Betiana Charny: "Sostener espacios para tocar en vivo es nuestra responsabilidad como artistas"

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Betiana Charny: "Sostener espacios para tocar en vivo es nuestra responsabilidad como artistas"

22 Abril 2018

Foto: Melania Caminos

Por Salvador "Lole" García

Agencia Paco Urondo: ¿Cómo llegó a la música?

Betiana Charny: Mi papá era violinista, así que la música era algo que había en casa. A los 9 años empecé a estudiar piano y estuve en un coro de niños. Soy de Villa Constitución, una ciudad al sur de Santa Fe, pero de grande me fui a vivir Rosario donde estudié composición, instrumentación, análisis y dirección coral. En ese tiempo conocí a Juan Iñaki, un músico cordobés, productor y arreglador, con quien armé mi primer disco que se llama Esta voz, editado en 2014. Ahí trabajamos con músicos de Rosario, Córdoba, Formosa y Tucumán.

APU: Luego empieza el período en Buenos Aires.

BC: Sí, vine hace cuatro años. Una vez que saqué el primer disco sentí la necesidad de explorar qué pasaba acá, conocer cómo era estar todos los días en Capital, de conocer otras músicas y otras formas de arreglos e interpretaciones, de buscar el repertorio por otros lados de lo que yo venía haciendo.

APU: En sus comienzos como artista ¿tuvo mucha cercanía con la trova rosarina?

BC: Yo vengo de una formación muy académica, por un lado y además del rock. Rosario también es una ciudad muy rockera, de mucho indie. Ese era más mi palo. No tanto la trova, que me encanta, pero mi accionar estaba más relacionado a eso otro. Te diría que he tenido bandas de new metal. Es que soy muy ecléctica. Así como cantaba en coros de música barroca y renacentista, tenía mi banda con tachas y escuchaba a Atahualpa Yupanqui.

APU: ¿Cómo llegó a las sonoridades de sus discos? Uno los escucha y puede reconocer un diálogo con Jorge Fandermole o con Alfredo Zitarrosa.

BC: Es que viste que la música es música y al final todo se encuentra. Zitarrosa fue parte de mi infancia, algo que mi viejo me hizo escuchar mucho. Después, en la Facultad de Música de Rosario, que si bien es súper académica, en las guitarreadas con los compañeros sonaba el Negro Aguirre, Fander; por mis amigos fui encontrándome con ese mundo. Hasta que en un momento armé una banda que se llamaba Basar, medio rara, porque era violonchelo, violín, piano y percusión. Yo cantaba. Hacíamos temas de Dylan, de Björk y de Simón Díaz. Grabamos un disco y hoy te diría que no lo escuches (risas), pero era nuestra búsqueda. Éramos cuatro minas argentinas y el percusionista venezolano que además tocaba el cuatro. Él trae un poco Latinoamérica y la pianista que tocaba salsa, y ahí empecé a escuchar con otra oreja también. Entonces me dieron ganas de cantar folclore, aunque me daba vergüenza porque no venía del palo. A veces hay algo de sectario en los guetos que se arman con los estilos musicales, y eso es un bajón porque obtura un montón las posibilidades de que circulen las músicas. Me pasaba que iba a una peña con las tachas y me decían: “¿Vos qué haces acá? Creo que me vine aquí un poco para animarme a romper eso.

APU: ¿Siente que esa presión por la estética es mayor en otras provincias?

BC: Yo creo que es algo de la humanidad. En los lugares más chicos, la humanidad es más reducida y se conocen más. Igual gracias a Internet las cosas ya no están tan estipuladas como en otros momentos, que si eras hippie tenías que usar el collar de semillas y si eras DJ tenías que usar gafas. Ahora hay una mezcla más grande que está buena. Lo que si me sirvió de estar acá es entender por qué el porteño, por así decirlo, hace el folclore de la forma en que lo hace. Antes no lo entendía, incluso lo debo haber juzgado, me hago cargo. Después vos estás acá y claro, te tomaste 30 subtes y es obvio que “no vas a sentir el viento y la pachamama”. Y está bueno que se resignifiquen las cosas, que sean genuinas con el espacio y el habitar donde sucede. Y también está bueno pensar que hacer música argentina hoy –ya no sé si llamarlo folclore–, no necesariamente es poner instrumentos revolucionarios. Con la misma guitarra criolla y el piano se puede expandir el lenguaje sin dejar de estar en contacto con lo que fue su origen. Eso es mágico.

APU: ¿Cuál es la propuesta de este disco? ¿Cómo lo pensó?

BC: Hace dos años que estoy trabajando con Manuel Navarro (guitarra), Candelaria Quiñones (piano) y Jorge Bisso (percusión). Este disco empezó con el título que es una milonga de Zitarrosa. Cuando escuché “La canción quiere”, también empecé a pensar que el folclore también tiene canción. No descubrí la pólvora, pero bueno, hay un montón de canciones que no necesariamente responden a un género, y que son las que más estoy escuchando y reproducen mis colegas, y que los compositores están haciendo.

Me dieron ganas de darme un repertorio actual de composición argentina porque es maravilloso lo que está pasando. Hay un nuevo cancionero. Lo que yo sentí –y lo estoy pensado ahora en voz alta– es que cuando la canción quiere no importa qué tenés puesto. Ahí yo encontré el concepto de que sean canciones de música argentina actuales, de gente que está en actividad y que no necesariamente tengan que responder a un formato porque siguen siendo parte de lo mismo. Después se dio que la mayoría de las canciones tienen un contenido más social que hablan de la memoria, de la conciencia sobre el medio ambiente, también del amor, de las contradicciones inherentes a la humanidad, de cosas que yo siento que en una ciudad furiosa se ponen más adelante.

Nuestros artistas compositores están contando todo eso, como también sobre las tradiciones que se van perdiendo. Por ejemplo, la chacarera “La vieja pesadora” de Diego Marioni, que cuenta una leyenda de Belén, que es una comunidad de Catamarca donde las tejedoras hacen los mejores ponchos de la Argentina y tienen leyendas que no sé si hoy los niños las creen, pero que Diego las escribe en una canción para que se sepa que fue parte de nuestros cuentos y tradiciones.

APU: ¿Cómo fue el proceso de grabación del disco?

BC: Buscamos un estudio tratando de tener las mejores condiciones, pero antes ensayamos un montón. Grabamos juntos y fue bastante fiel a lo que suena. Mi decisión fue esa: no usar AutoTune y editar lo menos posible. Que sea una foto de cómo sonamos. Por ejemplo, hay un arreglo vocal que lo vas a escuchar en el disco con cuatro voces en un tema de Nicolás Rallis; fue entrar y grabar y elegir la toma que más nos gustó. Ahí no podes acomodar nada. Yo quería esa rusticidad. Siento que ahora hay tanto filtro de Instagram, tanto AutoTune, tanta cosa falsa que nos pone como en un ideal más arriba que “hay que ser hermosos y cantar perfecto”, y me parece que eso es muy aburrido.

APU: Es un desafío cantar esos temas que surgieron en otros contexto diferentes con otros cielos, ¿Cómo se vive hacer folclore desde Buenos Aires?

BC: Como soy bastante nómade, en estos cuatro años viajé a casi todos los lugares de dónde vienen las canciones. Eso fue un antes y un después. A veces no podes y está YouTube para ver lo que buscas y está buena la tecnología, pero mientras uno pueda ir está bueno porque la experiencia es más somática y kinestésica. Es necesario poder entrar y salir de eso que llaman “interior”, no me molesta esa palabra; a mí me gusta estar en el interior, yo prefiero estar adentro que estar afuera en la vidriera. Eso sí, y quizás sea dura con lo que voy a decir, siento que a veces al músico de Buenos Aires le falta la inquietud de salir a mirar lo que hay afuera. Igual, a mí también me pasa cuando estoy acá, de terminar sintiendo que todo termina en la General Paz. Una cierta pasividad, como que todo está al alcance de la mano ¿para qué te vas a mover?, y eso no está bueno. Si bien es cierto que afuera no siempre están las condiciones óptimas para tocar, tampoco acá las hay en todo lados. Además está bueno ver cómo viven tus colegas en otro lado, de qué viven, cómo se generan las movidas.

APU: ¿Cómo ve el escenario en Buenos Aires para que artistas como usted y sus colegas puedan vivir de hacer música?         

BC: Yo siento que está muy complicado. Yo vine en el 2014 y las cosas cambiaron mucho desde entonces. Desde lo tecnológico, desde lo social y desde el gobierno. La política de este Estado no tiene nada que ver con la anterior –en el sentido cultural, después podemos criticar un montón de cosas pero voy hacer referencia a la cultura–, y la verdad es que los espacios se han reducido un montón, los trabajos se han reducido muchísimo. Además hay un ánimo general que hace que la gente salga menos, más allá de la guita. Hay algo de anestesia. Porque sentarte a escuchar un concierto y no sacar el celular es un acto revolucionario, tiene que ver con sentarte a conectar, a sentir cosas. Y estamos recibiendo tanta anestesia y tanto estímulo que a la gente le está costando.

Ayer, durante el ensayo, cuando tocábamos  “La canción quiere”, pensaba por qué la escribió Alfredo, en homenaje a esos compañeros comunistas que estaban desarmados bancando una fábrica, y sufrieron un atentado por parte de la dictadura uruguaya, y me largué a llorar. Pensaba en cómo se va perdiendo el equipo, el poner el cuerpo, el estar ahí. Desde la virtualidad van pasando cosas que también son muy peligrosas, la gente deja de salir, deja de encontrarse, y a mí también me pasa por momentos…quiero ver una pelotudez en la tele y chau. Y eso también obtura la posibilidad de que haya un público.

Siento que hay algo del orden de la responsabilidad, que nosotros como artistas tenemos que hacer algo ante eso. No podemos quedarnos pasivos. Hay mensajes muy confusos de la new age, que el amor propio y mirar tu ombligo, “y yo tengo que cuidarme porque si no me amo no me ama nadie”; definamos qué es amar, desarmemos algunos conceptos porque si no, eso termina entrando en tu cuadrito neoliberal y no es cierto que te estés amando. Yo sé que me voy un poco por las ramas, pero creo que es un problema tan profundo y tan de fondo que es muy difícil de desenredar. La única solución que le encuentro es volvamos a los centros culturales, volvamos al barrio, a los espacios de encuentro, a pintar un mural, para poder generar un contagio. Viralicemos encuentros, la escucha, el intercambio de información certera. Hoy te puedo mandar por WhatsApp doscientos links de canciones y vos te olvidaste. Estamos colapsados. Entonces hacer música en vivo, encontrarnos, sostener los espacios es necesario. Es nuestra responsabilidad como artistas. El Estado tiene que hacer un montón de cosas de las que no se está haciendo cargo, pero nosotros tenemos nuestro derecho a reclamo y a hacer una contrapropuesta. Sé que no es fácil en una ciudad tan grande como esta.

APU: Hace 40 ó 30 años la formación de los grupos era más estable, se constituía un grupo y trabajaban todos juntos durante varios años buscando una sonoridad. En la actualidad eso cambió. En general los músicos se acompañan para hacer un disco, pero después cada uno tiene su proyecto individual. ¿Cómo cree que eso incide en la posibilidad de profundizar en un proyecto musical?

BC: Yo lo sufro. Pero lo entiendo también, incluso pasa con mis propios compañeros. Les digo “está esta fecha”, y me dicen “yo no puedo, tengo esta otra…necesito comer”. Es totalmente lógico. Yo tuve la suerte de encontrar compañeros que laburaron conmigo porque confiaron en mi proyecto, y es nuestro proyecto. Pero, en general, la cantante o el cantor le paga a los músicos y está bien, porque están laburando, pero vos también estás laburando. Y vos conseguís la fecha, haces el flyer y te juntas a hacer la nota. Es muy difícil cuando la necesidad, que es inherente al humano, te atraviesa; sostener un proyecto en el tiempo, como vos decís. Y después está la vida, uno fue padre, otro se mudó. Quizás en una ciudad más chica te da más permiso y tiempo para eso. Llegás a la casa del otro y ya dejas tu contrabajo ahí, sino tocas con seis mil bandas. Sin duda estaría buenísimo trabajar cinco años con las mismas personas. Aunque también el cambiar de músicos te suma otras perspectivas. Pero el hecho de que no se puede vivir de esto va haciendo que eso se desintegre.

APU: ¿Con este disco pudo armar una propuesta grupal?

BC: Si, hace dos años ensayamos todos los lunes. Agradezco un montón lo que los chicos pusieron de corazón. Y cuando no pudieron me lo dijeron, y tengo que entender eso porque es parte del amor. Espero que podamos seguir tocando un tiempo más porque el proyecto es re lindo.

APU: ¿Quienes van a estar en la presentación del disco?

BC: Además de la banda, van a estar todos los que participaron como invitados: Juan Falú, Milagro Caliva, Chiqui Ledesma, Nicolás Rallis, Camila Warner y Patricia Villanova. Estoy muy feliz.

 

La presentación tendrá lugar el jueves 26 de abril, a las  21:00h en Hasta Trilce (Maza 177, CBA). Entradas anticipadas: $170/en puerta: $200