Aborto legal: ahora que sí nos ven
Por Malena Ambas
Fotografías Ailén Montañéz
Abrazos y llantos colectivos. Lágrimas de alegría, de cansancio, de amor, coronan una jornada de más de 24 horas y una pelea de décadas. La Cámara de Diputados dio media sanción a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Después de siete años, el proyecto presentado por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito logró debatirse en el Congreso Nacional.
La mañana del 13 de junio no fue una mañana cualquiera. Un día frío, el más frío que 2018 nos haya dado, iba a ser casa de un día histórico. Los grupos de whatsapp estallaban de mensajes para organizar la jornada, para expresar la ansiedad, para calmar los miedos, para compartir notas periodísticas, números del poroteo o simplemente gritos expulsados en un teclado táctil de algún celular. Todo el país se tiñó de colores, se sumó al debate.
La sesión en la Cámara de Diputados comenzó. Las visualizaciones de youtube fueron aumentando. Sin embargo, lo que más creció fue el calor humano que le hacía frente al frío en la Plaza de los Dos Congresos. Desde el mediodía, los mates comenzaron a circular. El glitter pobló cada párparo y el verde inundó la calle Rivadavia, la calle Callao. Pero también Rodríguez Peña. También Mitre, Perón, Montevideo, Paraná. Cada kiosco se pobló. Cada restaurante tenía una fila de personas esperando cargar su mate con agua caliente.
Mientras caminábamos las distintas calles, resurgía la pregunta: “¿Cómo va la votación? ¿Cómo están los números?”. Las respuestas iban variando. Que uno arriba, que dos abajo. Que ganamos, que perdemos. Una votación pareja. Los celulares buscaban señal para poder entrar a Twitter, ver si algún diputado o diputada había cambiado de parecer, si se pronunciaba a favor. Si dejaba de ser parte de ese grupo gris de los indecisos.
A las 22 horas, junto a compañeros y compañeras nos miramos y decidimos que la noche iba a ser larga, que el frío se volvía cada vez más intenso, pero que era un día histórico y que no nos lo íbamos a perder. Bandas con variedad de instrumentos copaban la calle y hacían que las horas pasen más rápido. A medida que avanzaba la noche, la Plaza de los Dos Congresos se llenaba más de carpas, de frazadas, de bolsas de dormir, de fogones, de abrazos.
La calle Callao comenzó a ser más transitable después de los shows más importantes de la noche. Pudimos alcanzar el escenario y bailar cumbia sin parar. La mejor forma de no tener frío. Bailar y bailar. En ronda, en trencito, con amigos, con amigas, con desconocidos, con grandes, con chicos, con niños, con niñas. Un baile verde. Un baile abortero. Un baile feliz. Un baile con ilusión y expectativa.
“No puedo más, necesito descansar un poco para estar en la votación”, nos dijo una compañera. Atentas al pedido, las cinco compañeras que nos habíamos quedado, caminamos a la casa más cercana para poder tomar algo caliente y descansar un poco para estar presentes en el momento más importante: la votación. Empezamos a andar por la calle Perón. Una chica empezó a caminar al lado. No la conocíamos pero caminábamos juntas. Al ratito, un poco avergonzada, nos dijo: “Perdón que camino con ustedes, es que ir sola por esta zona me da miedo”. La respuesta fue unánime: “Obvio, vamos juntas para el mismo lado”. Nos terminamos desviando un par de cuadras para acompañarla hasta la puerta de su casa. Sororidad.
Dormimos dos horas y media repartidas entre camas, sillones, con frazadas, camperas y todo el abrigo de la casa que pudimos encontrar. A las siete sonó el despertador. Con la tele prendida tomamos un café con leche preparándonos para volver al frío. Se empezaban a terminar los y las oradoras. Se iba acercando el momento de la votación. Nos apuramos y salimos para el Congreso. Facturas de pasada y cantar. A esperar el momento.
Llegamos a Callao y Mitre y costaba caminar. Muchísimas personas. Algunas con más cara de cansancio que otras. Algunas recién llegadas después de dormir un rato. Otras con la bolsa de dormir a cuestas para mantener el calor. Como durante todo el día, los cánticos no pararon: “Ahora que estamos juntas, ahora que sí nos ven. Abajo el patriarcado se va a caer, se va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer”.
El sonido no era bueno. No podíamos escuchar lo que pasaba adentro del Congreso con claridad. De repente y sin aviso, un grito se hizo extensivo por toda la movilización. Los ojos se llenaron de lágrimas. No entendíamos nada, nos preguntábamos entre nosotras: “¿Salió?”. Una movilera de América Noticias tenía puestos auriculares. Nos vio desesperadas preguntando qué había pasado. “129 a 125”, nos dijo. “¿Ganamos?”, preguntamos. La movilera asintió: “Si, ganamos nosotras”.
Los abrazos fueron colectivos. Con personas desconocidas. Con amigas. Lágrimas sin parar. Emoción a flor de piel. Lo logramos entre todas. Falta el Senado, falta la implementación efectiva de la ley. Pero triunfamos. Triunfamos con cada paso que damos. Porque esta votación es presente, pero será historia. Historia que llevaremos como bandera, como ejemplo.
Volví a casa a las 12 del mediodía. Con orgullo, con alegría. Vivimos en un país más justo. Vinimos a cuestionarlo todo. A barajar y dar de nuevo. Vinimos a revolucionar las casas, las camas, las plazas. Llegaron las pibas a enseñarnos todo. Llegó “la revolución de las hijas” para conquistar derechos, para avanzar sin parar. Para tener un mundo mejor, un mundo de iguales.
Se va a caer.