Ecuador: ¿Por qué volvió a ganar la Revolución Ciudadana?
Por Diego Arias
La línea del Ecuador se convirtió este domingo en una barrera compacta contra la que chocó de frente la avanzada restauradora en América Latina. Allí, en ese pequeño país andino que sin embargo alcanzó una trascendencia insospechada en el tablero geopolítico regional a partir de la llegada a la presidencia de Rafael Correa en 2007, la fórmula oficialista compuesta por el tándem Lenín Moreno-Jorge Glas se impuso en la segunda vuelta electoral con el 51,16% de los votos válidos frente al 48,84% obtenido por el banquero neoliberal Guillermo Lasso, contrariando los pronósticos infundados de aquellos que firmaron apresuradamente el certificado de defunción de los gobiernos latinoamericanos del “giro a la izquierda”.
Ni el desgaste natural producido luego de un decenio ininterrumpido en el gobierno, ni las dificultades inexorables que un traspaso de mando plantea a un proceso político encarnado en un liderazgo fuerte, ni las restricciones económicas generadas por la disminución del precio del petróleo, ni la furibunda campaña mediática en contra del “populismo correísta” impidieron finalmente a los representantes de Alianza PAÍS alzarse con un triunfo inapelable que les permitirá instalarse en el Palacio de Carondelet durante los próximos cuatro años. De esta manera, el pueblo ecuatoriano dejó asentado en las urnas que no está dispuesto a convalidar un nuevo giro a la derecha en el continente, que en caso de producirse hubiera profundizado la saga regresiva abierta por el triunfo de Macri en la Argentina, el golpe institucional que encumbró a Temer en Brasil y el triunfo de la oposición reaccionaria nucleada en la Mesa de Unidad Democrática en los comicios de medio término en Venezuela.
Aunque la situación política de la región estuvo presente en boca de los contendientes de la elección ecuatoriana a lo largo de toda la campaña, fueron en particular las constantes analogías y paralelismos con el paradigmático caso argentino los que resaltaron desde el comienzo de la misma. No podía ser de otra manera, ya que el país de Macri aparecía ante los ojos de los ecuatorianos como un espejo del futuro que les depararía un triunfo de la coalición opositora Creo-SUMA encabezada por Lasso. Además, los puntos de contacto entre ambos procesos eran muchos como para soslayar la clave comparativa: las mismas fuerzas en presencia, el mismo perfil ideológico de los candidatos y, sobre todo, la escenificación electoral de una misma disputa de fondo entre dos modelos diametralmente opuestos.
Del lado del oficialismo, igual que sucedió hace un año en la Argentina, el límite de dos mandatos sucesivos que marca el texto constitucional impidió a su máximo referente competir nuevamente, por lo que la continuidad de la “Revolución Ciudadana” se encarnó en un candidato más moderado que se propuso consolidar los extraordinarios avances sociales de la década y a la vez imprimir a su gestión el sello de una personalidad menos confrontativa como forma de amainar la creciente polarización política de la sociedad. Del lado de la derecha neoliberal, también como si fuera un calco de lo ocurrido en nuestro país en la última elección, la propuesta pro-mercado fue personificada por un hombre de la élite económica famoso por su costumbre a radicar empresas offshore en paraísos fiscales, que basó su discurso en una promesa abstracta de “cambio” y en la criminalización del ciclo político progresista.
Es por eso que los fracasos económicos de la administración Cambiemos y el drástico empeoramiento del escenario social en la Argentina desde que Macri asumió la presidencia jugaron un papel clave en favor de la credibilidad de los candidatos de Alianza PAÍS y sirvieron a sus partidarios para desnudar las intenciones reales ocultas detrás de las falsas promesas y los eslóganes efectistas del candidato neoliberal.
Advertidos por la situación lamentable que vive la Argentina luego de casi un año y medio de gestión de Cambiemos, una mayoría social en Ecuador eludió esta vez los cantos de sirena del “cambio” amplificado por los medios y optó por continuar caminando la senda de la inclusión y la ampliación de derechos: una victoria popular que pone un freno a la avanzada restauradora en América Latina y que demuestra cabalmente que el “cambio de época” al que Correa se refirió una vez para caracterizar a la etapa posneoliberal en nuestra región, está lejos de haber concluido.