Apología de una noche Rusa
Por Juan Manuel Ciucci
Creo que algo extraño me pasa: cada vez que puedo invito o recomiendo a alguien ir a ver a Los Rusos HDP. Ya se convirtió casi en una práctica militante, un deber ser de la noche porteña o conurbanera, o donde sea que elijan tocar. En una amesetada escena local, con algunas pocas buenas propuestas, ellxs relucen como la banda más intensa e imprevisible.
Y si resulta que voy con alguien que nunca les vio, atino a prepararle un poco para lo que vendrá, así no le engancha tan desprevenida/o. Es que resulta arrasador a veces el ritmo de Los Rusos, como pasó la semana pasada en La Tangente. Su propuesta de un postpunk enérgico y bailable, se combina con una presencia escénica que no encuentra casi lugares o públicos que puedan contenerla. Quizás tan sólo sea posible imaginarles un hábitat en el Teatro Mandril o en alguna fiesta en Ladran Sancho, sus casas.
En La Tangente desplegaron su epifanía, con altas cuotas de crítica y combatividad ante el presente magro de Argentina y América toda. Invitaron a verles en su participación del Lula Fest, alertando del peligro que significa para todes este avance reaccionario de las derechas vernáculas. A su vez, enfatizaron en la urgencia por tener una ley de Aborto Legal Seguro y Gratuito y pidieron justicia por el travesticidio de Diana Sacayan. La aparición de una formación paralela llamada Hienas sumo aún más activismo y desparpajo.
Pero esta verbalidad explícita en el reclamo quizás no sea más que una lógica consecuencia del cambio de experiencia vital que implica su propuesta. Su estar aquí de la escena resulta tan abrasador, que ya implica una revolución de las formas y los esquemas. Quizás el aullido final de Luludot en Bien bien bien sea lo más representativo de esta revolución rusa puesta en acto. Hay que estar alertados para transitarla, el cuerpo y la mente sueltas para dejarse envalentonar y liberar nuestros deseos. ¿Qué más pedirle al arte acaso podemos?
El presente Ruso les encuentra despidiendo su primer disco y en camino a un segundo, muy esperado. Y en crecimiento de público y secuaces de su fiesta, pagana y etérea. Imposible no verles donde sea, imposible no invitarles a sumarse al festín.
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