Europa y el avance de la derecha más dura
Por Eduardo J. Vior
En el discurso programático que pronunció el martes 26 en la Universidad de la Sorbona, el presidente francés Emmanuel Macron propuso un plan de ruta para relanzar la Unión Europea y la zona euro en los próximos diez años. No fue casual que lo hiciera dos días después de la elección parlamentaria del pasado domingo 24 que puso a la canciller alemana Angela Merkel ante una complicadísima formación de gobierno. De la composición y el programa de éste dependerá el entendimiento germano-francés que lidera Europa y –para nosotros, los argentinos, muy importante- la estrategia que la Unión Europea seguirá en las actuales negociaciones sobre el Acuerdo de Libre Comercio UE-Mercosur. Por eso hay que estar muy atentos a lo que pasa en Europa.
Macron instó a enfrentar a los partidos ultraderechistas que han ingresado a muchos parlamentos europeos. El Presidente propuso también aceptar una “Europa de varias velocidades”, o sea con distintos grados de integración según las capacidades económicas y financieras. Las medidas propuestas por el mandatario se realizarían en cinco campos claves: la digitalización, el clima, la seguridad y defensa, la migración y cuestiones económicas y comerciales.
En el ámbito de la Seguridad y Defensa, Macron promueve la creación de una fuerza común de intervención para 2020, un presupuesto común de Defensa y una doctrina común de actuación. Además, entre sus planes figura crear una academia de inteligencia europea y una fiscalía europea contra el terrorismo. En lo económico, en tanto, sugirió crear un impuesto sobre las transacciones financieras, para 2020 una banda tarifaria común del impuesto de sociedades y adaptar el salario mínimo a las posibilidades de cada país. Aconsejó asimismo elaborar un presupuesto común de la zona euro y nombrar a un superministro de finanzas que la gobierne.
Cuando el recién elegido presidente francés visitó Berlín el pasado 15 de mayo, Merkel le prometió acompañarlo en sus planes de reforma. Sin embargo, cuatro meses después, y elecciones en Alemania mediante, la situación cambió. En efecto, los partidos que integraron desde 2013 la gran coalición, la CDU/CSU, de la Canciller Angela Merkel, y el SPD, sufrieron el domingo fuertes pérdidas, mientras que los liberales del FDP y la derecha extrema aumentaron sensiblemente su votación. Ante la magnitud de la derrota (el peor resultado desde 1949), el SPD pasó a la oposición. Podría haberse pensado entonces en un gobierno de minoría de los demócrata cristianos (CDU) y socialcristianos de Baviera (CSU) en solitario o en otro –también sin mayoría- con el FDP, pero como Alemania ama la estabilidad, el lunes a la tarde ya se decidió que el próximo gobierno lo formará una coalición de la CDU/CSU con el FDP y Alianza 90/Los Verdes.
Sin embargo, las diferencias entre los futuros miembros son muy grandes y harán falta fuertes compromisos para mantener el nuevo gobierno a flote. La participación del FDP endurecerá la posición alemana respecto a las reformas en la eurozona. Su líder, Christian Lindner, ha dejado en claro varias veces su rechazo a un presupuesto común para la zona euro, porque los liberales lo ven como un intento de cargar al contribuyente germano con la deuda ajena.
De reflejos rápidos, al día siguiente de las elecciones la canciller ya empezó a poner condiciones. “Mi opinión es que podemos tener más Europa, pero eso tiene que conducir a más competitividad, más empleo y más influencia de la UE en el exterior”, declaró a la prensa. En cambio, el martes dispuso que el durísimo ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble, de 75 años, pase a presidir el Bundestag. De ese modo quitó un escollo a las negociaciones con los liberales que tradicionalmente han ocupado esa cartera, dio a Macron una señal de flexibilidad y puso al frente del parlamento a un dirigente avezado capaz de parar las provocaciones de los neonazis.
En esa tarea será secundado por el SPD, que se retiró a la oposición, primero, para recuperar fuerzas, pero también para evitar que el líder de la derechista Alternativa por Alemania (AfD, por su sigla en alemán), Alexander Gauland, aproveche que ésta se ha convertido en tercera fuerza para presentarse como jefe de la oposición. El 80% de sus votantes están sólo insatisfechos con la situación del país, pero pueden ser manipulados por los (neo)nazis que sólo piensan en provocar y desgastar al futuro gobierno hasta que caiga.
A pesar de que la absoluta mayoría de los alemanes ve positivamente la situación económica general y la propia y que la mayoría piensa asimismo que la democracia funciona bien, muchos califican negativamente el trabajo de la gran coalición, dos tercios temen el aumento de la criminalidad, casi la mitad piensa que el Islam tiene demasiado poder en Alemania y más de un tercio de la población opina que en Alemania viven demasiados extranjeros.
La culpa por esta percepción la tienen, indudablemente, los resabios xenófobos y racistas que nunca desaparecieron de la sociedad alemana, pero principalmente las dificultades y los errores cometidos por el gobierno federal y los estaduales en la integración del más de un millón de refugiados que llegaron desde 2015. Angela Merkel abrió las puertas a la integración masiva para rejuvenecer la población alemana y poder seguir financiando el caro sistema social y previsional, pero las dificultades políticas y administrativas surgidas en la incorporación de los nuevos habitantes dieron pie a la prensa sensacionalista y la AfD para realizar masivas campañas racistas y xenófobas que les dieron este triunfo electoral.
También los Liberales se beneficiaron de su dureza en la política de refugio y, después de haber perdido status parlamentario en 2013, ahora se convirtieron en el cuarto bloque parlamentario.
A partir de la experiencia histórica de la República Federal, la canciller espera fracturar a la derecha populista apenas se la confronte con decisiones parlamentarias complejas, pero, para robarle votos, al mismo tiempo va a derechizar las políticas de refugio y de seguridad y a cooptar a dirigentes. En tanto, para contener a los liberales, adoptará un curso rígido frente a la UE y a Gran Bretaña. Todavía, para contentar a los verdes, deberá, aunque sólo sea en el papel, comprometerse a cerrar las usinas en base a carbón y a imponer el auto eléctrico hasta 2030.
Formar una coalición tan amplia como la que se anuncia será muy difícil y, seguramente, será un gobierno plagado de contradicciones y conflictos. Conociendo a Angela Merkel, puede predecirse que seguirá la corriente y gobernará a los bandazos, hasta tomar una decisión repentina que la deje como única ganadora. En estas condiciones, el coliderazgo franco-alemán sobre Europa será muy complicado. Sería una gran oportunidad para que los países del Mercosur aprovecharan sus contradicciones en las negociaciones sobre el acuerdo comercial, si estuvieran gobernados por presidentes que cuidan el interés nacional, pero no lo están.
CDU/CSU (Demócrata Cristianos y Socialcristianos de Baviera) |
33,0% |
-8,5% |
SPD (Socialdemócratas) |
20,5% |
-5,5% |
AfD (Alternativa por Alemania, extremistas de derecha) |
12,6% |
+7,9% |
FDP (Liberales) |
10,7% |
+6,0% |
La Izquierda |
9,2% |
+0,6% |
Alianza 90/Los Verdes |
8,9% |
+0,5% |
Otros |
5,1% |
-1,2% |