Crónica de una noche electoral en el Correo Argentino
Por Federico Lemos
Eran las 23:30 y había tanta gente para entrar a Feijoo 547 que la fila doblaba la esquina. En su mayoría eran jóvenes que charlaban animadamente para matar la espera mientras bebían café y comían las medialunas que daban los coordinadores. Como no se podía ingresar con el teléfono encendido, a metros de entrar a la sede de Barracas, se los escuchaba mandar mensajes de voz avisando que estaban bien a padres, parejas y amigos. Mientras tanto uno trataba de informarse lo máximo posible acerca del escrutinio y veía a través de los portales web, las caras sonrientes de los candidatos macristas y a un Esteban Bullrich que sacaba una ventaja clara sobre Unidad Ciudadana en la Provincia de Buenos Aires.
Ya habían pasado unos minutos del Lunes 14 cuando ingresé al Correo Argentino. Una vez allí, nos hicieron formar nuevamente para ingresar de a tandas a la sala de cómputos. Metros más adelante, se retiraban los del turno de 18 a 24 con un sándwich y una botella de jugo que eran entregados a la salida pero antes de dejarlos ir, les cortaban de las muñecas la cinta que llevaba la insignia "PASO 2017". Al ingresar en el lugar de trabajo, me encontré con mis compañeros de labor concentrados frente a sus computadoras y al personal de la empresa contratada para el conteo, tratando de solucionar los inconvenientes ocasionales de los data entry. Hasta allí todo transcurría con normalidad.
La primera hora de trabajo fue activa. Me llegaban telegramas de La Plata, Bahía Blanca, Salta y Entre Ríos. La demora para que nuevos datos puedan ser ingresados no era mayor a unos segundos. Pasada la una de la madrugada, comencé a recibir información de La Matanza y Quilmes. Allí pude corroborar lo que a priori ya se sabía, que el tercer cordón del conurbano era territorio ganado por la ex presidenta a punto tal que en muchos telegramas, hasta doblaba la cantidad de sufragios del candidato oficialista. Minutos después, el sistema empezó a fallar, los datos empezaron a caer con una diferencia de cinco a diez minutos. Finalmente el colapso vendría luego de las dos cuando la distancia llegó a ser aproximadamente de media hora. Muchos de los trabajadores hablaban entre ellos, algunos se levantaban a estirar las piernas, otros simplemente miraban las computadoras.
Aburrido por la espera e intrigado por los resultados de las elecciones, salí al exterior del centro de cómputos para buscar información. Desde las páginas de los principales medios masivos se veía a una Cristina Fernández muy cerca de los números del ex ministro de educación nacional. Enseguida envié una seguidilla de mensajes en pocos minutos que tuvo pocas respuestas a esa hora de la noche, la mayor parte de mis contactos se había ido a descansar con la sensación de un Cambiemos victorioso en la provincia con más peso del país.
Al volver a mi ubicación de trabajo, la tardanza era la misma. La mayor parte de los empleados temporales ya en confianza, dialogaban entre ellos. Una pareja joven que estaba a mi izquierda jugaba a adivinar que fiambres tendría ese sándwich que nos darían a la salida, a mi derecha había un muchacho que canturreaba alguna canción en inglés en voz baja, más allá dos amigas reían con ganas. La espera se hacía densa y la hipótesis de manejo discrecional de la información rondaba en ms pensamientos. En búsqueda de una respuesta de la empresa que me contrató, me acerqué a uno de los coordinadores.
-Disculpa, ¿tenés idea de por qué está tan lento el sistema?
-Ni idea….Igualmente cuando se llegué al noventa y cinco por ciento en provincia, esto se corta.
-¿Por qué al noventa y cinco por ciento?
-La verdad, no sé. Eso es lo que me dijeron a mí.
No solo no me dejó satisfecho su respuesta sino que me sembró más dudas, por lo cual volví a irme para indagar más a través de internet. Ahí fue donde lo dicho por el coordinador tomó definitiva forma. Adrián Perez, secretario de Asuntos Políticos del gobierno había señalado que el Correo Argentino iba a dejar de contabilizar los votos en provincia cuando se llegase al noventa y cinco por ciento de lo escrutado. Al regresar a mi asiento, nada había mejorado. De vez en cuando caía un telegrama, lo cargaba y el sistema ingresaba nuevamente en ese limbo de lentitud. En medio de esa interminable y sospechosa noche, apareció una mujer con acento de país caribeño quien intentó aportar simpatía a la escena (¿empleada del correo, de la empresa tercerizada? No tengo la certeza de ninguna de las dos opciones). “Voy a ir asiento por asiento dándole pedacitos de las tortas que sobraron de abajo”, dijo ella mientras ensayaba su mejor sonrisa. Algunos festejaron brevemente la obtención de las migajas.
A las cuatro y media de la mañana, una de las coordinadoras les informó a las setenta u ochenta personas que estaban en la fila de atrás mío que se fueran porque iba a quedar un grupo minúsculo para grabar lo que quedaba. Alguien cercano a mí se refirió a la buena suerte de los que se estaban yendo, buena suerte que esperaba que no me tocara ya que quería presenciar el devenir final de los acontecimientos. Pasaron entre treinta o cuarenta minutos hasta que nuevamente se invitó a otras setenta u ochenta personas a irse a sus casas. Nos quedamos alrededor de 120 o 130 personas, al menos en el sector donde me encontraba.
Nada cambió, todo fue espera. Pasadas las seis de la mañana, la mujer de acento caribeño nos ofreció café pero no llegó a terminar de repartir los vasos de plástico ya que nos informaron que nos teníamos que retirar todos. Ese fue el final de la noche del presunto trabajo pero el principio de un día de análisis necesario y de preguntas urgentes. ¿Es casualidad que justamente al llegar los telegramas del tercer cordón del conurbano, el sistema empezará a fallar como lo hizo? ¿En el caso de que fuera planificada la lentitud y que la orden viniera directamente del gobierno, éste sería tan burdo en utilizar dicha estrategia? ¿La sociedad en su mayoría, podría sortear el silencio de algunos medios oficialistas y plantearse al menos la duda?
Éstas y muchas preguntas más fueron naciendo en el viaje de vuelta mientras que a la par también me respondía: “Si hubo manipulación de los votos claramente se puede responder a una necesidad de no tener la noticia de Unidad Ciudadana vencedora en Provincia de Buenos Aires al día siguiente en todos los diarios, no es lo mismo una Cristina ganadora en la noche de los comicios que dos semanas después cuando la noticia podía ser desgastada por el tiempo y por otras informaciones”.
Empezaba a amanecer un nuevo día, lunes otra vez. La gente comenzaba a enterarse de lo que había sucedido, las sensaciones del día anterior de un Cambiemos arrollador en casi todo el país, tal vez irían mutando a una cierta desconfianza al sistema de recuento de votos, desconfianza fundada en la que había estado sumergido durante la mayor parte de esa madrugada de sospechas.