"Un polícia violó a una compañerita de 15 años"
Por La Garganta Poderosa
Te contaron todo lo necesario para marearte con toda la gilada, para no tener que contarte absolutamente nada: que hubo "disturbios" en una barriada, que se llama Los Cortaderos, que se pelearon entre vecinos, que reprimieron con balas de goma, que tiraron gas pimienta, que hubo heridos, que hubo detenidos, que todo empezó en la calle, que terminó en la comisaría, que golpearon a una chiquita y que tales sucesos no son extraños...
Sólo se les pasó un detalle:
Un policía violó a una compañerita de 15 años.
Una compañerita sí, una vecinita de nuestra asamblea, una jugadora de nuestro equipo, una comunicadora de La Garganta y una militante de nuestro Frente de Géneros. Que se llama Noimporta. Y que se apellida Tampocoimporta, porque sólo hay un nombre y un apellido que hoy necesitamos escuchar en cada televisor, el nombre que quisieron resguardar, el nombre del violador: Luis Carrizo, anoten, Luis Carrizo, publiquen, Luis Carrizo, compartan, Luis Carrizo, primo de su madre, Luis Carrizo, sargento de Córdoba, Luis Carrizo, cagón, Luis Carrizo, pedófilo, Luis Carrizo, violador.
Amenazándola con la misma perversión y la misma cobardía que lo hizo durante meses, el viernes se metió en su casa, la volvió a someter al silencio y resultó sorprendido, en plena violación, por una de sus tías, que no pudo evitar los golpes, ni su atrincheramiento en una casa cercana, mientras les apuntaba con su arma reglamentaria a todos los vecinos. Ahí se acuarteló, en cuanto el barrio copó la calle para que no pudiera fugarse, hasta que arribaron sus camionetas, sus patrulleros y sus motos, sí, suyos, porque la Mafia Uniformada Cordobesa no sólo reprimió a diestra y más diestra como toda la vida, sino que procuró resguardar el secreto, con el mismo método, prohibiendo las filmaciones y amedrentando periodistas.
Durante toda esa noche, al unísono de las crónicas parapoliciales que pintarrajeaban otra historia de cowboys, para rellenarle los formularios de la vagancia a tanto periodismo de larga distancia, sus compañeros de la Fuerza bruta se aposentaron en la puerta de su guarida, como corteza de la historia prohibida, con los dedos en los gatillos y con las miradas clavadas en las pibas que compartían la ronda del feminismo villero, para dejar bien en claro que no custodiaban su vivienda: custodiaban nuestro silencio, justo ellos que son tan buenos gritones, ¡ellos que velan por la paz!
Ni una menos.