta disputa y una suerte de polémica por la paternidad de la génesis de un modo de narrar. La cuestión que se planteó era la siguiente: ¿quién es el padre de la criatura, el objetivismo? Se encuentran, finalmente, en un festival de cine. Los hechos son los siguientes, según el testimonio de Di Benedetto: "En uno de los festivales de cine de Berlín, en un copetín que daba la embajada de Francia con motivo de la presentación de una película francesa, encontré a Robbe-Grillet. Y lo enfrenté. Un poco agresivamente. Diciéndole: ah, usted que me ha usurpado el título... Me sentí tan importante. La oportunidad de tener los comandos del asunto. Mi intención real era otra. Pero le pedí que habláramos de ese punto, de una cuestión de cronología, fechas, cuándo lo hizo, cuándo lo escribió. Y este hombre, en el copetín, me dijo: bueno, tratémoslo de otra manera, en otro momento, como cuando uno invita a pelear, nos vemos en la calle, después, vamos a la vereda. El se manejó distante, no siempre: en ese momento. Después nos vimos en el hotel. Y yo me quedé muy satisfecho con el rescate. Tuvimos oportunidad de discutir del asunto. Yo no sabía qué era el objetivismo pero ya me habían calificado ahí y tenía que defender mi propiedad. Y, cuando saqué, en el hotel, del bolsillo, el papelito, para hacer la anotación, descubrí que él y yo estábamos en el mismo hotel. Y me fijé la hora: mañana a tal hora. Y ese día me preparé, a las tres de la tarde. Y a las dos y media bajé a portería para que me indicaran cuál era la habitación de este señor: en el tercer piso, tal habitación. Fui y descubrí que la habitación a la que tenía que ir era la contigua de la mía. O sea, habíamos estado viviendo juntos en esa contigüidad que para la literatura habíamos ya generado. Ahí me recibió con una cordialidad no estimulada por ninguna cosa ni alcohol. Y analizamos la cuestión". Y se intenta dirimir la paternidad, una tentativa por rastrear el origen de esa criatura, rastreo propiciado, sin dudas, desde ciertos círculos literarios argentinos adoradores de la nacionalidad. Al respecto, Martín Kohan, dice: "Ese tipo de discusión serían válidas sólo en él, - se refiere, claro, a Di Benedetto - justamente. Si hay alguien que, legítimamente, puede poner cierta dosis de su vanidad en juego para decir: che, esto yo lo hice antes, es él. Porque lo otro empieza a teñirse de las cosas tan argentinas, de las ambiciones argentinas, que esas sí son decididamente deplorables. Y otro tiene que ver con el deseo legítimo del reconocimiento a un escritor, que no va a ir a decirle a Robe Grillet: vos, en realidad, diste con mi librito y me copiaste... Sino más bien buscar la confluencia que debería existir y que tiene que ver con literatura y cine, en esos años, buscar esa confluencia y esa afinidad, que de hecho existe en los textos. Yo creo que hay que desconfiar más de ese especie de orgullo nacional, de que aquí ya lo habíamos hecho nosotros, creo que un toque vanidad legítimo es en el yo. Es el “hundimos un barco”, que en realidad son mitologías de la nacionalidad, finalmente. Falta decir: es el primer objetivista y es nuestro. Ahí me parece que no hay nada interesante para rastrear, ni para la literatura, ni para los que escribimos, ni para Di Benedetto".
Y, en ese encuentro, así habló Robbe-Grillet, según Antonio Di Benedetto: "Nuestro rechazo de cierta literatura nos llevó a escribir de otra manera. Para escribir de esa otra manera, usamos, para hacer nuestra propia composición, recursos que estaban en todas partes, especialmente a través del cine. De esta manera empezamos a coincidir en los resultados. Estábamos actualizados por igual, porque en un mundo tan comunicado no es extraño que la reacción haya sido semejante, en mí que vivía en Francia, en usted que vivía en Argentina. Y en un señor del Japón, que en ese momento era ascensorista. Era ascensorista, pero con ánimos literarios, se puso a escribir y quizás, los tres, en tres lugares del mundo muy distantes entre sí, y al mismo tiempo, escribimos más o menos lo mismo, con la misma técnica. La ventaja que yo le llevé a usted es que nací y vivo en Francia y me expreso en idioma francés, que tiene una extraordinaria irradiación cultural en el mundo. Usted se quedó en Mendoza. Y su libro demoró en aparecer y en dar vueltas y en llegar a ser conocido y traducido al inglés, mucho después. Y piense en la situación de este pobre ascensorista, que ve que lo suyo ya se ha vuelto anticuado y sigue de ascensorista y nunca publicó el libro".
Dos tipos que se transformaron en escritores de excepción y una polémica banal: quién fue el precursor del objetivismo, polémica sólo instalada en un país, Argentina o, mejor dicho, en una ciudad, Buenos Aires, o más precisamente: en ciertos círculos literarios porteños. Ese es el tema que habría que resolver: ese síntoma por intentar representar el papel del precursor, del adelantado. Mitologías de la nacionalidad. "Es muy propio de nuestra literatura: reclamar un movimiento para sí" - palabras de Jimena Néspolo, autora de Ejercicios de pudor, un lúcido ensayo sobre la obra de Antonio Di Benedetto - "Hace poco, la generación del 70, lo hizo al leer a Walsh: Truman Capote no hizo nada nuevo porque nosotros lo tenemos a Walsh. Eso revela el grado de periferia cultural que vive nuestra literatura, o sea: tenemos una literatura fuerte pero qué pasa que no se posiciona desde otro lado en la literatura universal o mundial y juega desde otro lado. Clama valores, crea modas; es muy dependiente de qué circula. ¿Circula la non fiction? Y es cierto, porque Walsh es un escritor increíble y no deja de tener un grado de legitimidad: él descubrió la non fiction antes de Truman Capote, pero, qué pasa que Walsh no se leyó en todo el mundo y sí Truman Capote. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa que a Di Benedetto no se lo leyó en los círculos de París y sí a Robbe - Grillet? ¿Qué pasa? Es que tenemos muchos buenos escritores que escriben bajo condiciones paupérrimas y tenemos una literatura potente que sin embargo no tiene presencia. Y que debe desplegar estas estrategias de legitimación que en realidad, para el que conoce de literatura, parecería que fuera en desmedro, porque su literatura es mucho más que ese movimiento. Es eso y es, en Di Benedetto, Zama y son todas las estrategias formales que definen su escritura como única. Pero, ¿qué dice de nosotros? ¿qué dice de nuestra literatura? Que todavía está pendiente de lo que circula afuera y no tiene suficiente valor para plantarse y desde ahí reclamar un lugar. Inventar su moda o inventar su objetivismo antes que se invente en otro lugar. O sea, ¿qué pasa que no nos valoramos como literatura, tanto como para esperar que salga Robbe - Grillet y entonces, desde ahí, decir: ¡ojo!, lo tenemos nosotros? "
Dos tipos audaces conectados por circunstancias diversas. Lo demás es espectáculo.