Platillo
Ilustración: Gabriela Canteros
Por Chape Baker
Mariano se retrasaba con pasos torpes mirando el celular y respondiendo algunos mensajes. Carlos caminaba abrazado a Lucas dando algún que otro salto de alegría, descolocando a su amigo que a su vez chocaba de lado a Martín. Éste era el más borracho en el momento e inspiraba a Carlos en su alegría, narrando las mujeres que habría en el lugar porque un amigo del vecino de su primo se lo había contado.
“Carlitos, acá están las mujeres más lindas de toda la costa atlántica”.
Martín contó que a la mendocina no la volvió a ver, pero que con la morena de Gualeguay se volvió a contactar y se podrían ver en Capital la próxima semana. La cordobesa seguía frecuentando a Mariano, pero quien le escribía seguramente en ese instante era una venadense que había conocido en su viaje a Perú. Carlos no tenía a nadie en ese momento, por eso le excitaba la idea de conocer nuevas mujeres y sumar a su anuario.
“Encaremos por separado… no vayamos en barra los cuatro juntos porque sabemos que no funciona…”
“Puntos cardinales, unión por la sudestada y la tormenta de Santa Rosa. Ahí acorralamos pero nunca si aún alguna de ellas no está bailando… ¿De acuerdo?
Carlos aulló de alegría al cielo estrellado y Mariano se incorporó a los buenos augurios subiéndose a las espaldas de Martín. La borrachera se propagaba con el aire fresco y el boliche se veía cada vez más cercano. Cruzaron un sendero, dejaron atrás la ruta y limpiándose inconscientemente las zapatillas amagaron a ingresar.
“Paren muchachos, es en serio. Esta noche es nuestra, porque esta noche vamos a conocer a las cuatro mujeres más lindas del mundo.”
Caminaron hasta la puerta hipnotizados por el alcohol y un metal de otro planeta que volaba por el lugar. Dejaron a un lado un terreno baldío sin vehículos, sin personas, una puerta de ingreso sin seguridad, sin ventanillas. A los pocos metros sintieron desvanecer las precarias paredes y el suelo comenzó a elevarse. La borrachera desapareció del susto cuando advirtieron que el platillo se elevaba para no volver a bajar. Las ilusiones del romance quedaron en La Tierra y los pensamientos y estrategias desde ese instante se fundamentaron en otras necesidades. Jamás regresaron.