Ay, lo que producen los inmigrantes
Por Santiago Gómez
Parece literatura: uno con apellido francés y el otro sajón titularon una obra “El ciudadano ilustre”. Los que se creen ilustrados, destacan a Vargas Llosa, les preocupa el premio Nobel de literatura, reconocen a los que destinan buenos tratos a los rústicos, valoran las formas de la clase alta europea y después de nombrar la última dictadura resaltan que es importante hablar del hoy, que retrasamos. Dos subnormales, diría un español, pero hacen a la media de un sector de la clase media, boba, o mejor dicho baba, que babea mirando al cielo o a sus dioses de la clase alta. Es la historia de este continente. Alrededor de los que más tienen se juntan los que quieren que les financien sus producciones diciendo lo que estos quieren escuchar.
Estos dos atrevidos muchachos, que corrieron el riesgo de embarcarse en una producción pudiendo dar errada, se les ocurre decir que el kirchnerismo trajo decadencia e involución. Cuando leo lo que dicen me dan ganas de decir que sí, que es verdad, pero tendría que decirles también que sí a los que dicen que trajimos a Macri y no es cierto. Ya estaban ahí jodiendo los hijos de los que se enriquecieron con la dictadura, como también ya estaban ahí los tipos como Mariano Cohn y Gastón Duprat, los que leen el mundo en términos de evolución, que quieren a París como futuro pero se asustan con los vendedores ambulantes de pastelitos o bijouterie. Para peor, en todos los tiempos a esta clase de personas les financian las producciones.
Esto no es historia reciente, es historia antigua. Los pueblos que nacieron en territorios colonizados padecen la imposición de un ideal externo, extranjero, que se repite en una ilusión que hace uno, por lo que creen que hay una Francia, dicen frunciendo la nariz “no es como en Estados Unidos”, cuando nuestra realidad tiene tantos pedazos como cualquier sociedad. En porciones más grandes o porciones más chicas, toda sociedad está dividida. Desde el 1800 que están los que se preocupan por la República y sus ciudadanos y que después bautizan ciudadano a un individuo que no actúa como tal, salvo que entiendan por ciudadanía despotricar contra el mundo, que crean que participar se trata de eso y no de ser parte de algo, partícipe, un pedazo, que se hace responsable de su parte por el todo al que pertenece. Qué irresponsabilidad la de estos dos muchachos que sabiendo que sus palabras se amplifican, deciden depositar en el inyectivo espacio mediático de imágenes, la asociación de Argentina con delincuencia.
“En Argentina se naturalizan las cosas más atroces”, dice Cohn y considera atroz que se peguen pedazos de vidrio a la medianera. Prefirió no hablar de las cercas electrificadas o las rejas que posiblemente haya por donde vive o seguro vio en alguna casa. “El otro día vi en Buenos Aires un inodoro que estaba con cadena”, se indignó Cohn. Al mirar los barrios populares otros preferimos poner el ojo en la solidaridad que vive y se reproduce en esos lugares, solidaridad que no promueven ni Cohn ni Duprat. ¿Cómo era eso que le hicieron decir a Evita de los apellidos y los olores? ¿Qué diría Freud de una persona que se detiene en que alguien aseguró que no le robaran el depósito para sus restos, siendo que veía una satisfacción en la retención de las heces y un regalo en el niño que las expulsaba cuando lo miran? Qué regalo le hicieron al cine argentino estos dos muchachos.
Pero cómo podés decir algo así si no viste la película. Ni me hace falta. Confío en mi olfato. Es como cuando con un pedazo de canción ya sabemos que no va a gustarnos o con un párrafo de un texto ya sabemos la calidad de lo que sigue, de la calidad humana de quienes lo han realizado, que a fin de cuentas es de lo que se trata.
Son los que lamentan que Borges no haya recibido el premio Nobel y es una de las pocas razones por las que el premio Nobel tuvo alguna vez valor. Cuando tenían el valor de no reconocer la obra de quienes desprecian las vidas ajenas, que preferían pasar por alto lo que hacen las dictaduras, prefiriendo hablar de quienes merecen o no la democracia, ignorando las realidades de los más humildes, que deben padecer los atropellos de unos despreocupados de que sus acciones individuales afecten a las mayorías.
Salir a asociar en los medios Argentina con delincuencia, decir que los últimos doce años sólo se trató de decadencia e involución, sólo pueden hacerlo aquellos que siempre estuvieron adelante y que de tan lejos de la mayoría que los sigue les parece todo igual. Como también a la mayoría nos parecen todos iguales los que están allá arriba.
Pero no, Cohn, Duprat, no se trató de doce años de decadencia ni de involución. Arriesgo que nunca entraron al sitio del Banco Mundial o el FMI y se limitaron a leer lo que sus financiados dicen que dicen, porque sino se hubieran encontrados con gráficos en que las líneas suben o se mantienen en una tendencia ascendente, a pesar de algunas caídas, cuando miden ampliación de derechos, distribución social, mejoras en educación, salud, vivienda. Me parece que tampoco agarraron nunca un informe de UNESCO, que quizá se la confundan con UNICEF, de quien tampoco leyeron los informes. Pero caramba, parece que ni a Clarín están leyendo. Fíjense que un morochito que se hace llamar Zamba se llevó uno de esos premios por los que a ustedes se les cae la baba, los internacionales, los que tanto valoran. Acuérdense que empezamos con una propaganda que decía “Yo quiero ser astronauta” y terminamos en Tecnópolis mirando uno de los satélites que creamos.
Ay, de lo que produjeron los inmigrantes, la idea de que afuera se está mejor que entre los nuestros.