Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino: el recuerdo de Nehuén Rodríguez
Por Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino
“El Globo volvió a Primera, me puedo morir tranquilo”. Nehuén no sabe lo que dice. No es consciente de lo que dice. Roxana, su madre, le reprocha: “¡Qué decís!”. Pero Nehuén no la escucha: tres años en la B Nacional es demasiado. Y más viviendo a tres cuadras de la Bombonera, rodeado de hinchas ajenos. Por eso esa tarde, después de que Huracán le ganó la final 4-1 a Atlético Tucumán, Nehuén dijo lo que dijo. No había podido viajar a Mendoza porque la final se jugó sin público. La tuvo que sufrir frente a la tele, en el comedor del conventillo donde vive junto a su madre y sus hermanos Nicolás, Mariel y Luna. Después del festejo puertas adentro, Nehuén y su madre salen a la vereda para tratar de combatir el calor de este diciembre que viene pesado. Los vecinos que pasan lo saludan, algunos lo felicitan. Hace menos de tres semanas había celebrado cuando le ganaron la Copa Argentina a Central. Pero esto es distinto. Nehuén tiene 18 años y los últimos tres estuvo pendiente de rivales absurdos y de canchas inhóspitas. Pero eso se terminó. Huracán volvió, Huracán es de Primera. Allá vamos Boca, allá vamos Racing, allá vamos San Lorenzo. Vamos Globo, carajo. A Nehuén le explota el alma. Mira la Gilera 110 que está estacionada sobre la vereda. Sabe que en unas horas estará en Parque de los Patricios, ahí donde juega de local, rodeado de amigos. Es pura euforia. “El Globo volvió a Primera -dice Nehuén-, me puedo morir tranquilo”.
De pibe, Nehuén Rodríguez era hincha de Boca. Hasta que se fue a probar a las inferiores de Huracán y quedó. Ahí cambió su historia. Era un correcto número 4 que soñaba con debutar en el Ducó. En sus fantasías más precoces se imaginaba como futbolista o como actor. Por eso, también empezó a estudiar teatro en el San Martín. Hasta que esa noche, la del ascenso del Globo, se sube a la Gilera con destino a la sede. Va por Brandsen, a la altura de Barracas, llega a Ramón Carrillo, tiene el semáforo en verde, acelera y cuando cruza la esquina una Ford Ranger de la Policía Metropolitana lo atropella y lo arrastra 25 metros. El patrullero iba a alta velocidad, cruzó en rojo y no tenía la sirena encendida. Una ambulancia tarda media hora. Lo trasladan al Argerich. Un par de horas después, Nehuén muere.
El juicio comenzó en febrero de 2018, más de tres años después del asesinato. El único acusado por “homicidio culposo” fue el oficial Daniel Castagnasso, el conductor del patrullero. El juicio fue una farsa, con pruebas manipuladas, cámaras de seguridad que no registraron nada, el GPS del patrullero que no funcionaba y un fiscal que arrastra un apellido conocido: Marcelo Saint Jean, hijo de Ibérico Saint Jean, ex gobernador de la Provincia de Buenos Aires durante la dictadura, y abogado defensor de genocidas como Miguel Etchecolatz y Norberto Cozzani. Después de un par de meses, Castagnasso festejó el fallo: fue condenado a tres años de “prisión en suspenso”, por lo que no pasará ni un solo día en la cárcel.
Huracán volvió a jugar en Primera ante Unión, en Santa Fe, el 15 de febrero de 2015, dos meses después del asesinato. Nehuén no lo pudo disfrutar. Desde entonces es parte de la memoria, de una búsqueda de la verdad para que se haga justicia.