País en crisis, amor en crisis
Por Maro Mendoza y Ezequiel Palacio
¿De qué manera impacta en nuestra vida amorosa la crisis económica que golpea a la Argentina hoy? Fue necesario comenzar esta reflexión cuando nada entre mi pareja y yo podía ponerse peor.
Complicaciones cotidianas como poner cada vez más plata para pagar los impuestos (luz, gas, internet, celulares, seguro del vehículo) o comprar alimentos.
Poner más plata para pagar la nafta y ni hablar de que se nos arruine la ropa o necesitar un par de zapatillas nuevas, porque en el país de la inestabilidad, no sabés cuánto vas a pagar el pan mañana.
Ah!! Y para cantar bingo, estamos pagando un préstamo que tomamos el año pasado para construir nuestra casa, la cual aún no podemos habitar, porque básicamente nos falta el 50 % de la construcción.
Somos una familia ensamblada. Ambos tenemos hijos en plena etapa de pre-adolescencia (dolor de cabeza aparte).Además, venimos sufriendo una crisis vincular. Digo vincular aunque no se bien como llamarle.
Ambos nos sentimos enamorados, nos tenemos muchísima confianza y no hay nada que nos haga sentir más placer que acurrucarnos en nuestra cama finalizado el día.Aun así, la larga lista nombrada más arriba hizo que nuestro humor vaya cambiando poco a poco y casi sin darnos cuenta terminamos discutiendo por el mal humor del otro.
¡Qué tontera más grande!
Con todo el agotamiento que nos trae la crisis económica que impacta en cada una de las cosas que DEBEMOS hacer, a nosotros se nos ocurre estar enojados.
Rescato que tenemos buen diálogo, a veces no tanto, pero nos tomamos el trabajo, porque sabemos que el amor se construye.
Hasta la semana pasada nos sentamos a enumerar qué cosas, de manera individual, podíamos hacer para sentirnos mejor. Porque, hasta ese entonces, el problema era la pareja. Y terminábamos la conversación concluyendo que no podíamos hacer nada porque nos falta guita. Ambos somos amantes de los viajes largos o cortos a cualquier lugar, pero hace rato que sabemos que esa idea queda descartada y con frustración ni la enumeramos.
Porque sabemos que el amor se construye seguimos pensándonos y repensándonos y la respuesta no está en nosotros. La respuesta está afuera. Nada de eso nos pertenece, o mejor dicho, nada de eso es lo que nosotros proyectamos para nosotros.
Nuestra única economía de guerra era por la casa que es nuestro proyecto, todo lo demás es el poder oprimiendo nuestras vidas, oprimiendo a la pareja. Entonces nos quedó la opción de buscar un ingreso adicional, a los magros ingresos económicos existentes. Eso implicaba un esfuerzo extra de ambos. Más horas de laburo y principalmente la búsqueda de nuevos empleos. El que sea.
Los factores sociales influyen a nivel psicológico. El equivalente a la teoría del shock puesta en funcionamiento por EE.UU en Latinoamérica en la década de las dictaduras cívico-eclesiástico-militar de los años setenta, pero en escala reducida.
Quiero decir, cuando empiezan a fallar los sistemas sociales, también empiezan a fallar los microsistemas… esos pequeños y primarios círculos vinculares. Porque empiezan a tener voz algunos miedos. Porque empiezan a aparecer los robos, las violencias institucionales. Las represiones callejeras. Las decepciones sindicales. La sensación de fragilidad y de estar a la deriva. Sin contención. Enfermarse, por ejemplo, es un dolor doble: transitar la enfermedad, por un lado y por otro el malestar intrínseco que significa ir a un hospital público. El bastardeo institucional, el menosprecio.
La profunda grieta de dolor que provoca el avasallamiento hacia los derechos de la mujer. Sus muertes en manos del patriarcado. Pero a su vez, la exigencia diaria de poner en primer plano esta lucha incansable, necesaria e histórica del movimiento de mujeres. La crisis de vínculos también incluye este nuevo rol protagónico de la mujer que el hombre combate de manera constante y sistemática, a veces queriéndolo, a veces porque las formas aprendidas son complejas de erradicar.
El siguiente abordaje parece banal pero quizás no lo sea tanto.
Veamos: en 2011, la Dirección General de Estadísticas y Censos, dependiente del Ministerio de Hacienda del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, publicó un informe pormenorizado dando cuenta del índice de divorcios ocurridos entre los años 1990 y 2010.
https://www.estadisticaciudad.gob.ar/eyc/wp-content/uploads/2015/04/ir_2011_474.pdf
Entre los datos duros del estudio, se desprende que en la Ciudad de Buenos Aires, a principios de 1990 se casaron aproximadamente 20 mil parejas. En 2009, es cifra se redujo a algo más de 12 mil. En tanto a los divorcios el número de separaciones es de la mitad. Es decir que en 2010 cada dos casamientos ocurrió un divorcio.
https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-228410-2013-09-06.html
Las razones que conllevan a un divorcio o separación, obviamente son personales y singulares de cada vínculo. Intervienen cuestiones de índoles afectivas, psicológicas, culturales y coyunturales. No vamos a detenernos en estos asuntos ya que buscamos hacer foco en un factor singular: ¿Qué pasa con los vínculos amorosos cuando se transitan períodos de crisis políticas y económicas?
Corrernos del eje. La política como herramienta de transformación social.
¿Cuánto laburo tenemos que hacer para no caer en la trampa que la sociedad nos muestra como estilo de vida? Mucho. La contaminación social que transitamos, el estilo de vida embrutecedor, el ritmo vertiginoso del día a día, las presiones socioculturales y económicas… son factores externos que atentan contra nuestra capacidad de comprender que el amor es una construcción diaria, no sólo de un vínculo sino, principalmente, de nosotros mismos.
Creemos en el amor, en su práctica y en su cosmovisión. Aunque bien podríamos preguntarnos qué significa cada una de estas cosas… Pero ¿es posible practicar el amor cuando el dinero no alcanza? La pregunta exige una respuesta que ponga en criterios mensurables una concepción económica del amor.
¿Es posible economizar el amor?
Bueno, si tuviéramos la posibilidad de vernos en funcionamiento desde arriba, como desde un globo aerostático, veríamos que la concepción familiar (papá, mamá, hijos), es básicamente una célula de producción económica. Sí, la familia es un modo de producción. Entonces, si la familia es un modo de producción, no es extraño que midamos en términos de ganancia o perdida la economía familiar. Funciona como una pyme, si no hay ganancias la pyme cierra sus puertas. Una vinculo amoroso, entendido como modo de producción es muy similar. El capitalismo comprendió perfectamente esta ecuación donde siempre gana otro. Somos el modo de producción capitalista.
Porque nos enseñan desde el primer día de vida que hay que ganar algo. Quizás no estos términos, pero siempre debemos ir por algo más. El estudio, el postgrado, el auto más grande, la casa mejor decorada, el trabajo más rentable, el futuro jubilatorio más cómodo. Aunque estos ideales siempre le pasa a otros.
Pero en las barriadas populares esto no sucede así. El vecino se quedó sin trabajo. Tiene 55 años. Pensaba en su jubilación aunque sólo tiene 10 años de aportes, porque la fábrica lo estafó durante su vida activa. Ejemplos como estos abundan. Mucho menos sucede esto de los ideales en los asentamientos más humildes. Aquí, las necesidades pasan a ser otras, más básicas, más elementales: comer aunque sea una vez al día, conseguir agua potable, luz, que entre la ambulancia cuando se la necesita o que no se prendan fuego los ranchos de cartón y madera en el invierno, porque con algo hay que calentarse. Porque el frio, como el hambre, duelen. Y mucho.
La tensión laboral o bien la falta de empleo, de un ingreso monetario, transforma nuestra realidad. La pudre. Tensa los hilos de la tolerancia, la empatía y la comprensión al punto de romperlos.
La frase “el hilo se corta por lo más delgado” sintetiza la realidad de miles de parejas que viven o transitan situaciones de conflictividad elevada. Quiero decir: si estoy enamorado de la mujer que me eligió como su hombre y compañero. Si la deseo con fervor. Si el proyecto que iniciamos es tan único e inmenso. Si la miro y se me caen los calzones, poéticamente hablando; ¿por qué razones transitamos conflictos?
Bueno somos individuos, con muchas capas de cultura encima, dañados por muchos otros vínculos que nos hicieron mal y a los que hicimos mal, cuidándonos para que no nos dañen otra vez. Sin embargo, nos confiamos mutuamente. Cuando empezamos a vincularnos con la certeza propia de dos que se buscan, coincidimos en la confianza, en la palabra, en el abrazo reparador. En sanar y liberar ese concepto llamado “amor”.Liberarlo de los muros que le levantamos para que ya no nos vuelva a doler.
Aunque “pasaron macri-cosas”… Cuando el conflicto social es mayor, la cabeza se dispersa. Carbura a muchas revoluciones y posterga. No importa el nivel de intelectualidad o de estudio que una persona tenga en su experiencia.
Los conflictos sociales postergan el placer, el cariño.
Postergan la tolerancia y la escucha activa. Postergan el momento de risa cómplice.
Posterga la piel y el tiempo pausado.
Posterga el bañarse juntos. Posterga el mate o el café.
Posterga las noches largas. Posterga detenerse a mirar el cielo y flashear con las nubes.
Posterga la risa. Posterga el cocinar juntos.
Posterga imaginarnos en situaciones que nos gustan.
Se postergan las salidas divertidas, el cine, los cambios de vestuarios, o lo que haya que recortar.
Pero vos dirás… muchas de esas cosas son gratuitas. ¿Por qué las postergamos?
Bueno ahí entra el conflicto social. El noticiero de la noche, los diarios de la mañana. El programa de radio, el trabajo que se apaga, la fábrica que cierra, el empleado que deja de estarlo. Las políticas económicas tecno financistas atentan contra el vínculo amoroso de pareja. Y ni hablar de lo sexual. Aumentan la cantidad de horas de laburo, por menos sueldo. Se viaja pésimo a los lugares de trabajo. Salís a las 6 am y volvés a las 19:00h, según el cordón del conurbano donde vivas. Las exigencias de la casa, las cosas que faltan, ¿qué comemos hoy? ¿Por qué nadie pudo quedarse en casa a pensarlo, ni tuvo tiempo de ir a comprar una cena más o menos aceptable? A ese ritmo, la cabeza estalla por el vuelo de un mosquito en plena madrugada.
¿Cómo descomprimir tanta mierda política que nos rodea? Dependemos del vecino y su voto. De la gente que vive a 500 kilómetros y su voto. De quien vive en la Quiaca o en Tierra del Fuego. Dependemos del resto de las personas que conformamos este grupo humano que llamamos país.
Si dependemos del otro políticamente hablando… el amor entonces, ¿de quien depende?